Holaa! :)

Hola! Es la primera vez que publico algo asi que espero que os guste y por favor comentad :)

Muchas graciias :)




martes, 28 de junio de 2011

Capítulo 22

Estoy sentada en el metro, con la mano de Diego sobre la mía. Nos miramos y sonreimos, y ese simple gesto hace que me sienta mas feliz que nunca, probablemente sea porque nos dirigimos a casa, a nuestra casa. El tren disminuye la velocidad, hasta que por fin, se detiene en una brusca sacudida. Nos bajamos y subimos las escaleras cogidos de la mano, ambos con esa sonrisa pintada aún en la cara. Tardamos apenas 5 minutos en llegar andando al portal, el numero 17 de la calle Reina Victoria. Está abierto, así que entramos y llamamos al ascensor. Estoy nerviosa y a la vez muy emocionada, no puedo creer que estemos los dos en Madrid, juntos, es como un sueño. Abrimos la puerta del ascensor y nos quedamos de pie frente a la puerta.
 - Tú tienes las llaves, sácalas. - Me dice Diego sin soltarme la mano todavía.
Me apresuro a obedecer y saco las llaves del bolsillo de un pantalón que, a decir verdad, no me suena de nada.
 - Espera, hagamos las cosas bien. - Y sin darme tiempo a preguntar a qué se refiere, me quita las llaves de la mano y me coge en volandas, como en las películas, cuando una pareja entra por primera vez en su casa nueva. Entonces Diego abre la puerta y da un paso adelante, de forma que los dos estamos por fin dentro, y sin dejar de sonreir se inclina para darme el primer beso en nuestra nueva casa. Pero justo en ese momento, un molesto pitido en mi cabeza me obliga a cerrar los ojos, y cuando los abro todo ha desaparecido.

Estaba tumbada en la cama del hotel, con la camiseta del campamento toda sudada y las ideas completamente revueltas. De repente, el pitido que me despertó, vuelve a importunarme, tan irritante como la primera vez; era mi móvil, y esa era la tercera llamada perdida. Tenía que asegurarme de cambiar el tono de llamada.

10 minutos después bajaba a toda prisa por las escaleras del hotel para reunirme con mis padres en la entrada, sin embargo, cuando llegué abajo, me encontré a la persona a la que menos me apetecía ver en ese momento; Amina me esperaba sentada en uno de los sillones rojos de la recepción.
 - ¿Qué haces tú aquí? - Pregunté bastante cabreada.
 - Vaya, veo que por fin te has dignado a bajar, me estaba empezando a cansar de esperar, no tengo mucha paciencia, ¿Sabes?
 - No tengo tiempo para tus gilipolleces, así que ve al grano, ¿Qué estás haciendo aquí?
 - He venido a advertirte. Aléjate de Diego o te aseguro que vas a desear no haber salido nunca de tu asquerosa ciudad. Natasha está empezando a hartarse de ti, y yo también, y te aseguro que no te conviene cabrearnos.
 - Mira blancanieves, estoy con Diego, yo le quiero y él me quiere y no hay nada que puedas hacer, así que deja de hacer el ridículo y vete a zorrear a otra parte. - En seguida vi como se enfurecía cuando me metí con su tono de piel.
 - Primero, como vuelvas a meterte conmigo, niñata consentida, te aseguro, que te hundo, ¿Entendido Cenicienta? Y segundo, creo que no has caído en que la única que se tiene que ir eres tú, algo que de hecho vas a hacer muy pronto, así que ten algo de sentido común y aléjate de él antes de que sea tarde.
 - ¿Tarde para qué? ¿ Para que tú tengas alguna oportunidad con él? Pues lo siento mucho, guapa, pero eso es algo que perdiste hace tiempo.
 - Tarde para que me harte de ti y de tu rollo de princesita de cuento que por fin ha conseguido a su príncipe, porque siento decirte que solo llevas aquí una semana y que dentro de otra ya nadie va a acordarse ni de tu nombre, ni siquiera Diego. Y aunque sea verdad que te quiero lejos de él, de mi y de esta ciudad, voy a darte un consejo para que ahorres lágrimas, olvídale, y no lo digo por mi, lo digo porque si sigues con esto, cuando le pierdas lo vas a pasar muy mal, no te imaginas lo duro que resulta perder a Diego, así que hazte un favor y suavízate un poco el golpe. - Y mientras pronunciaba la última frase, una lágrima resbaló por su mejilla.
Abrí la boca para contestar, pero al darme cuenta de que no tenía nada coherente que decir la volví a cerrar sin decir absolutamente nada. Amina se secó la cara con la mano y tras una mirada que solo podía clasificarse como la más triste que he visto nunca, salió por la puerta principal como si no hubiera pasado nada.

Dejé pasar un par de minutos antes de salir para asegurarme de que Amina se había ido, y cuando consideré que me había repuesto del todo de nuestra "conversación" eché a andar hacia la puerta, donde esperaban mis padres, ajenos a todo lo que había ocurrido a escasos metros de donde estaban.
- Hola.
- Por fin. ¿Qué estabas haciendo? Has tardado mucho...
- Es que me habeis pillado dormida y me he dado una ducha para despejarme, por eso he tardado. - Me exusé, aunque sabía que no les había convencido.
- Bueno, no importa, vámonos ya. - Nos apremió mi padre, impaciente por