Holaa! :)

Hola! Es la primera vez que publico algo asi que espero que os guste y por favor comentad :)

Muchas graciias :)




domingo, 11 de septiembre de 2011

Recordatorio de los atentados terroristas del 11-S

Hoy, como todos sabemos, es 11 de Septiembre. Hoy hace 10 años de los atentados terroristas contra Las Torres Gemelas en Nueva York y El Pentágono y el Capitolio en Washington. Hoy recordamos a esas miles de victimas que dejaron esos 4 aviones, a la enorme cantidad de personas que sacrificaron sus vidas para salvar las de otros y a todos aquellos que perdieron a sus familiares y amigos; personas cuya vida se derrumbó de la misma manera que lo hicieron las torres el 11 de Septiembre de 2001.

Ante todo quiero dar las gracias a todas esas personas que, en mi opinión, merecen ser llamados héroes.
A todos aquellos bomberos y policías que perdieron la vida durante los rescates llevados a cabo antes y despues del derrumbamiento de las torres, gracias.
A los pasajeros de los aviones contra el Capitolio y el Pentágono por mantener la calma cuando todo estaba perdido y tener el valor de estrellar los aviones sacrificandose y salvando así a miles de personas, gracias.
A William Rodrigez, el conserje de las torres, quien tenía las llaves de las oficinas y el valor suficiente para subir piso a piso abriendo las puertas y salvando centenares de vidas, gracias.
A los voluntarios que se prestaron para ayudar en los equipos de rescate a pesar del riesgo que conllevaba, gracias.



La verdad es que me parece increible que 19 personas puedan acabar con tantas vidas y causar tanto horror; sin embargo ha quedado demostrado que así es, y no debemos volver a subestimar el poder de quienes son capaces de acabar con millones de vidas sin ni siquiera pestañear. Porque, a pesar de lo que digan los cuentos, el bien siempre lleva las de perder, porque el mal juega con ventaja.

Ahora me gustaría poder dedicarles un minuto de silencio en mi blog. Espero que vosotros al leerlo tambien dediqueis un minuto de vuestra vida a pensar en aquellos que la perdieron aquel 11 de Septiembre de 2001.

sábado, 3 de septiembre de 2011

NUEVO BLOG!

Pues eso, bloggers, he decidido crearme otro blog para dedicar este exclusivamente a la historia. En el otro pondre relatos cortos, entradas, frases.... no sé, lo que me apetezca.
Aqui os dejo la dirección:

http://lavidaestaparavivirlamasdeunavez.blogspot.com/

Por cierto, perdon (otra vez) por tardar tanto en subir los capitulos, prometo (otra vez) darme un poco mas de prisa, pero es que este verano he estado liadisima!
Un besito, bloggers!

viernes, 2 de septiembre de 2011

Capítulo 23.

- ¡Máma, Papá! ¿Qué estais haciendo aquí? - Pregunté haciendome la inocente.
- Eso mismo debería preguntar yo. - Respondió mi madre fríamente. - Vamos.
Y sin decir nada más me cogió de la muñeca y me arrastró hasta el primer taxi que encontramos.
El trayecto hacia el hotel lo hicimos en completo silencio, ninguno de nosotros tenía ganas de hablar, y menos delante del taxista. Cuando llegamos, mis padres se fueron directos a su habitación, dejándome en un pasillo vacío completamente desconcertada. Esperaba al menos una charla.
Me metí en mi habitación y me di una ducha para despejarme. Todo aquello no podia estar pasando; sin embargo, al salir de la ducha estaba todavía más segura de que era real.
Esa noche la pasé entera llorando. No tenía noticias de mis padres pero estaba segura de que estaban preparando algo, y no podía ser nada bueno. Tenía miedo de no volver a ver a Diego, quien, por si fuera poco, no había dado señales de vida. Parecía como si desde lo ocurrido no quisiera volver a saber nada de mi. ¡Pero que estaba diciendo! Eso era imposible, me estaba emparanoyando demasiado. Necesitaba descansar un poco.
A la mañana siguiente, cuando desperté, la almohada seguía húmeda. Debía de haber llorado también dormida, lo que no era de extrañar dadas las horribles pesadillas que había tenido. Estaba claro que ese no iba a ser mi día.
Bajé temprano a desayunar por primera vez desde que llegamos a Marruecos tratando de aplacar un poco la ira de mis padres, aunque sabía que no me serviría de nada, entre otras cosas, porque ellos no bajaron.
Cuando pasé por la recepción del hotel una chica joven, de unos veinte años llamó mi atención.
- Perdona, ¿ha quedado libre ya la 501?
- Bueno, si... Por ahora sí. - No entendía nada. ¿A qué venía eso? Nunca antes me lo habían preguntado.
- ¿Por ahora? Le recuerdo que tiene que dejar la habitación a las 12 en punto.
- ¿Qué? ¿Por qué?
- A las 3 llegan nuevos huespedes y hay que limpiar...
- No, debe de haber un error, todavía me queda una semana... - La voz se me quebró al comprender lo que habían hecho mis padres. Sin duda querían asegurarse de que no volviera a ver a Diego.
- El hombre que hizo la reserva llamó anoche para anular el resto de la estancia. - Mis sospechas quedaron confirmadas.
Un débil "gracias" salió de mis labios antes de que me encaminara de nuevo a mi habitación para recoger mis cosas, aunque sin la menos intención de subirme a un avión.
Cuando acabé de hacer la maleta salí en silencio de mi habitación y me metí en el ascensor dando gracias de no haberme encontrado con mis padres. Pulsé el botón de la planta baja, sin embargo, el ascensor se detuvo en el segundo y, como siempre, solo una persona entró en él, Marco.
- ¡Hola! - Saludó él alegremente. - ¿A dónde vas? Aún es muy pronto. - Miré mi reloj. Tenía razón, las 9 de la mañana. - ¿Y esa maleta? - Continuó. - Pero si te quedaba una semana, ¿no?
- Sí, Marco, pero mis padres me pillaron anoche con Diego y anularon el resto del viaje. - Expliqué con voz cansada.
- ¿Y ya está? ¿Te rindes?
- Me voy, pero no a donde a mis padres les gustaría. - De pronto caí en la cuenta de que sin Marco no lo conseguiría. - Pero necesito que me ayudes...
- Lo que quieras. ¿Qué necesitas?
Cling. Habíamos llegado. Salimos del ascensor y seguimos hablando mientras nos dirigíamos a la calle.
- Tu conoces bastante bien la ciudad, ¿no?
- No toda, pero me oriento bien.
- Vale, me sirve. ¿Sabes dónde vive Diego?
- Ni idea, pero te puedo llevar a casa de Anna, en la plaza.
- No, ahí es el primer sitio donde me buscarán. ¿Sabes donde vive algún otro amigo de Diego? ¿Pepe o Rubén?
- Te puedo llevar a casa de Javier...
Dudé un momento, yo no tenía muy biena relación con Javier. ¿Qué diría si me presentase en su casa a las 9:30 de la mañana? Pero en seguida me decidí. Era eso o volverme a Madrid, cosa queno iba a consentir.
- Vale, vámonos ya.
- ¿Pero como vamos a llevar tu maleta en mi moto?
- No importa, cogeremos un taxi.
- Vale.
En menos de un minuto nos encontrábamos en un taxi camino de casa de Javier.
La verdad es que me sentía un poco culpable por irme así, pero al menos la nota que había dejado bajo la puerta de la 502 dejaría claro que no me habían secuestrado, aunque no por ello esperaba que dejaran de buscarme.
- ¿Y que es lo que piensas hacer exactamente?
- No lo sé, supongo que quedarme aquí otra semana y luego volver en el vuelo que tenía reservado.
- ¿Y si lo han cancelado?
- Pues me entregaré a la policía y ellos me mandarán de vuelta.
- Te vas a meter en un buen lío...
- Me da igual, no pienso irme.
- Tal vez sería mejor que lo hicieras...
- ¿Pero qué dices? ¿Me vas a ayudar o no?
- Sí, sí, solo estaba dando mi opinión...
Resoplé. No entendía a ese chico. Primero me animaba a escapar y luego decía que no le parecía buena idea... Bah, que importa, con que no me delatase...
- ¿No te vas a chivar, verdad?
- No, claro que no.
- Vale.
Hicimos en silencio el resto del viaje.
- Hemos llegado. - Anunció el taxista. - Son 5 euros.
Se los di sin rechistar a pesar de la elevada cantidad que me había cobrado y me bajé del coche.
- ¿Quieres que me quede? Por si acaso...
- No, no hace falta.
- Vale, pero ten mi número, por si me necesitas. - Dijo tendiéndome un trozo de papel.
- Gracias. En serio, muchísimas gracias.
- No... No importa. - Se puso rojo como un tomate. - Bueno, yo me voy. Llámame si me necesitas. - Y dicho esto se alejó caminanado por las calles de Marruecos.
La mano me tembló cuando llamé altimbre de la casa, pero no tenía otra opción.
Al cabo de un minuto escuché unos pasos apresurados al otro lado de la puerta.
- ¡Ya voy! - Gritó una voz chillona desde dentro.
En seguida una mujer de unos cincuenta años me abrió la puerta. Era bajita y muy delgada, tanto que me costaba creer que sus pequeñas piernas pudieran sostenerla. Vestía un camisón de color verde lima hasta las rodillas, yo diría que era de seda. Encima de él, una bata de color blanco cubría sus brazos. Llevaba el pelo canoso recogido en un extraño moño algo despeluchado y presentaba unas grandes ojeras alrededor de unos enormes ojos azules. La nariz puntiaguda y los labios finos. No era una mujer demasiado guapa; sin embargo, a pesar de estar recién levantada, su cara tenía una expresión alegre y vivaracha que llamaba mucho la atención y la hacía parecer más hermosa.
- Hola, ¿Te puedo ayudar en algo?
- Soy... - No me parecía correcto decir que era amiga de Javier. - Necesito hablar con Javier.
- Es un poco pronto, ¿no te parece? Vuelve dentro de un rato, ahora mismo está durmiendo.
- Es que es muy importante. - Supliqué poniendo ojitos.
- Está bien... - Dijo vacilante al ver mi maleta.
- Oh, no, no voy a quedarme. Solo necesito que me ayude en una cosa. - Me apresuré a aclarar.
- Vale. - Dijo tras un suspiro de alivio. - Pasa. ¿Tienes hambre? Si no has desayunado hay leche y tostadas en la cocina.
- Muchas gracias, pero ya he desayunado.
- Oh, vale. Bueno, pues espera aquí un momento, voy a llamar a Javier.
- Muchísmas gracias. - Dije. Pero ella ya había desaparecido escaleras arriba.

Me senté en un gran sillón de cuero blanco en una habitación desconocida; posiblemente sería una de las muchas que habían permanecido cerradas durante la fiesta. Justo delante de mí había una pequeña mesita de cristal con un par de ceniceros y unas flores encima. Las paredes estaban cubiertas de cuadros de los mejores pintores y una gran cantidad de jarrones antiguos y otras reliquias adornaban las multiples encimeras, todas de madera. Estaba claro que la familia de Javier tenía mucho dinero.
- ¿A las 9:30 de la mañana? - Gritó la voz de Javier desde arriba.
- Dijo que era urgente...
- ¿Quien era?
- No ha dicho su nombre. Es morena...
- Ya bajo.
La mujer del camisón verde no volvió a bajar, supuse que se había vuelto a la cama. En seguida oí los pasos de Javier bajando por la escalera.
- Carlota, ¿qué coño quieres ahora? Ya lo dejaste todo claro anoche... - Bramó Javier enfadado. ¿Qué habría pasado la noche anterior?
- Eh... No soy Carlota...
- ¿Lucía? ¿Que haces aquí?
- Pues...esto...yo...
- Oye, date prisa, me muero de sueño.
- Mis padres me quieren mandar de vuelta a Madrid y...
- ¿No pensarás quedarte aquí, no? - Preguntó reparando en mi maleta.
- No, no. Necesito que me ayudes a llegar a casa de Diego.
- Joder... ¿Te vale si lo llamo?
- Sí.
Javier cogió el telefono sin dirigirme ni una mirada más y marcó el número de Diego.
- Diego, a ver, tengo a tu novia en mi casa. Dice que quiere que la vengas a buscar. Sí, ahora.¿Y yo que sé? Dice que sus padres la quieren mandar de vuelta. Vale, date prisa.
Colgó el teléfono y me miró.
-Llegará en unos 15 minutos. Mientras tanto... No sé, haz lo que quieras, estás en tu casa. Yo me vuelvo a la cama.
Y sin decir nada más corrió escaleras arriba dejándome sola en esa casa tan grande.








domingo, 17 de julio de 2011

:S

A ver, siento no haber escrito en tanto tiempo, pero es que estoy de campamento y no puedo conoectarme casi nunca, hasta el 23 no vuelvo, pero a partir de ahi intentare publicar mas a menudo :)
Un besitooo y buen verano!

martes, 28 de junio de 2011

Capítulo 22

Estoy sentada en el metro, con la mano de Diego sobre la mía. Nos miramos y sonreimos, y ese simple gesto hace que me sienta mas feliz que nunca, probablemente sea porque nos dirigimos a casa, a nuestra casa. El tren disminuye la velocidad, hasta que por fin, se detiene en una brusca sacudida. Nos bajamos y subimos las escaleras cogidos de la mano, ambos con esa sonrisa pintada aún en la cara. Tardamos apenas 5 minutos en llegar andando al portal, el numero 17 de la calle Reina Victoria. Está abierto, así que entramos y llamamos al ascensor. Estoy nerviosa y a la vez muy emocionada, no puedo creer que estemos los dos en Madrid, juntos, es como un sueño. Abrimos la puerta del ascensor y nos quedamos de pie frente a la puerta.
 - Tú tienes las llaves, sácalas. - Me dice Diego sin soltarme la mano todavía.
Me apresuro a obedecer y saco las llaves del bolsillo de un pantalón que, a decir verdad, no me suena de nada.
 - Espera, hagamos las cosas bien. - Y sin darme tiempo a preguntar a qué se refiere, me quita las llaves de la mano y me coge en volandas, como en las películas, cuando una pareja entra por primera vez en su casa nueva. Entonces Diego abre la puerta y da un paso adelante, de forma que los dos estamos por fin dentro, y sin dejar de sonreir se inclina para darme el primer beso en nuestra nueva casa. Pero justo en ese momento, un molesto pitido en mi cabeza me obliga a cerrar los ojos, y cuando los abro todo ha desaparecido.

Estaba tumbada en la cama del hotel, con la camiseta del campamento toda sudada y las ideas completamente revueltas. De repente, el pitido que me despertó, vuelve a importunarme, tan irritante como la primera vez; era mi móvil, y esa era la tercera llamada perdida. Tenía que asegurarme de cambiar el tono de llamada.

10 minutos después bajaba a toda prisa por las escaleras del hotel para reunirme con mis padres en la entrada, sin embargo, cuando llegué abajo, me encontré a la persona a la que menos me apetecía ver en ese momento; Amina me esperaba sentada en uno de los sillones rojos de la recepción.
 - ¿Qué haces tú aquí? - Pregunté bastante cabreada.
 - Vaya, veo que por fin te has dignado a bajar, me estaba empezando a cansar de esperar, no tengo mucha paciencia, ¿Sabes?
 - No tengo tiempo para tus gilipolleces, así que ve al grano, ¿Qué estás haciendo aquí?
 - He venido a advertirte. Aléjate de Diego o te aseguro que vas a desear no haber salido nunca de tu asquerosa ciudad. Natasha está empezando a hartarse de ti, y yo también, y te aseguro que no te conviene cabrearnos.
 - Mira blancanieves, estoy con Diego, yo le quiero y él me quiere y no hay nada que puedas hacer, así que deja de hacer el ridículo y vete a zorrear a otra parte. - En seguida vi como se enfurecía cuando me metí con su tono de piel.
 - Primero, como vuelvas a meterte conmigo, niñata consentida, te aseguro, que te hundo, ¿Entendido Cenicienta? Y segundo, creo que no has caído en que la única que se tiene que ir eres tú, algo que de hecho vas a hacer muy pronto, así que ten algo de sentido común y aléjate de él antes de que sea tarde.
 - ¿Tarde para qué? ¿ Para que tú tengas alguna oportunidad con él? Pues lo siento mucho, guapa, pero eso es algo que perdiste hace tiempo.
 - Tarde para que me harte de ti y de tu rollo de princesita de cuento que por fin ha conseguido a su príncipe, porque siento decirte que solo llevas aquí una semana y que dentro de otra ya nadie va a acordarse ni de tu nombre, ni siquiera Diego. Y aunque sea verdad que te quiero lejos de él, de mi y de esta ciudad, voy a darte un consejo para que ahorres lágrimas, olvídale, y no lo digo por mi, lo digo porque si sigues con esto, cuando le pierdas lo vas a pasar muy mal, no te imaginas lo duro que resulta perder a Diego, así que hazte un favor y suavízate un poco el golpe. - Y mientras pronunciaba la última frase, una lágrima resbaló por su mejilla.
Abrí la boca para contestar, pero al darme cuenta de que no tenía nada coherente que decir la volví a cerrar sin decir absolutamente nada. Amina se secó la cara con la mano y tras una mirada que solo podía clasificarse como la más triste que he visto nunca, salió por la puerta principal como si no hubiera pasado nada.

Dejé pasar un par de minutos antes de salir para asegurarme de que Amina se había ido, y cuando consideré que me había repuesto del todo de nuestra "conversación" eché a andar hacia la puerta, donde esperaban mis padres, ajenos a todo lo que había ocurrido a escasos metros de donde estaban.
- Hola.
- Por fin. ¿Qué estabas haciendo? Has tardado mucho...
- Es que me habeis pillado dormida y me he dado una ducha para despejarme, por eso he tardado. - Me exusé, aunque sabía que no les había convencido.
- Bueno, no importa, vámonos ya. - Nos apremió mi padre, impaciente por zanjar la conversación.
- ¿A dónde vamos?
- A tomar algo por la plaza y a dar un paseo.

Un cuarto de hora después bajamos del taxi en Jama el Fna, la famosa plaza de Marrakech.
Paseamos por aquel lugar abarrotado de gente durante al menos una hora; dimos una vuelta por las pequeñas tiendas que hay en la plaza, aunque no pasamos en ningún momento por la de Anna, algo que en parte me supuso un alivio ya que la situación habría sido algo incómoda con mis padres delante...
Cenamos en los puestos de comida que aparecían en la plaza cada vez que el sol desaparecía. Al terminar de cenar, mis padres decidieron que era hora de volver, sin embargo, yo insistí en quedarnos un rato más con la esperanza de ver a Diego antes de marcharnos.
Llevábamos ya 20 minutos dando vueltas y mis padres empezaban a preguntarse el porqué de mi repentino interés por quedarnos en la plaza cuando vi a Pepe y a Javier en una de las tiendas del fondo.

- Voy a ver una tienda, esperadme aquí.
- Te acompaño, yo también quiero ver algo para llevarle a la abuela.
- No, no hace falta, además es una tienda de... camisetas, no creo que a la abuela le vayan a gustar.
- ¿Ya has estado?
- Si, el otro dia, cuando fui a dar una vuelta.
- Está bien, yo voy a mirar aquellos bolsos, no te despistes.
- Vale, voy en seguida.

Y con una sonrisa salí corriendo en dirección a la tienda de Anna sin saber lo mal que acabarían las cosas esa noche.

- Hola.
- ¡Hola! - Exclamó Pepe mientras me plantaba dos sonoros besos en las mejillas. - ¿Qué haces aquí? ¿Y tus padres?
- Están mirando bolsos por ahí. ¿Habeis visto a Diego?
- Sí, está abajo.
- Vale, gracias.
Y con una sonrisa bajé las escaleras que conducían a la casa-almacén de Anna.

- ¡Lucía!
- Hola Anna, hola Rubén. - Dije saludándolos a ambos.
- ¿Como estás? - Me preguntó Anna.
- Bien, aunque me he pasado el día durmiendo...
- Ya, a mí me ha pasado igual. ¿Estás buscando a Diego?
- Sí...
- Está alli. - Dijo señalando una puerta al final del pasillo.
- Vale, nos vemos luego.
- Vale.
Me dirigía hacia la puerta que me había indicado Anna, cuando vi salir de ella a una chica morena, de unos 18 años. Era alta y delgada, y a decir verdad, bastante mona. Iba riéndose a caracjada limpia y Diego iba detrás de ella. Al verlos no pude evitar sentirme algo celosa, pero no eran celos malos, era como una especie de envidia sana al ver lo bien que parecían pasarlo juntos.
- Hola...
- ¡Lucía! - Dijo Diego dedicándome una preciosa sonrisa. - Mira, te presento a Macarena; Macarena, ella es Lucía.
- Hola.
- Hola.- Dijo también con una sonrisa. Parecía una chica muy alegre. - Tenía muchas ganas de conocerte, ¿Sabes? Es que Diego no ha parado de hablar de ti en toda la tarde. No veas lo pesado que se ha puesto con eso de que teníamos que conocernos... - Me reí con ganas ante la mueca de exasperación que le dedicó Diego a su amiga.
- Bueno, pues ya nos conocemos.
- Si, pero ahora me tengo que ir, lo siento mucho.
- No importa, ya quedamos un día los tres y hablamos.
- ¿Qué tal mañana?
- No sé si mis padres me dejarán...
- Bueno, pues dame tu movíl y ya hablamos.
- Vale.
Y tras decirle mi número de teléfono y una rápida despedida, Macarena salió corriendo escaleras arriba.

- Vaya, a ver si ahora te vas a llevar mejor con Macarena que conmigo...
- No seas tonto, anda. Vamos arriba, y de paso me cuentas todas las cosas que has dicho de mi esta tarde.
Diego baja la mirada con la cara completamente roja y una sonrisa en la cara.
- Venga, vamos. Conténtate con saber que todo eran cosas buenas.

Subimos arriba seguidos de Anna y de Rubén que mantenían una acalorada discursión sobre una chica llamada Sandra que no tenía ni idea de quien era.

- Bueno, yo me tengo que ir que mis padres deben de estar ya de los nervios.
- ¿Y no te puedes quedar un ratito más? - Sugirió Diego poniendo su cara a pocos centímetros de la mía.
- No, aunque a mi también me gustaría... - Dije sonriendo antes de que Diego hiciera desaparecer la distancia que había entre nosotros y me besase. El beso se prolongó durante un par de minutos, hasta que al abrir los ojos y mirar al exterior de la tienda descubrí horrorizada a Amina caminando directa hacia nosotros seguida de mis padres, que miraban hacia la tienda sin poderse creer que hace unos segundos su hija tuviera la lengua metida en la garganta de aquel chico moreno con los ojos azules.

jueves, 26 de mayo de 2011

Capítulo 21

Antes de nada, lo siento muchisimo por llevar tanto tiempo sin escribir. Ya se que lo he dicho mas veces, pero es que estamos a final de curso y estoy liadisima entre trabajos, examenes... en fin, que lo siento. Por cierto, los retos esos que voy subiendo son pequeñas historias que escribo siguiendo unas pautas que me da una amiga. No pensaba ponerlos, pero me gustan asi que, espero que a vosotros tambien. Muchos besoos y lo siento. Ahi va el capítulo:

Cuando volví a salir al patio, la fiesta había acabado. La música estaba apagada, la mayoría de la gente se había ido, y los pocos que quedaban ayudaban a limpiar y recoger el jardín.
- ¡Lucía! ¿Dónde estabas?
- Dentro, ¿Por qué?
- Nada, te estaba buscando por si querías ir a desayunar. Conozco un sitio muy bueno aquí cerca, luego si quieres te acerco al hotel.
- Vale, pero invitas tú.
- Que cara...
Me eché a reir y cogiéndole de la mano salimos corriendo de la casa.

Después de unos 5 minutos en moto, Diego paró delante de un sitio que yo conocía muy bien, no pensé
que hubiera un Starbucks en Marruecos.
- ¡Un Starbucks!
- Me alegro de que te guste la idea. - Dijo con una sonrisa.
- No pensé que hubiera uno aquí.
- ¡Ni que Marruecos fuera un país tan anticuado hombre!
Entramos en la cafetería, no era muy grande, sin embargo tenía un aspecto muy parecido al que tenían todos los Starbucks en Madrid. Mesas redondas que parecían tableros de ajedrez, algunas sillas de madera, un par de sillones, la misma barra, las mismas paredes... Era como estar de vuelta en Madrid, pero con Diego. Como me gustaría que pudiese venir conmigo, entonces no tendría de que preocuparme...
- ¿En que piensas?
- En que me encantaría que esto no acabase nunca.
No dijo nada, solo sonrío y me dio un fugaz beso en los labios.
- ¿Que quieres tomar?
- No se, cualquier cosa, ¿Tú que vas a pedir?
- Un café, ¿Te pido uno?
- Vale, te espero en la mesa.
Elegí una mesa para dos, junto a una ventana enorme que daba a la calle. Era temprano, pero aun así había mucha gente corriendo de un lado para otro, todos vestidos de traje y con un maletin en la mano. No pense que la parte moderna de Marruecos fuese... en fin, tan moderna.

- Ya estoy aqui. - Dijo Diego dejando la bandeja con dos cafes en la mesa.
- Vamos a jugar a un juego. - Dije yo sonriente.
- Miedo me das.
- ¡Calla! - Dije dandole un ligero golpecito en el brazo. - Es un juego que me enseño mi padre. Consiste en elegir a una persona de la calle e inventarse cosas de ella. Cada uno tiene un minuto, el que mas cosas diga de la persona, gana.
- Me parece bien. Empiezo yo.
- Vale, pues hablame de... ¡Esa señora! - Dije señalando a una mujer por la ventana.
- Bien. Esa señora se llama Margarita. Tiene 3 hijos y es viuda. Va corriendo a trabajar, es secretaria y tiene una relacion secreta con su jefe... Emm...Sus hijos de llaman Jaime, Almudena y Paula, se pelean todo el rato y su madre esta harta de ellos. Margarita vive en la parte antigua de la ciudad en una casa pequeña porque no gana suficiente a pesar de que el jefe no hace mas que subirle el sueldo...
- ¡Tiempo! Me toca.
- Vale, hablame del señor ese de a camisa roja.
- A ver, ese señor se llama Joaquin. Esta soltero porque no le gustan las relaciones largas y ademas ninguna mujer quiere estar con el porque es muy mala persona. Su color favorito es el azul, pero el rojo le da suerte, y hoy tiene una entrevista de trabajo para ser camarero, lo que pasa que va de traje para aperentar que tiene un cargo importante. Tiene un hijo que vive con su madre en Australia, pero no lo conoce y no se habla con la madre. Vive en casa de su madre porque se ha quedado sin dinero al hacer una mala inversion. Tiene 7 hermanos y 4 de ellos tambien viven con su madre. Su padre murio en un accidente el año pasado, por eso ya no coge nunca ningun tipo de transporte...
- ¡Tiempo! Esta claro quien ha ganado...
- Yo, obviamente, pero no sufras, es cuestion de practica.
- ¡Pero que mentirosa! Claramente he ganado yo.
- ¡Que dices! Mira, ahora veras. - Dije levantandome de la mesa y acercandome a la de al lado, donde una pareja charlaba animadamente. - Perdonen, ¿Podrian decirle a mi novio que mentir esta mal y que yo tengo mas imaginacion que él? - Ambos se quedaros mirandome sorprendidos.
- Disculpen, esta borracha. - Y dicho esto me cogio de la mano y me hezo volver a la mesa ante la mirada de desaprobacion de la pareja.
- ¿Pero que haces?
- Joder, que sosa es la gente aqui, en Madrid son mas simpaticos...
- Ya, pero esto no es Madrid.
- Venga, Diego, no me digas que no ha sido gracioso.
- Esta bien, ha sido divertido, pero no lo hagas mas, que la verguenza que he pasado... - Dijo mientras una sonrisa se le dibujaba en la cara.
- Tienes que venir conmigo a Madrid, entonces sabrias lo que es pasar verguenza.
- No quiero ni pensar lo que haces alli...
- Hablo en serio, vente conmigo. - Dije sonriendo.
- Lucía, no tengo dinero, ¿Como quieres que me pague el viaje?
- Bueno, es igual, no pensemos en eso ahora. - Dije tratando de cambiar de tema.
- Vale. Ya son las 8, ¿Te llevo al hotel?
- Si, por favor.
- Que pocas ganas tienes de estar conmigo... - Dijo haciendo un puchero.
- Es que estoy agotada, ha sido una noche larga.
Diego sonrio y dio un descarado beso en la boca.
- ¿Esto no te da verguenza o que? - Le dije riendome cuando se separó
- Anda, vamos.

Tardamos unos 20 minutos en llegar al hotel, esperaba que mis padres estuviesen durmiendo todavía, aunque, a decir verdad, lo dudaba, eran las 8:30 de la mañana y les encantaba levantarse temprano en vacaciones, no los entendia.
Diego paró la moto justo delante del hotel.
  
   - Bueno, yo me subo ya, que estoy agotada.
   - ¿No te despides de mi?
   - No, te dejo con las ganas para luego. - Respondí con una pícara sonrisa.
   - ¿Para luego? ¿Es que nos vamos a ver?
   - ¡Hombre pues claro! Esta noche voy a la plaza con mis padres, pero es tan grande que seguro que me...
No me dejó acabar la frase, me besó. No me pilló desprevenida, la verdad era que lo estaba esperando.
   - Pierdo. - Dije sonriendo cuando acabó.
   - Seguro que yo también me separo del grupo por accidente a eso de las 9...
   - Eso espero. - Y dandole un beso en la mejilla salí corriendo hacia el hotel.
Pedí la llave de mi habitación en recepción y me metí en el ascensor, pero cuál fue mi sorpresa al encontrarme a Marco dentro de él.

   - Parece que es nuestro destino encontrarnos en los ascensores.
   - Hola, Marco, ¿Qué tal la fiesta?
   - Muy bien, aunque casi no te he visto, ¿Dónde has estado?
   - Es una larga historia, no preguntes.
   - Vale. Por cierto, ¿Natasha y Amina son amigas tuyas?
   - ¿Por qué? ¿Que te han dicho?
   - Nada, han intentado convencerme de que me liase contigo en la fiesta...
   - ¡Serán putas!
   - ¿Que pasa?
   - Nada, tú no hagas nada de lo que te digan.

Llegamos y me bajé del ascensor bastante cabreada. Esas chicas eran insoportables, ¿Es que no iban a dejarme en paz?

   - ¡Lucía!
   - Hola, mamá.
   - ¿Y esa ropa?
Mierda. Se me había olvidado cambiarme.
   - Nada, mamá, que... Se me manchó la camiseta y Anna me dejó algo de ropa...
   - Hay que ver, Lucía, tienes que tener más cuidado... Bueno, date prisa y cambiate de ropa, que nos vamos.
   - Mamá, estoy agotada, no he dormido en toda la noche...
   - Está bien, quédate. Pero a las 7 venimos a buscarte para ir a dar una vuelta y a cenar.
   - Vale. Gracias, mamá. Te quiero, un beso.
Mi madre se fue y yo me metí en la habitación. Me quité la ropa que llevaba, era raro que mi madre no se hubiese dado cuenta de que el vestido era mio, pero bueno, mejor para mi. Me puse mi camiseta del campamento, la que usaba para dormir, abrí la cama, apagué la luz y en seguida me quedé dormida.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Capítulo 20

Mientras daba vueltas entre la gente me sorprendí al darme cuenta de que ya empezaba a clarear, debian ser alrededor de las 6. ¡Qué rapido se me había pasado! Aunque la verdad es que habia sido la mejor fiesta en la habia estado nunca, probablemente tuviera mucho que ver con Diego.
- ¡Lucía!
- ¡Rubén! Te estaba buscando.
- ¿Anna está bien?
- Sí, si, todo arreglado, pero te está esperando.
- Vale, muchas gracias. - Y después de un rápido beso en la mejilla salió corriendo.
Eché a andar sin rumbo fijo entre la gente, necesitaba asimilar todo lo que había pasado en tan solo una noche. Diego. Sí, estabamos juntos. No me parecía lógico ni correcto, pero los dos lo preferíamos así. Como me había dicho Diego hacía un rato, iba a centrarme en el presente, estas eran mis vacaciones, y pensaba disfrutarlas al máximo. Por otro lado tenía miedo. Tenía miedo de volver a pasarlo mal, de que todo se acabase, de volver a Madrid y no verle nunca más, o de que me hiciera daño, no descartaba esa posibilidad, al fin y al cabo tampoco crei posible que Carlos lo hiciera, pero lo hizo. Sin embargo, me sentía bien cuando estaba con Diego, confiaba en él, era una sensación maravillosa.
Cuando me di cuenta estaba en la habitación donde estaban los bolsos y las chaquetas. Ya puestos, decidí mirar si tenía alguna llamada de mi madre. Busqué mi bolso entre todos los que había encima de la cama, lo abrí y saqué el móvil. 5 llamadas perdidas: 3 de mi madre, 1 de un número desconocido y... Carlos. Me quedé como paralizada, no podía reaccionar. ¿Cómo se atrevía a llamarme después de lo que pasó? Menudo imbécil... De pronto el sonido de un "bip" me sobresaltó. Era un mensaje: "Te echo de menos Lu, sé que me comporté como un imbécil y lo siento, me arrepiento muchísimo de lo que pasó aquella tarde en mi casa, no sabes lo mucho que he pensado en ti Lu. Supongo que no querrás saber nada de mí, pero necesito saber que estás bien. Te Quiero." Después de leer el mensaje no pude hacer otra cosa que sentarme en una esquina de la habitación y echarme a llorar. Sabía perfectamente que no volvería a confiar en él, que no volvería a tener nada con él, pero aún así, Carlos lo había sido todo para mí hacía no demasiado tiempo, todavía no había tenido tiempo de olvidarle, porque una cosa era que yo ya no le quisiera como antes, pero no me podía negar que me había dejado marca, fue la primera persona de la que me enamoré y eso nunca se olvida del todo. Sin embargo, tenía que sobreponerme, no podía dejar que ese imbécil me hundiera, así que, haciendo un gran esfuerzo, dejé de llorar, me sequé los ojos y me puse de pie, ya había llorado suficiente por una noche.
Salí despacio de la habitación, con el móvil en la mano, decidí hacer una parada en el baño para lavarme la cara, no quería que nadie se diera cuenta de que había estado llorando, otra vez. Subí a la segunda planta y, por suerte, el baño estaba libre. Entré y puse el cerrojo. Al mirarme al espejo me di cuenta de que aún tenía los ojos húmedos, pero me negaba a derramar una lágrima más por él. No le creía, nada de lo que pudiera decir arreglaría jamás lo que pasó, nunca podría volver a confiar en él, le había dado ya demasiadas oportunidades. ¿Qué me quería? ¡Já! Y una mierda, además, si tanto me echaba de menos, no tenía porqué haber esperado 2 meses para pedir perdón, ya era demasiado tarde. Tal vez debería contestar... Sí, tenía que hacerlo, pero no ahora, no estaba de humor, además, quería disfrutar de lo que quedaba de la fiesta.
Me lavé la cara y me quedé encerrada en el baño hasta que se me pasó el hipo, me miré de nuevo al espejo. Perfecta, nadie se daría cuenta. Salí del baño y fui de nuevo a la habitación a dejar el móvil, entonces recordé que tenía que llamar a mi madre, pero aun era pronto, eran casi las 7, la llamaría en un par de horas.

miércoles, 9 de marzo de 2011

:S

Se que es muy corto, pero esque llevo mucho tiempo sin inspiracion! :S Ademas ultimamente he estado muy ocupada, pero intentare recuperar el ritmo en semana santa, un besoo para todas y muchisimas gracias por leerme, en serio :)

Capítulo 19

Salí de la habitación dispuesta a arreglar las cosas con Anna, esperaba encontrarla en el patio o en alguna de las habitaciones. Llevaba ya un rato buscandola cuando mi movil empezó a sonar, era ella. Lo cogí en seguida bastante preocupada.
- Hola Anna...
- Hola.
- ¿Dónde estás?
- Fuera, en el banco de fuera de la casa.
- Voy para allá.
- Vale.
Colgué y salí disparada por el pasillo, nada más salir al patio, Rubén se acercó a mi.
- ¿Qué le pasa a Anna? Sé que tú lo sabes. - Dijo sujetándome por lo hombros.
- No lo sé.
- No me mientas, ¿Qué le pasa? - Parecía realmente preocupado.
- Suéltame, tengo que hablar con ella.
- Lo siento. - Dijo dejándome en el suelo. En su cara no había ni rastro de ese niño inmaduro de siempre.
- Rubén, relájate. En serio, no es grave.
- ¿Seguro? ¿No es por mí no?
- Te lo prometo, no tiene nada que ver contigo, aunque no estaría de más que fueras a hablar con ella después, le gustas mucho.
- Lo sé, ella a mi también me gusta.
- Ahora me tengo que ir, después te aviso, ¿Vale?
- Vale.
Y dándole un beso en la mejilla desaparecí entre la gente. Salí a la calle y miré alrededor, ahí estaba ella, sentada en el banco con la cabeza baja. Me senté a su lado y me quedé callada, esperé a que ella tomara la palabra.
- Lo siento. Supongo que Diego ya te habrá contado por qué me puse así, ¿No?
- Si. Pero no lo entiendo, ¿Por qué me animaste a estar con él si luego te iba a sentar mal? Además, pensé que a ti te gustaba Rubén...
- A ver, lo mio con Diego pasó hace mucho y ya está olvidado pero no sé, llevaba un rato buscándote y supongo que verte ahi con Diego me sentó mal, pero al pensarlo en frío me he dado cuenta de que me he comportado como una ex celosa...
- No importa, en serio, además, yo debería habértelo contado, pero esque Diego me dijo que no lo hiciera y...
- ¿Diego te dijo que no me lo contases?
- Si.
- ¿Por qué?
- Decía que no sabía como podias reaccionar.
- Bueno, al final él tenía razón, no me lo tomé bien en su momento, pero ahora me alegro mucho por tí, en serio.
Las dos nos dimos un fuerte abrazo que borró cualquier resto de rencor que hubiera quedado.
- Por cierto. - Dijo Anna. - Ten mucho cuidado con Amina y Natasha, me las he cruzado antes y están que echan humo, no te creas nada de lo que te digan.
- No, si ya. Me he dado cuneta yo solita.
- ¿Que te han dicho?
- Pregunta mejor por lo que han hecho.
Le conté lo ocurrido durante el juego y las mentiras que me había dicho Amina antes de eso.
- Serán... Te juro que voy ahora mismo y le parto la cara a esa niñata consentida...
- No, no hagas nada, prefiero ignorarlas, no quiero buscarme problemas.
- Está bien, pero como te hagan algo...
- No te preocupes. Por cierto, hay alguien que está esperando para hablar contigo.
- ¿Rubén?
- Estaba muy preocupado.
- Pobrecito, bueno, dile que venga anda, a ver si pasa algo de una vez, que ahora me toca a mi conseguir al chico ¡Eh!
- Si, si, mucha suerte.
- ¡Gracias!
Y con un último abrazo nos despedimos y volví en busca de Rubén.

lunes, 21 de febrero de 2011

Capítulo 18

No sé cuanto tiempo pasé llorando abrazada a él. No podía creerlo, no quería creerlo.
- Por favor, Lucía.
- N..no. - No podía parar de llorar.
Me abrazó con fuerza apoyó su cabeza en la mia, no dijo nada más hasta que paré de llorar. Nos quedamos un rato en silencio, sin movernos.
- Lucía, déjame que te lo explique.
- No, no quiero saberlo, no quiero saber nada más de ti. Amina tenía razón.
- ¿Qué? ¿Qué te ha dicho?
- La verdad.
Me levanté dispuesta a marcharme, pero Diego me lo impidió y me obligó a sentarme de nuevo junto a él.
- Déjame en paz.
- No. Lucía, no te vas a ir hasta que no me dejes que te lo explique.
- Esta bien. Habla.
- Lo primero, ¿Que te dijo Amina?
- Que seguis juntos, que eres un mentiroso y que eres incapaz de querer a nadie.
- Amina y yo no estamos juntos, nunca te he mentido y decir que te quiero es poco. - No pude aguantar su mirada así que bajé la cabeza.
- ¿Y como es que todas las chicas que hay aquí se han liado contigo?
- Solo esas tres, Amina y Natasha han debido de organizarlo así. Por cierto, con Natasha no me he liado. No entendía como podía sonreir en un momento así.
- Solo, dice. ¿Te parece poco?
- ¿Con cuantos chicos te has liado tú?
- No es lo mismo.
- ¿Por qué no?
- Porque... porque no. - Me estaba quedando sin argumentos, y Diego se dio cuenta. Me abrazó y me dio un suave beso en la frente.
- Te quiero.
No dije nada, le quería, le quería mucho, pero tenía miedo, sabía que esto no podía durar, solo me quedaban 10 dias.
- Diego.
- ¿Qué?
- De todas formas creo que no deberíamos vernos más...
- ¿¡Qué!? ¿Por qué?
- Porque me voy en 10 días, Diego.
- ¿Y qué? Podemos estar juntos hasta entonces.
- Pero luego sería peor, no sé si me compensa.
- Deja de pensar en el futuro y céntrate en el presente. Solo durante 10 días.
- ¿Pero es que no te das cuenta? Mis padres deben estar hartos de que salga con gente de aquí, no creo que me dejen salir muchos días más, se quedaría todo en un par de días, y...
Pegó sus labios a los míos dejándome con las palabras en la boca. Tenía que pararle, no quería terminar de enamorarme de él. Le devolví el beso. Me tumbó en la cama y se colocó encima de mí sin dejar de besarme, suponía lo que quería hacer, pero no iba a decir nada, todavía. Sin embargo, fijó sus ojos en los míos y sonrió, su mirada transmitía mucha confianza, de todas formas, no estaba dispuesta a hacerlo. Siguió besándome, sin intentar nada, cuando de pronto, alguien abrió la puerta de golpe y nos interrumpió.
- ¡Anna! ¿Que haces aquí? - Pregunté mientras me ponía de pie y me alisaba el vestido.
- ¿Que haceis vosotros aquí?
- Emm...yo...pues...
- Anna, estas no son formas, no dejas de interrumpirnos ¡Eh!
- ¿Lucía, por qué no me lo contaste? - Preguntó Anna ignorando a Diego.
- Te lo iba a contar, pero no te encontraba...
- ¿Y a Pepe si?
- A Pepe se lo conté yo. - Dijo Diego.
- Estaba con Diego, iba a contartelo después... - Dije ignorando la intervención de Diego.
- Ya, seguro. Diego, estarás contento, has conseguido lo que querías.
- Mucho. - Respondió él mientras me abrazaba.
- Pero Anna, ¿Que te pasa? Se suponía que tú querías que estuviera con él.
- Ya, pero me lo tenías que haber contado.
- ¡Te lo iba a contar!
- ¿Cuando?
- Cuando nos viéramos.
- ¿Como íbamos a vernos si tu no hacías más que darle besitos a este imbécil?
- Joder, Anna, no sé que te pasa, cunado te tranquilizes me avisas y te lo cuento todo.
Y soltando un bufido salió de la habitación dando un portazo. Nunca la había visto así. Es cierto que no la conocía mucho, pero no imaginé que reaccionaría así. Entonces recordé algo que me dijo Diego.
- ¿Cómo sabías que iba a reaccionar mal?
- No estaba seguro, pero prefería no arriesgarme.
- ¿Pero por qué?
- Porque ella y yo estuvimos juntos.
Me quedé sin palabras, no sabía que decir. No estaba enfadada ni molesta ni celosa, pero me resultaba raro. Tenía que hablar con Anna, pero no así, no hasta que no se relajase un poco, aunque en el fondo, la entendía. Pero a ella le gustaba Rubén, ¿No? Que lioso era todo...
- Lucía. Lucía dime algo.
- ¿Que quieres que te diga? Me ha sorprendido, eso es todo, en serio. - Respondí con una sonrisa dándole un pico. - Por cierto, ¿Cómo es eso de que alguna vez has besado a un chico?
- Una apuesta, tenía que darle un pico a Javier.
- ¡Eso no es besarse con él!
- ¡Claro que sí!
Y nos seguimos besando entre carcajadas.

martes, 15 de febrero de 2011

Capítulo 17

Salimos al jardín cogidos de la mano, no podía creer que todo esto fuera verdad, era todo tan perfecto...
- Ahora vengo, espérame aquí.
- ¿A dónde vas?
- Tengo que hablar con un amigo, pero no tardo.
Y con una sonrisa me soltó y le perdí de vista. Agradecí enormemente que Anna me hubiera dado ánimos para estar con Diego, pero no entendía a qué venía eso de no contarle nada, a Pepe se lo había contado, y estaba segura de que no tendría ningún problema para decírselo a los demás, ¿A qué venía esa manía con Anna?
Entonces, las dos personas que más odiaba en esos momentos aparecieron delante de mí completamente fuera de sí.
- Aléjate de Diego, te lo digo en serio. - Natasha estaba enfadada, muy enfadada, tanto que daba miedo.
- ¿Y si no qué?
- Si no lo vas a pasar muy mal. - Amina sonreía, pero se podía vez que estaba negra de rabia. - Además, Diego no te conviene.
- ¿Ah no? ¿Y por qué exactamente?
- Porque Diego es un mentiroso, es incapaz de querer a nadie. Si lo sabré yo que llevo 4 meses con él.
- Me dijo que lo dejasteis...
- ¿Lo ves? Solo quiere pasarselo bien 2 semanas y luego se buscará a otra. Él y yo seguimos juntos.
- No te creo. - Dije al borde del llanto.
- Haz lo que quieras, pero no vengas a llorarme cuando te mande a la mierda. No le importas, igual que no le importo yo ni le importa nadie.
- ¿Y entonces por qué estás con él?
- Porque es guapo, está bueno y besa muy bien. - No podía articular palabra, sabía que si abría la boca me pondría a llorar, así que Amina continuó. - Estuve hablando con él hace un rato, se lio contigo por una apuesta con una amigo suyo, no te quiere, no le importas. ¿Si no, dónde está ahora?
- A ido a hablar con... - La voz se me quebró y las lágrimas empezaron a desborar de mis ojos. No podía ser verdad. Yo confiaba en Diego.
- Ahi lo tienes. Aléjate de él. No es bueno para tí.
- No, no te creo, déjame en paz.
- Peor para tí.
Y diciendo esto se fueron las dos, dejándome sola con mis dudas. No podía ser cierto, ¿Verdad? Diego no me haría algo así, me lo habían dicho todos, hasta su hermana.
- ¿Me has echado de menos?
Su voz. Decidí que lo mejor era no decirle nada de la charla que acababa de mantener con... su ex-novia.
- Mucho.
- ¿Quieres que vuelva a raptarte? - Preguntó con esa sonrisa pícara que me encantaba.
- Me encanta.... - Antes de que pudiera terminar, Pepe apareció de la nada.
- ¡Venid que vamos a empezar a jugar al "Yo nunca nunca"!
- Pepe tio, que mal momento...
- ¿Interrumpo algo? - Dijo mirándome alusivamente.
- Pues la verdad esque si, estaba a punto de raptarla.
- Bueno, bueno, pues os dejo. Pero en un rato venis, ¿Vale?
- Vale.
Pepe se fue tan repentinamente como había llegado.
- ¿Se lo has contado?
- Pues claro, es mi mejor amigo.
- ¿Y por qué a él si y a Anna no?
- Lucía confía en mí, es mejor que no se lo digamos aún.
- Pero, ¿Por qué?
- Porque no sé como se lo va a tomar, dejémoslo ahi.
- Está bien. - No quería ser demasiado pesada. - Vamos a jugar anda.
- ¿No querías que te raptara?
- Sí, pero no podemos dejar colgado a Pepe ¿No?
Y con una sonrisa le cogí de la mano y nos juntamos con el resto de los invitados.
Éramos solo 10 personas: Pepe, Diego, Javier, un chico y tres chicas que no conocía, Amina, Natasha y yo. Nos sentamos en un círculo y el anfitrión repartió los vasos y sirvió chupitos de vodka a todo el mundo. Empezó el chico desconocido.
- Yo nunca nunca... he besado a un chico.
Todas las chicas bebimos y para mi sorpresa Diego y Javier también bebieron entre carcajadas.
- Ya me lo explicarás luego... - Le dije riéndome también.
Le tocaba el turno a una de las chicas.
- Yo nunca nunca... he besado a una chica.
Bebieron los chicos. Turno de Natasha.
- Yo nunca nunca he besado a Diego.
Me quedé helada al ver cómo todas las chicas del círculo se bebían un chupito, pero no iba a dejar que esa bruja se saliera con la suya, así que contuve las lágrimas y bebí. Diego me miró y sin decir una palabra me agarró de la muñeca, y me arrastró hasta la casa.

Perdoon! :)

Perdonadme por no subir nada últimamente pero estuve de viaje y luego de exámenes, el finde, fue simplemente falta de tiempo y de inspiración xD
De todas formas os dejo el siguiente capítulo. :)

domingo, 30 de enero de 2011

Capítulo 16

- ¿Estaís bien? - Dijo Anna. Parecía realmente asustada.
- Sí, sí, pero dame la chaqueta.
- Toma. - Me tendió mi chaqueta y me la puse en seguida.
- Vámonos ya, por favor.
- Sólo hemos traído la moto. Rubén.
- Dime.
- Lleva a Lucía, y yo y Diego nos volvemos andando.
- ¡Eh! No es justo. - Protestó Diego. - Yo también tengo frío, además, Rubén a venido en moto así que me toca volver a mí. ¿Verdad que no te importa que te lleve yo, Lucía?
- No, me da igual, pero vámonos.
- A mí no me importa. Anna, yo voy contigo andando.
- Vale.
Diego y yo nos encaminamos hacia la moto de Rubén.
- ¿Sabes llevarla no? - Pregunté un tanto preocupada.
- Pues claro, yo también tengo una.
- Otro día me la enseñas.
- Cuando tú quieras, princesa.
Enrojecí ligeramente, nadie me había llamdo así antes, pero me gustaba, me gustaba mucho. Diego lo notó y soltó una carcajada.
- Venga sube.
Y con una sonrisa arrancó la moto y nos alejamos del sitio dónde más feliz me había sentido en toda mi vida.
No hablamos en todo el camino de vuelta, me conformaba con el contacto de su cuerpo contra mis brazos. Aparcó la moto en la entrada de la casa y nos bajamos. Me dio un suave beso en los labios y con una sonrisa se perdió entre la gente. Genial. Sola de nuevo.
- ¡Lucía!
Vi a Pepe saludando desde el borde de la piscina, estaba empapado.
- ¿Pero que has hecho?
- Nada, que me han tirado a la piscina. Que susto nos habeís dado Diego y tú. ¿Dónde estábais?
No sabía si contárselo, Diego me había pedido que no se lo dijera a Anna, pero, ¿Y Pepe? Era su mejor amigo...
- En un patio de por ahí, me puse a andar, Diego me siguió y nos perdimos.
- ¿Y nada más? ¿No pasó nada?
- No. - Decidí que si Diego quería se lo contaría el mismo.
- Pues mira que es estúpido... - Lo dijo en voz muy baja, pero aún así lo oí.
- ¿Qué?
- Nada.
Lo dejé estar, al fin y al cabo ya sabía a qué se refería.
- Dame un abrazo. - Dijo con una sonrisa burlona.
- ¡No!
Casi se me lanzó encima, me agarró y me dio un fuerte abrazo que parecía interminable. Cuando se separó, mi vestido volvía a estar mojado de nuevo. Parece que era algo inevitable.
- ¿Pero qué haces?
- Un favor.
- ¿Un favor?
- Sí, Diego me ha pedido que te moje.
- ¿Por qué?
- Me dijo que era para tuvieras que secarte. Yo no lo pillo, ¿Tú?
- No...no, yo tampoco. Voy a dentro, ¿Vale?
- Ya. Seguro.
No parecía haberme creído, pero no era culpa mía ser mala mentirosa. Entré corriendo el la casa, y subí las escaleras hasta el baño en el que me había secado el vestido la otra vez, sabía que Diego estaría allí. Llegué a la puerta del baño, pero antes de que pudiera abrirla, alguien me tapó los ojos los una mano y con la otra me condujo de la cintura hasta una habitación cercana.
- ¡Diego!
- ¿Qué?
- Nada, me gusta que me raptes.
- Entonces no será la última vez.
- ¿Cómo sabías que antes vine a secarme aquí?
- Me lo dijo Amina, la chica que estuvo contigo.
- Contigo también.
Me sujetó la barbilla, obligándome a mirarle a los ojos. Aquel azul mar me perdía.
- Con Amina no hay nada, estuvimos saliendo un par de meses, no funcionó y lo dejamos, ya está.
- Pues esta tarde no parecía que lo hubieseis dejado.
- Lo sé, ella se lanzó y yo no me aparté, debería haberlo hecho, pero no fue nada más, en serio, con ella ya no hay nada.
- Vale.
- ¿Quieres ir abajo?
- ¿Me vas a dejar sola otra vez?
- No, te lo prometo.
- Entonces vamos.
Y con una sonrisa tonta en la cara, bajé las escaleras acompañada de aquel chico guapo de los ojos azules, sin saber, que alguien llevaba un rato escuchando detrás de la puerta.

jueves, 27 de enero de 2011

Capítulo 15

Daba vueltas por aquel minúsculo espacio, desesperada. ¿Y si no nos encontraban? Quería volver a la casa de Javier, buscar a Anna y contarle todo lo que había pasado, ella habría sabido qué hacer, qué decirme, sin embargo, Diego, estaba de pie, apoyado en una esquina, mirando al suelo. Tenía la piel de gallina, eran las 10 de la noche y me había dejado la chaqueta en la habitación.
- Tengo miedo, Diego.
Levantó la vista y me miró.
- Ven.
Me acerqué a él y dejé que me atrapara entre sus brazos.
- ¡Pero si estás temblando!
- Me dejé la chaqueta.
Diego se sentó en el suelo y me senté delante de él, entre sus piernas. Tenía la cabeza apoyada en su hombro y él me acariciaba los brazos para darme calor.
- ¿Por qué dices que es muy complicado?
- Porque lo es.
- No. Es más fácil de lo que piensas.
- Diego, creo que te olvidas de que sólo estoy de vacaciones, que mis padres me han dejado salir dos días pero no creo que vayan a seguir así.
- No importa, nos las arreglaríamos.
- Además, ¿Quién ha dicho que yo quiera?
- ¿Tú quieres?
- ¿Y tú?
No respondió, me hizo girarme hasta quedar enfrente de él, mirándole. Entonces me besó. Al principio no reaccioné, estaba como paralizada, pero luego, al notar que iba a separarse al no recibir respuesta, me agarré a su cuello y le devolví el beso. Besaba increíblemente bien, mucho mejor que Carlos... ¿Por qué me acordaba ahora de él? No tuve tiempo de responderme, aquel pensamiento se fue tan rápido cómo había llegado. Entonces, percibí algo que no me gustó, era un sabor o un olor...una mezcla de las dos que identifiqué en seguida. Me separé un poco.
- ¿Qué pasa?
- ¿Has fumado?
- Sólo un poco...estaba nervioso. - Me guiñó un ojo.
- No me gusta el tabaco. Sabe mal...
Se echó a reír y me dio un beso en la frente.
- Entonces, ¿Ya no quieres que te bese? - Me preguntó con una sonrisa irónica. - Lucía, tranquila, todo va a estar bien ya verás. - Algo en mi expresión debió de decirle lo preocupada que estaba por lo que fuera a pasar a continuación.
Se inclinó y me dio un beso muy tierno en la frente. Entonces, justo cuando iba a besarle de nuevo, algo en su bolsillo empezó a vibrar, el móvil de Diego.
- ¡Mierda! - Soltó él al ver que yo me apartaba.
- ¡Eh sin tacos! Venga cógelo.
- Prefiero que me beses. - Dijo él con esa sonrisa descarada.
- Después, ahora cógelo.
- No.
- Diego, como no lo cojas te juro que me voy y te dejo aquí sólo.
- Pues te sigo.
Me estaba desesperando, cuando el teléfono dejó de sonar.
- ¿¡Pero qué has hecho!?
- No me gusta que me interrumpan.
- ¡Diego eres un imbécil! ¿Ahora cómo vamos a volver?
Diego me abrazó, pero yo le aparté enfadada.
- Venga, no te enfades, volverán a llamar.
En ese momento volvió a sonar el móvil.
- ¿Lo ves?
Me fui a la esquina enfurruñada y él cogió el móvil.
- ¿Si?
- ¿Diego?
- Sí, soy yo.
- ¿Está Lucía contigo?
- Sí, está aquí.
- ¿No le habrás hecho nada no?
- Pues claro que no, ¿Por quién me tomas?
- ¿Y yo que sé? En la fiesta había alcohol, podías haber bebido otra vez...
- No me lo recuerdes anda. ¿Te la paso?
- Si.
Entonces se acercó a mí y después de darme un pico me pasó el teléfono.
- Es Anna, quiere comprobar si te he violado o algo. - Volvió a poner aquella sonrisa descarada tan encantadora.
Le dí un golpecito en el hombro. No me gustaba esa broma.
- Lucía, ¿Todo bien?
- Sí, pero nos hemos perdido.
- ¿Qué ha pasado?
- Nada, salí un momento, me puse a andar, Diego me siguió y estamos en una especie de patio interior...
- ¿Hacia dónde habeis ido?
- Pues según sales a la derecha, creo que hemos ido recto al principio pero no estoy segura. Hemos tardado unos 20 minutos en llegar hasta aquí.
- Vale, salimos en seguida. Voy con Rubén en su moto así que no tardaremos.
- Luego me cuentas. Por cierto, traéme la chaqueta. Me muero de frío.
- Vale, un beso.
- Adiós.
Colgué y le dí el teléfono a Diego.
- Vienen ella y Rubén en la moto. No tardarán mucho.
- ¿Se lo vas a contar?
- ¿El qué?
- Lo que ha pasado.
- Pues no sé, ¿Quieres que se lo cuente?
- No.
- ¿Por qué?
- Confía en mí, es mejor que no lo sepa todavía.
- Vale.
Me abrazó y nos quedamos así durante un rato, entonces Diego empezó a juguetear con el cierre de mi vestido, al parecer a todo el mundo le apetecía quitármelo. Llevé una mano a la espalda y la puse encima de la suya, moviéndola de nuevo a mi cintura.
- Vale. - Me susurró.
Entonces me besó de nuevo, aquel fue diferente, posiblemente el mejor que me habían dado nunca. El sabor a tabaco casi había desaparecido, y ya no demostraba ese miedo a mi reacción como las otras veces, ahora parecía más seguro. Mejor. Uno de los dos tenía que estarlo.
De pronto el ruido de la moto nos hizo dar un bote a los dos.
- Ya nos vuelven a interrumpir.
- Que cortarollos, ¿Verdad?
Y sin añadir nada más, yo me senté en el banco y Diego se apoyó en la pared, enfrente de mí. Entonces, a toda prisa, entraron en el patio, Anna, con mi chaqueta en la mano, y Rubén.

martes, 25 de enero de 2011

Capítulo 14

Estaba allí parada, en medio del jardín, mirando cómo la gente se empujaba a la piscina. Entonces, alguien me agarró por detrás. Pegué un grito y me giré. Era Rubén.
- ¿Aún estás seca? Eso no puede ser...
- ¡Rubén ni se te ocurra!
Sin hacerme caso, Rubén me cogió un volandas y se dirigió corriendo a la piscina.
- No, Rubén por favor.
- Va está bien, pero deberías irte de aquí o acabarás empapada.
Rubén estaba de pie junto al borde de la piscina, y justo cuando iba a bajarme, alguien chocó contra él y le hizo perder el equilibrio, haciéndonos caer a ambos.
- ¡Me cago en...!
Mi vestido estaba completamente empapado, por suerte no se transparentaba, pero me estaba muriendo de frío. Salí de la piscina tiritando y con el pelo empapado. La gente parecía no haberse dado cuenta de nada, a fin de cuentas, había más de veinte personas entrando y saliendo de la piscina. Me metí dentro de casa y me puse a buscar el baño, con la esperanza de que hubiera en él un radiador o algo con lo que poder secar un poco el vestido, y de paso, mi pelo. Al fin lo encontré, en el segundo piso, entré y encontré un secador en uno de los armarios. Decidí empezar con el vestido, puse el cerrojo y me lo quité, quedándome en ropa interior. Lo cogí y empezé a pasar el secador por encima, con cuidado de no acercarlo demasiado para no quemarlo o dejar marcas. De pronto, oí unos golpes en la puerta. Mierda. Tenía que dejar el baño libre.
- ¿Está ocupado? - Era la voz de una chica, pero no me sonaba nada.
- Un momento, ya salgo.
Me puse a toda prisa el vestido todavía mojado y abrí la puerta. Sonreí al ver que aquella chica, que, al igual que yo, venía en busca del secador.
- ¿A tí también te han tirado a la piscina? - Preguntó.
- Sí, pasa y compartimos el secador.
- Gracias.
Entró y ambas empezamos a secarnos, durante un rato yo le pasaba a ella el secador por encima y luego cambiábamos. Volvieron a llamar a la puerta, esta vez era un chico, tuvimos que salir del baño aún húmedas y con el pelo mojado. Bajamos a ver si habían terminado de echarse agua. Cuando salimos al jardín, la chica,  salió corriendo y se abrazó a un chico, él estaba de espaldas, pero me pareció reconocerlo. Era Diego, y ella era la chica con la que estuvo antes. La levantó y le dio un suave beso en los labios. Aquello me dolió, era un mentiroso, me había mentido, yo no le importaba. Salí corriendo de la casa y me senté un banco, lejos de todo aquel jaleo que había allí montado. Algunas lágrimas se desbordaron de mis ojos, ya no me preocupaba de detenerlas, las dejé caer, dejando pequeñas marquitas en mi vestido ya casi seco. Tenía el pelo empapado, y tenía frío, pero no importaba, yo no importaba. Entonces alguien me agarró por detrás, de los hombros, y yo, no pude evitar pegar un grito.
- No te asustes. No quiero que tengas miedo de mí.
- No lo tengo.
- Bien. ¿Cómo es que estás aquí sola? La fiesta es dentro...
- Déjame en paz, es por tu culpa.
- ¿Por mi culpa?
- Sí.
- ¿Qué he hecho?
- Me has mentido.
- Nunca te he mentido.
- Ya. Seguro.
- Mírame. Mírame y dime que miento. Me importas, y mucho.
- Déjame, déjame en paz y vete con esa chica, seguro que te está esperando.
- No, yo con ella no tengo nada y además no te voy a dejar aquí sola.
- Además, no te he perdonado lo que pasó hace dos días.
Vi el dolor reflejado en sus ojos, pero lo ignoré. Me levanté del banco y eché a andar. Necesitaba librarme de él como fuera.
- Deja de seguirme.
No respondió, pero no se separó de mí. Llevábamos andando una media hora cuando Diego me detuvo.
- Lucía, ¿A dónde vas?
- No lo sé.
- Para, por favor.
- No, ¿qué más te da? No te importo.
- ¡Deja de decir eso! Me importas mucho, si no, ¿Por qué te iba a seguir hasta aquí?
No pude contenerme más y empezé a llorar otra vez. Él hacía que me creyera sus mentiras, no podía evitarlo. Me abrazó y lloré hasta quedarme sin lágrimas, entonces, Diego, me agarró de la cintura y me condujo hasta un pequeño patio interior que había allí cerca. Miré a mi alrededor, había poco espacio y un banco en una esquina, sin embargo, me solté del abrazo de Diego y me senté en el suelo. Se sentó a mi lado, en silencio, con su mano apoyada en el suelo sobre la mía. No me molestaba, es más, me gustaba.
- ¿Por qué dices que te importo tanto?
- Porque es verdad.
- Pero, ¿Por qué?
- No lo sé. Simplemente es así y punto.
Empezó a acercarse a mí, despacio pero con seguridad, me agarró de nuevo por la cintura.
Sus manos se deslizaban despacio por mi espalda, acarciándome. Me tranquilizaba ese contacto, aunque no debiera ser así, Diego me atraía, y eso no estaba bien, no después de todo lo que había pasado. Me besó en el cuello, los hombros, las mejillas, cubrió mi cara de besos dulces y cálidos, pero no se atrevió a tocar mi boca.
- Perdóname - Me susurró.
Me resultaba casi imposible no hacerlo, pero mi ingenuidad ya me la había jugado demasiadas veces, lo mejor sería no volverle a ver.
- No - Una lágrima desobediente resbaló por mi mejilla, Diego la recogió y sujetándome la barbilla me miró directamente a los ojos. Esa mirada me hizo romper a llorar, estaba cargada de dolor y de culpabilidad, me miraba con sus preciosos ojos azules, suplicando que le perdonara.
- Por favor.
- No puedo hacerlo Diego, ¿No lo entiendes? - Me sorprendió el hecho de que lo había dicho gritando, estaba muy alterada, su presencia a mi lado me ponía nerviosa y con sus caricias...uff...no podía pensar con claridad. Suspiré - Dame tiempo ¿Vale? Todo esto es demasiado complicado.
Y sin darle tiempo a responder, y muy a mi pesar, me alejé de él con la intención de marcharme, pero entonces recordé que no sabía volver. ¡Mierda!
- No sé volver.
- Yo tampoco.
- ¿¡Qué!?
- No me he fijado en el camino, no sé volver.
- ¿Y entonces? ¿Qué hacemos?
- Nada, se darán cuenta de que no estamos y me llamarán.
- ¡Llama tú!
- No tengo saldo, solo puedo recibir llamadas.

lunes, 24 de enero de 2011

Capítulo 13

¿Y ahora qué hago? Sabía lo que pasaría si le seguía, o al menos lo imaginaba, y por mucho que lo deseara sabía que no estaba bien, ¿Pero cómo le decía que no quería ir con él? Entonces de repente mientras él trataba de convencerme de que le siguiera una música empezó a sonar en mi bolso, no había tenido tiempo ni de quitármelo.
- ¿Sí?
- ¿Lucía?
- Mamá, ¿Pasa algo?
- No, sólo quería saber si estabas bien.
- Sí, estoy en casa de Anna.
- Lucía, ¿Qué es esa música? Oigo mucho jaleo...
- Emm...sí, esque estamos viendo la tele y la hermana de Anna a puesto la música a tope, esto es un caos.
- Bueno, llámame por la mañana y me dices a qué hora llegas.
- Vale, mamá.
- Adiós, Lucía.
- Adiós.
Colgué el teléfono y enseguida vi a Anna a mi lado.
- ¿Era tu madre?
- Sí.
- ¿Te ha pillado?
- No, no te preocupes. Acompáñame dentro que tengo que dejar el bolso.
- Dámelo, yo lo llevo.
- Te acompaño.
- De verdad, que no hace...
- Anna, que te acompaño.
Por fin pareció darse cuenta.
- Vale.
Me agarró del brazo y nos metimos dentro de casa. Fuimos hasta una habitación en el primer piso, entramos y dejé mi bolso junto a las demás cosas que había allí, todas tiradas sin ningún tipo de orden.
- ¿Pero qué te pasa? ¿Por qué no te has ido con él?
- Porque no quiero.
- ¿No te fías de él?
- No es eso Anna, pero no quiero que pase nada entre nosotros.
- ¿Por qué no?
- Porque todo sería demasiado complicado, además en dos semanas me vuelvo a Madrid.
- Pero siempre es mejor algo que nada, deberías intentarlo, el chico está loquito por tí.
- Por cierto...¿Qué es eso qué te dijo Carlota?
- Que ayer estuvo hablando con Diego.
- ¿Y?
- ¿Qué más te da? Tu no quieres nada con él...
- ¡Anna!
- Venga, volvamos a la fiesta.
- No, yo te conté lo de Marco, así que venga, dime.
- He prometido que no te iba a decir nada.
Y sin añadir nada más desapareció con una sonrisa. Aparté algunos bolsos y me senté en la cama. Anna tenía razón, yo no quería nada con él, no debía importarme nada de lo que dijera, pero lo cierto es, que sí me importaba, y mucho. Entonces la puerta se abrió y la persona más inesperada entró en la habitación. Marco.
- ¿Qué haces tú aquí?
- ¿Y tú?
- Me ha traído una amiga.
- Pues a mí también. Por cierto, bonito vestido.
Le hice una mueca y él soltó una carcajada.
- Lo siento.
- No importa.
- ¿De verdad? ¿Me perdonas?
- Sí, en realidad no llegó a pasar nada que yo no quisiera...
- Cierto. ¿Vamos a fuera?
- Vale.
Salimos juntos a fuera, pero en cuanto pusimos un pie en el jardín, un chico moreno agarró a Marco y lo tiró a la piscina. Marco, completamente empapado y con ayuda de otros dos, tiró al agua al moreno. Presentí que estaba a punto de organizarse una guerra de agua en toda regla cuando vi llegar a Javier con un montón de globos sin inflar en una manos y la manguera en la otra.

domingo, 23 de enero de 2011

Capítulo 12

Llevaba puesto un vestido suelto precioso y unos tacones negros, llevaba el pelo suelto e iba bastante maquillada. Me hizo un gesto con la mano para que me acercase.
- ¡Lucía!
- Hola.
Le di dos besos y me subí al coche, la casa de Javier no estaba lejos, a unos 10 minutos más o menos.
- Me encanta tu vestido, te va bien con los ojos. - Era verdad aquel color verde le iba bastante bien.
- ¡Gracias! ¿El tuyo dónde lo compraste?
- Me lo regalaron por mi cumpleaños. - Llevaba puesto el vestido azul de la otra noche, no había traído nada más.
- Por cierto... ¿Qué era eso que no quisiste contarme anoche?
- Preferiría no hablar de eso...
- Ah no, ahora me lo cuentas.
- A ver, anoche después de cenar, sirvieron un poco de ron y... - Se lo conté todo, desde el baile con Marco hasta la conversación en la puerta de mi habitación.
- ¿Y qué vas a hacer? No parece mal chico...
- Ya... No sé, tampoco creo que le vea mucho así que...
- ¡Tienes detrás a todos los chicos eh!
- No digas tonterías, ese se habría ido con cualquiera.
- ¿Y Diego?
- A Diego no le importo.
- Yo no pienso lo mismo.
- ¿Y en qué te basas?
- En lo que me ha contado Carlota esta mañana.
- ¿Y a qué esperas para decírmelo?
- Te lo cuento después que estamos llegando.
- ¡No me hagas esto!
- Baja y ve entrando que voy a aparcar.
- Pero luego me lo cuentas.
- Que si pesada, ahora entra.
Me bajé enfurruñada del coche, ¿Qué sería eso que le había contado Carlota sobre Diego? Me moría por saberlo...
Tenía ante mí una casa enorme, de unos 4 pisos. Detrás de la casa se oían gritos y risas, así me acerqué. Había un jardín muy grande con una piscina, la mitad de la gente estaba en el agua y los demás bailaban empapados. Intenté reconocer a alguien, pero había demasiada gente a la que no conocía, de pronto, vi una cara que me era familiar. Unos rizos oscuros que caían sobre una cara perfecta, Natasha me estaba mirando con una cara de asco insoportable, ¿Pero qué le había hecho yo a esa niñata?
- ¿Acaso tengo monos en la cara?
- No, perdona, esque eras la única de por aquí que me sonaba, ¿Tú eres Natasha no?
- Sí, ¿Y tú quien eres?
- Me llamo Lucía.
- Ya sé cómo te llamas. ¿Pero qué estás haciendo aquí? Nadie te ha invitado, lárgate.
- Me ha invitado Anna y de todas formas tú no eres nadie para decirme que me vaya, en todo caso que me lo diga Javier que es su casa, ¿No?
- Mira, me da igual de quién sea la casa pero tú no deberías estar aquí, sólo eres una niñata que se aburre de vacaciones, pues ¿Sabes una cosa? Que aquí sobras.
- Me da igual lo que tú digas, pienso quedarme tanto si te gusta cómo si no.
- Eso ya lo veremos. Y por cierto, a Diego ni mirarle, es mío.
- Pues él no parece pensar lo mismo.
Justo detrás de ella, Diego, se estaba dando el lote con una chica de pelo negro, no pude verle la cara porque estaba de espaldas, pero sí vi los ojos azules de Diego recorriendo el jardín y pararse por un momento en los míos. Me molestó que estuviera allí, liándose con una en medio del jardín, pero me consoló pensar que no era la única. Natasha me miró con odio y luego se alejó en dirección a la piscina, mezclándose entre la gente.
- Hola. - Esa voz me hizo derretirme por dentro.
- Hola.
- He visto que hablabas con Natasha, ¿A pasado algo?
- Nada, le molesta que yo esté por aquí.
- No le hagas caso.
- ¿Pero qué más te da, Diego? Yo no te importo...
- ¡Claro que me importas!
- ¿Ah sí? ¿Y por eso estabas ahí comiendole la boca a esa chica?
Intenté alejarme de él, pero me sujetó por la muñeca y me obligó a acercarme de nuevo.
- Me importas. Más de lo que piensas.
- ¡No me mientas! Yo misma te oí decir que sólo soy una más.
- No hablaba en serio.
No sabía si creerle, sus ojos me tenían como hipnotizada.
- ¿Confías en mí?
- ¿Qué?
- Que si confías en mí.
Miré a mi alrededor, ¿Dónde estaba Anna? La necesitaba... Entonces la ví, estaba hablando con otras chicas pero tenía un ojo y un oído puestos en Diego y en mí. ¿Qué le digo? ¡Anna, ayúdame! Entonces Anna esbozó una sonrisa y asintió con la cabeza.
- Sí, confío en tí. A pesar de lo que hiciste.
- Lucía, yo...
- Déjalo, no quiero hablar de eso ¿Vale?
- Vale. Ven conmigo.

miércoles, 19 de enero de 2011

Capítulo 11

- Hola.
- Hola, ¿Qué te pasa?
- Nada, ¿Por qué?
- Porque estás rara y parece que hubieras llorado...
- No es nada, en serio.
- Venga cuéntamelo. Y yo te cuento otra cosa.
- ¿Qué cosa?
- No, tu primero.
- Es que prefiero contártelo en persona...
- ¿Tan mal a ido tu cena?
- Bastante.
- ¿Qué ha pasado?
- Ya te lo he dicho, mañana. Cuéntame lo tuyo.
- He hablado con Rubén.
- ¿Y qué tal?
- Pues no sé, me ha dicho que le deje un poco de tiempo porque no está seguro de nada...
- Ya, lo mismo me dijo a mí.
- Yo creo que le mola otra.
- ¿Por qué piensas eso?
- No sé, simplemente lo creo.
- No seas paranioca.
- ¿Y tú con Diego?
- ¿Qué?
- ¿Que si te has aclarado?
- Eso da igual, no le gusto.
- Pues yo creo que sí, ¿Has visto cómo te mira?
- Cuando iba hacia el patio, le oí hablar con Pepe...
- ¿Y?
- Le dijo que yo solo era una más.
Silencio al otro lado de la línea.
- ¿Anna?
- Si.
- ¿Qué dices?
- Pues que Diego es demasiado orgulloso cómo para admitir que le gusta alguien, pero he hablado con Carlota, ella le conoce más que nadie y dice que está muy raro, se pasa el día encerrado en su cuarto sin hablar con nadie. Además, yo tambien lo he notado, está más triste de lo normal, le gustas.
- Anna, en el hipotético caso de que yo le gustase, sólo estoy de vacaciones, me quedan menos de dos semanas, ¿A dónde llegaría lo nuestro?
- Ya...ahí tienes razón... Pero no sé, algo mejor que nada, eso me lo dijiste tú.
- Bueno, ya veremos. Me voy a dormir, mañana te cuento. Por cierto, ¿Dónde y cuándo quedamos?
- Vamos a casa de Javier, sus padres se van de viaje y va a dar una fiesta, ¿Tienes ropa?
- Sí, no te preocupes. ¿Y cómo llego hasta allí?
- Paso a por tí sobre las 6, ¿Vale?
- ¿Y a qué hora acabaría?
- Pues...probablemente muy tarde...dile a tus padres que duermes en mi casa y listo.
- Vale, un beso, hasta mañana.
- Buenas noches y que sueñes con Diego!
Y sin darme tiempo a replicar, colgó. A veces aparentaba ser mucho más pequeña de lo que era...
Quise volver a dormirme, pero antes de poder conciliar el sueño, unos golpes en la puerta me hicieros volver a levantarme. Serían mis padres comprobando que había vuelto. Fui a abrir la puerta, sin embargo, antes eché un ojo por la mirilla, pura costumbre. Me quedé paralizada al ver sus ojos verdes.
- ¿Qué quieres?
- Hablar contigo.
- Pues habla.
- ¿No me dejas pasar?
- No.
Probablemente estaba siendo muy borde, sin embargo, él se lo merecía.
- Vale, supongo que me lo merezco. Lo siento mucho, sólo quería que supieras que jamás te habría hecho daño y que no soy la clase de persona que tú crees que soy. Se me fue un poco la mano con el alcohol a mí también, aunque no lo pareciera, y aunque esa no es excusa, yo no suelo ser así.
- ¿Ah no? ¿Y cómo eres entonces?
- Si me dejaras demostrártelo...
- Déjame en paz, ¿Quieres?
- Lo he intentado, piénsatelo, ¿Vale?
Suspiré resignada, todos conseguían siempre lo que querían de mí.
- Lo pensaré.
- Buenas noches.
- Buenas noches.
La verdad esque en el fondo no parecía mal chico... Pero bueno, no pasaría mucho tiempo con él y sin duda, no volvería a intimar tanto como la última vez.
Y por fin, después de todas aquellas interrupciones, pude dormir, al menos, lo que quedaba de noche, que no era mucho.
Me desperté cansada, con un dolor de cabeza terrible y el pelo y las ideas revueltas. La verdad esque no recordaba con demasiada claridad la noche anterior, Marco le había hecho algo, habían discutido... mejor no pensar demsiado, me costaba un esfuerzo horroroso.
Esa mañana saldría a dar una vuelta con mis padres, no me apetecía nada, pero mejor tenerlos contentos para poder ir esta noche a la fiesta.
Me di una ducha para despejarme, me vestí deprisa y fui a llamar a mis padres para bajar a desayunar.
Cuando llegamos abajo, nos sentamos en misma mesa de la noche anterior, en lugar del gran escenario ahora había un enorme buffete con todo tipo de repostería, fruta, huevos revueltos, salchichas, bacon, tostadas...estaba muerta de hambre.
- Oye, mamá...
- ¿Sí?
- ¿Puedo quedar esta tare con Anna?
- Sí, ¿A dónde vas a ir?
- A su casa, me ha invitado a dormir.
- No sé, Lucía, la acabas de conocer...
- Pero es muy simpática, ayer me enseñó la ciudad, si quereís hoy is llevo.
- Vale, está bien, pero llámame cuando llegues allí y mañana por la mañana cuando te levantes, ¿De acuerdo?
- Vale, mamá, ¡Muchas gracias!
Pasé toda la mañana con mis padres, esperando a que llegaran las 5 para poder irme con Anna, mi madre no sabía que iba a una fiesta, así que tendría que cambiarme en el coche de Anna.
Por fin dieros las 4:30, así que me subía  ala habitación y me vestí con ropa de calle, luego saqué mi bolso y metí la falda azul con la camiseta blanca de tirantes. Fui al baño y me maquillé un poco, tratando de disimular las enormes ojeras que tenía de la noche anterior.
Salí corriendo del hotel, y justo en la puerta me esperaba Anna con el coche.

domingo, 16 de enero de 2011

Capítulo 10

Entré silenciosamente en la habitación 515, no quería que mis padres se enterasen de que llegaba 30 minutos tarde, tendría que cambiarme deprisa si quería llegar a la cena.
Fui al baño y me metí en la ducha, el chorro de agua caliente consiguió que me relajara un poco y dejase de pensar en lo que había escuchado apenas una hora antes. Cuando salí me apresuré a vestirme; unas medias transparentes, un vestido cortito de palabra de honor azul eléctrico y unos tacones. Fui a la habitación de mis padres a por la bolsita del maquillaje.
- Hola. - Dije.
- ¡Qué guapa! Pero te falta el maquillaje.
- Gracias. Lo sé, a por eso venía.
- Ven, que te vea tu padre.
- ¡Mamá! ¿Me das el maquillaje? Mira que si no no llegamos...
- Está bien, está bien. Toma.
- Gracias mamá.
Y diciendo esto salí de la habitación. Me metí en mi baño y me puse la raya, de color negro y el rímel, un poco de sombra bien difuminada y brillo de labios, perfecto.
Iba a salir de la habitación, pero al ir a cerrar la ventana una ráfaga de aire frío me hizo estremecerme, así que cogí la chaqueta y cerrando la puerta me metí en el ascensor. Cinco, cuatro, tres...¡Qué ascensor más lento! Entonces se paró, cuando iba a salir me choqué con un chico. Tendría más o menos mi edad, pelo rubio y rizado y los ojos verdes, como los míos. La verdad es que era bastante guapo.
- ¿Vas abajo?
- Emm...si...
- Este es el segundo. - Dijo con una sonrisa. - Por cierto, bonito vestido.
- Muchas gracias, tu también vas muy guapo. - ¡Pero qué estaba diciendo!
- Gracias.
Salimos del ascensor y caminamos juntos hasta el restaurante.
- ¿Cómo te llamas?
- Lucía ¿Y tú?
- Marco. ¿De dónde eres?
- De Madrid ¿Y tú?
- Soy italiano, de Roma.
- Siempre he querido ir a Roma...
- Pues te llevaré algún día.
Le miré extrañada, tenía que estar de broma.
- Es broma, no voy a secuestrarte ni nada por el estilo.
Los dos nos reímos, me había caído bien ese chico.
- Bueno, me tengo que ir, mis padres me están esperando.
- ¿En qué mesa estás?
- En esa de allí. - Dije señalando al fondo de la sala.
- Iré a buscarte luego para pedirte un baile. - Me puse roja como un tomate, él debió notarlo, porque me sonrió y añadió - Si tú quieres, claro.
- Sí, nos vemos luego.
Me alejé de él y me senté junto a mis padres.
- ¿Quién era ese chico? - Preguntó mi padre nervioso.
- Nadie papá.
- ¿Y qué hacías hablando con él?
- Eee....nada papá, le preguntaba si sabía dónde estaba el baño. - No se me daba bien mentir, pero con mis padres siempre funcionaba.
- ¿Y ese qué sabrá? Preguntale a un camarero.
- Tienes razón. ¡Perdone! ¿Dónde está el baño?
- Al fondo a la derecha. - Me indicó amablemente el camarero.
- Muchas gracias.
Me levanté de la mesa y me dirigí a la puerta del fondo a la derecha, siguiendo las indicaciones. Entré en el baño y dejé pasar un par de minutos, después salí y volví a sentarme en la mesa.
- ¿Dónde está la carta? - Pregunté.
- No hay carta, es el mismo menú para todo el mundo.
- ¿Y cuál es?
- No lo sé, ya nos traerán la comida.
En ese momento llegó el camarero con tres platos de sopa. Comimos en silenciolos tres platos y el postre. Cuando acabó todo el mundo y recogieron los platos, los camareros retiraron las mesas y la sala se convirtió en una especie de salón de baile. En una parte de la sala pusiron una mesa con copas de vino, ron y refrescos para los más pequeños. Me apetecía muchísimo un ron con limón, despejaría la mente por un rato, así que, sin que mis padres me vieran me dirigí a la mesa y me llené tres cuartos del vaso de ron y el resto de fanta de limón. Me senté en una esquina y empezé a beber, estaba bueno, así que me puse otro. De pronto una falsa felicidad me embargó y sentí unas ganar irrefrenables de ponerme a bailar, me acerqué al centro de la sala, dónde un montón de personas bailaban agarradas, era una canción lenta. Me quedé allí parada, confundida y mareada por los efectos del alcohol, entonces una mano me sujetó de la cintura y una voz familiar sonó a mi espalda:
- ¿Mucho ron?
- Hola..emm...Marco. Pues sí, demasiado.
- Que poco aguante...
- ¡Oye! - Le di un golpecito en el hombro y ambos nos echamos a reir.
- Vamos a bailar.
Me agarró de la cintura un pegó su cuerpo al mío, pasé mis manos alrededor de su cuello y nos pusimos a bailar, mirándonos a los ojos. Mi mente era un completo desorden, no podía pensar en nada, aunque un nombre no paraba de acudir a  mi cabeza, por suerte, en ese momento no significaba nada: Diego.
Marco comenzó a bajar las manos, lentamente, como si no quisiera que yo me diera cuenta, aunque de todas formas, me importaba poco.
- ¿Te molesta?
- No.
Entonces acercó su boca a la mía, ese gesto despertó algo en mí, por un momento fui medianamente consciente de lo que estaba pasando, y me aparté.
- No.
- ¿Por qué?
- Están mis padres. - No se me ocurrió ninguna otra excusa.
- Ven conmigo.
Mi mente volvió a embotarse.
- Vale. Pero voy a avisar a mis padres.
- Te espero en la salida.
Fui a dónde estaban hablando mis padres.
- Me subo a la habitación, estoy cansada.
- Vale, buenas noches.
Cogí mi chaqueta y salí a fuera. Marco me esperaba allí dado la vuelta, con unos vaqueros un poco desgastados y una camisa de rayas.
- Hola.
- Ven, vamos.
- ¿A dónde?
- A mi cuarto.
- ¿Estás solo?
- Sí.
Me agarró de la manos para que no me cayera al suelo, estaba demasiado mareada, y los tacones no ayudaban demasiado. Me llevó hasta su habitación y me sentó en la cama. Se sentó a mi lado.
- ¿Qué tal estás?
- Mareada.
Se inclinó y me besó. No me aparté pero no le respondí al beso, no tenía muy claro el porqué pero no lo consideré apropiado. Se separó de mí.
- ¿Pasa algo?
- No...no lo sé.
Suspiró y se apartó del todo.
- Lo siento, supongo que no debería haberme aprovechado...
- No importa.
No quería que se apartara, así me acerqué y le besé. El rostro de Diego acudió a mi mente, le quería, le necesitaba... ¿Qué había dicho esa tarde? Ah sí, que solo era una más, poco a poco todo fue volviendo, recuperé la capacidad de pensar. ¿Qué estaba haciendo? ¡A mí Marco no me gustaba! ¿Cómo había llegado hasta alli? No me acordaba... Entonces Marco empezó a desabrocharme el vestido.
- Para.
- ¿Qué?
- Que pares.
No me hizo caso, me desabrochó el vestido y me lo quitó. Todo era igual que aquella tarde, en casa de Carlos... Empezé a llorar, no quería recordar eso, aquella tarde fue su hermana quien le frenó, pero ¿Y ahora? No había nadie para ayudarme... Entonces algo pasó. Marco paró y se apartó de mí tanto como pudo.
- Lo siento, lo siento, no sé que me a pasado...
Llorando todavía me puse el vestido y salí de la habitación. ¿Es que en estas vacaciones iba a ser siempre así? Yo pensé que Marco era un buen chico, no me gustaba pero me había caído bien... Enté en la habitación y me eché en la cama, estuve llorando durante un par de horas y luego me quedé dormida.
De repente una música me despertó, era mi móvil. ¿Quién sería? ¿Marco? No, él no tenía mi móvil. Miré la pantallita, era Anna. Es verdad, dijo que me llamaría.

viernes, 14 de enero de 2011

Capítulo 9

Eché a andar por el pasillo, estaba oscuro, pero entre todo aquel silencio, oí una voz que me era familiar. Venía de una de las puertas laterales, estaba entreabierta, asomé los ojos lo justo para vez de quien se trataba. Alcancé a ver a un chico desgarbado y bajito, pero estaba de espaldas, aunque me dio la impresión de que lo conocía...
- Tío, pero es que no sé que hacer...¿Cómo se perdona algo así? - Esa voz...¡Era Diego! Y...¿Hablaba de mí?¡Diego hablaba de mí! No se porqué pero eso me hizo sentirme eufórica por unos instantes.
- Pues a mí me perdonó y a Javier también. - La voz de Pepe, aquel chico que había visto era Pepe.
- Ya Pepe pero no es lo mismo...
- Lo sé. Pero... ¿A ti te gusta?
Me quedé helada. Quería saber la respuesta, necesitaba una respuesta.
- Solo es una más.
Quería morirme por dentro, ¿Cómo podía haber dicho eso? Yo le había visto mirarme todo el rato y... pensé... ¿De verdad no soy nadie para él? Que capullo... Y después de lo que me hizo... Si solo soy una más que se lo hiciera a otra... Una lágrima se deslizó por mi mejilla.
- Ya, seguro. Pero bueno, dejemos el tema. Yo...te quería contar una cosa...
- A ver, cuentame.
- Me mola tu hermana.
- ¡¿Carlota?!
-¿Tienes alguna otra hermana?
- Joder tío... Pero si está con Javi...
- Sólo de rollo.
- Eso es porque a mi hermana no le gustan las cosas serias, pero le quiere mucho.
- Ya, supongo que no tenía muchas posibilidades...
- Venga Pepe, no te deprimas que hay más tias en el mundo.
- Dijo el enamorado...
- ¿Yo? El dia que yo me enamore...no, eso no pasará nunca.
- Ya, ya, ya...lo que tu digas. Anda volvamos a la sala.
Tuve que salir corriendo hacia el patio para que no me descubrieran. Cuando salí, un viento fresco me acarició las mejillas, no hacía frio, pero estaba oscuro. Me senté en uno de los bancos y me puse a escuchar a mi grupo favorito, Owl City. De pronto una mano me tocó el hombro, me giré y decepcionada comprobé que era Carlota. Me quité los cascos y se sentó junto a mi.
- Siento si antes hemos pasado un poco de ti Javi y yo...
- No, no importa de verdad.
- ¿Podemos hablar?
- Si, claro. Dime.
- ¿Damos una vuelta?
- Vale.
Nos levantamos y salimos por una de las puertas del patio, a la calle y nos pusimos a andar entre toda aquella maraña de personas.
- Quería hablarte de Diego.
Genial, ya estamos.
- Ya sé que estaba borracho y todo eso. Ya está. No sabía lo que hacía.
- No he venido a decirte eso.
- ¿Y entonces qué? - Soné un poco más brusca de que pretendía pero a Carlota no pareció importarle.
- A Diego le gustas de verdad.
- Acabo de oírle decir que solo soy una más.
- Mi hermano es así, nunca lo reconocería. Pero créeme, soy su hermana, y lo he notado. No come nada, duerme poco y no hace caso a nadie. Además una chica sabe esas cosas ¿no? ¿Tú no has notado nada?
- Pues no. -  Mentí.
- No te creo, no se te da bien mentir. A ti te gusta mi hermano.
- Y tú le gustas a Pepe. - ¿Por qué había dicho eso? Yo no quería decirle nada, Pepe era mi amigo.
- ¿Qué?
- Nada, nada.
- Dímelo.
- Que nada de verdad, no sabía que decir.
Puso los ojos en blanco pero sorprendentemente, me creyó. Entonces llegamos a la puerta principal, la misma por la que había entrado con Anna unas horas atrás.
- Buen, Lucía, yo me voy, pero piénsatelo. No me gusta ver así a mi hermano.
Y diciendo esto se alejó con Javier.
Nada más entrar en la sala percibí la mirada de Diego sobre mi espalda, no le vi, pero sabía que me estaba mirando.
Vi a Rubén solo, sentado en un sofá, pensé que quizás sería una buena oportunidad para habar sobre Anna...
- Hola.
- ¡Hola! - Ese chico siempre tan alegre..
- ¿Qué haces aquí solito?
- Pues nada. Pensar.
- ¿Y en qué piensas?
Su mirada se dirigió hacia uno de los sofás del fondo, dónde una chica rubia hablaba animadamente con las demás.
- ¡Ahh! Te mola Anna, te mola ¿A que si?
- ¡Qué va!
- Rubén... se nota bastante.
Suspiró. Reconociéndolo.
- Está bien, pero no estoy seguro. Sé que me importa más que las otras chicas de por aquí, pero aún no sé hasta que punto me gusta...
- Bueno, pero en cierto modo si que te gusta...
- Si.
- ¿Saldrías con ella?
- No lo sé, en eso pensaba, estoy un poco confundido...
- Bueno, no importa.
- ¡Lucííía! - Era Anna quien me llamaba.
- Hablando de la reina de Roma... - Dijo Rubén.
- Bueno, yo me voy que si no llego tarde. - Me despedí con un beso en la mejilla y salí de allí con Anna.
- ¡Cuéntamelo todo! - Dijo ella entusiasmada en cuánto salimos.
- Cualquiera diría que eres tres años mayor que yo..
- Venga anda, dímelo.
- Pues que en cierto modo le gustas pero no está seguro del todo...
- Bueno, algo es algo.
Pasamos el resto del camino hablando de cosas sin importancia. Agradecí que no me preguntase por Diego.
- Ya estamos.
- Vale. Muchas gracias, me lo he pasado muy bien.
- ¿Volvemos a quedar no?
- Si tengo que pasar el resto de las vacaciones sola con mis padres me vuelvo loca.
- Vale, te llamo esta noche y hablamos.
- Pero a partir de las 11, que tengo la cena esa.
- Vale, ¡Hasta mañana!
- Buenas Noches.
Y diciendo esto nos separamos.

martes, 11 de enero de 2011

Capítulo 8

Estaba allí de pie, junto a una chica morena y Javier, el chico de la otra noche. Miraba nervioso hacia el coche, y cuando me vio salir, pude ver un destello en sus preciosos ojos azules, pero en seguida se apagó. Le miré con toda la dureza con la que fui capaz, no le iba a perdonar tan fácilmente como a Pepe. Diego bajó la mirada, y yo pasé a su lado mientras apretaba la mano de Anna.
Entramos dentro. Era un gran salón, con varios sofás y en el centro una mesa con refrescos y patatas fritas de bolsa. En una radio encendiada sonaba música española, parte de la gente de allí se movía al ritmo de las notas que salían de aquella caja mágica, otros hablaban animadamente mientras que los más aburridos, al fondo, veían la televisión. En un rincón, una pareja, se daba besos cariñosos mientras se fundían en una abrazo. Casi inconscientemente miré a Diego. Tenía una mirada triste y caminaba solo hacia un sofá. Se quedó allí sentado, con sus ojos azules mirando a la nada. Entonces, una chica morena, con el pelo rizado y negro, le abrazó por detrás y le dio un beso en la mejilla, no sabía porqué, pero ese gesto tan simple, me produjo unos celos tremendos. ¿Pero por qué? ¿Me gustaba Diego? No, no podía ser, apenas lo conocía, y la única impresión que tenía de él no era muy buena a decir verdad...
- Lucía, ¿Vienes? - Era Anna - Te has quedado como embobada... - Sonrió al ver a dónde se dirigía mi mirada. - Es Natasha, no le hagas caso, entre ella y Diego na hay nada, tontea con todos.
- No, si yo...
- Venga, Lucía, que nos conocemos...
- Es verdad, ¿Y tú que vas a hacer con tu chico?
- Pues...nada, supongo. Somos amigos y paso de estropear lo poco que tenemos...
- No seas tonta Anna, quien no arriesga no gana.
- Mira quién fue a hablar...
- No es lo mismo y lo sabes.
- Cierto pero aún así deberías hablar con él. Está fatal en serio, mírale la cara.
- Uff...pero si esque no puedo, cada vez que lo miro...
- Hagamos un trato, si yo hablo con Rubén tú hablas con Diego.
- Anna, no es lo mismo... Si quieres hablo con Rubén y te digo si le gustas...
- Está bien, pero ni se te ocurra decirle nada ¡eh! Y sobre lo de Diego...ya hablaremos.
- Ya hablaremos. - Repetí.
- Ahora ven, que te presento a los demás.
- Vale.
- ¡Carlotaaa! - La llamó Anna.
Carlota pereció molesta porque le estropeasen su beso con Javier pero no dijo nada y se acercaron juntos.
- Carlota, Lucía; Lucía, Carlota - Nos presentó.
Dos besos, como siempre.
- Hola encantada - Me dijo ella con una sonrisa. - El es Javi.
- Ya nos conocemos...
- Ya, sobre eso... Perdona, no me acuerdo de nada pero por lo que me contaron... - Dijo él.
- No importa, perdonado.
No pareció importarle demasiado que le perdonase o no, antes incluso de que terminase de hablar, se giró y le plantó un beso a Carlota, quien, siguiéndole el juego, se alejó hacia el rincón de nuevo con él.
No paraba de pensar en Diego, en sus ojos azules y profundos, en su rostro perfecto, en su boca perfecta...Uff...necesitaba tomar el aire.
- ¡Lucía! - Anna estaba en frente mío, sentada en el sofá.
- ¿Qué?
- ¿Qué te pasa, que no me escuchas?
- Nada, necito tomar el aire. ¿Por dónde se sale?
- Ve por ese pasillo de allí y la puerta del fondo, sales al patio.
- Gracias.
- ¿Seguro que no quieres que te acompañe?
- No, gracias. - Y dedicándole una sonrisa me fui.

domingo, 9 de enero de 2011

Capítulo 7

Paramos delante de una casa bastante grande, tendría por lo menos tres pisos. Estaba encalada, con los marcos de la puerta y las ventanas de color azul. En la parte de delante tenía un pequeño patio donde había aparcado un coche y un par de bicis. Pepe se bajó del coche y llamó al telefonillo, una voz femenina contestó:
- ¿Quién es?
- Soy Pepe, ¿Está Rubén?
- Sí, un momento. ¡Rubéen!
- ¿Sí? - Tenía una voz bonita.
- Rubén, tio, baja ya.
- ¡Voy! Emm...¿Está...?
- Sí, está en el coche.
- ¿Y qué tal?
- Baja ya anda.
Rubén colgó el telefonillo. Así que ya todos sabían lo que pasó ayer, que fastidio. La voz de Pepe me pilló desprevenida:
- Ya baja.
- Vale.
En ese momento se abrió la puerta azul y apareció un chico alto, de unos 17 años, era moreno, con el pelo negro y unos ojos bonitos, era muy guapo, y estaba bastante bueno, no me extrañaba que a Anna le gustase...
- ¡Hola! - Rubén parecía un chico alegre, no paraba de sonreir.
- Hola. - Me acerqué y le di dos besos, parecía simpático.
- ¿Eres española no?
- Sí, parece que aquí todos somos españoles.
- ¿De que parte? Yo soy de Madrid y Pepe de Almería. - Aquel chico hablaba sin parar.
- De Madrid también, pero voy a Almería todos los años, mis abuelos viven allí.
- Esto y España no se parecen en nada, ¿A qué no? - Rubén parecía emocionado.
- Pues no, en nada - Ese chico me hacía reír. - ¿Qué es lo que más echais de menos de España?
- ¡La fiesta! - Los dos respondieron a la vez, como si estuviera ensallado.
- Joder, eso de salir por las noches, tomarte unas copas y luego meterte a una discoteca hasta que te cansabas y te ibas a hacer el imbécil por la calle con una botella de JB... - Continúo Pepe.
- Sí, aqui, el alcohol está prohibido y no hay discotecas como las de Madrid... - Dijo Rubén poniendo morritos. Parecía un niño de 5 años al que le hubieran quitado su juguete favorito...
- Sí, la verdad es que España es el país de la fiesta - Reconocí.
- ¡Hemos llegado! - Anunció Pepe.
- ¿A dónde? - Pregunté.
- A casa de Anna - Terció Rubén.
La casa de Anna era parecida a la de Rubén, solo que más pequeña y en vez de azules, tenía los marcos verdes. Casi todas las casas eran iguales.
- Anna, estamos abajo. - Era la voz de Pepe. Estaba hablando por el móvil.
- No, ninguno, pero date prisa.
-Venga, xaoo.
- Ya baja. - Nos anunció.
Al poco tiempo vi salir a Anna de la casa y dirijirse sonriente hacia nosotros. Vaciló al entrar en el coche, ya que tenía que sentarse al lado de Rubén, pero solo fue un segundo, nadie se dio cuenta.
- Hola, Lucía, ¿Todo bien?
Pepe se me adelantó.
- Sí, todo bien, me a perdonado - Dijo orgulloso.
Anna me miró, quería saber que Pepe decía la verdad, asentí con la cabeza.
- No voy a odiarle de por vida. - Dije con una sonrisa.
El resto del viaje lo hicimos en silencio, nadie parecía tener ganas de hablar. Decidí romper el silencio:
- ¿A dónde vamos?
- Al instituto - Contestó Anna, agradecida porque hubiera dicho algo. - Allí casi todos hablan español y de vez en cuando quedamos y pasamos allí la tarde. Hay refrescos y tal, y de vez en cuando alguien se atreve a llevar algo más.
Sin duda se refería a alcohol. No era un plan de fiesta pero estaba bien para el sitio en el que estábamos.
Después de otros 10 minutos, el coche se paró delante de un edificio rectangular, las paredes de fuera de un color marrón claro bastante soso, estaban descorchadas.
- Venga bajad, yo voy ahora. - Fue Pepe el que habló.
Y entonces, mientras salía del coche, la sangre se me heló en las venas cuando le vi.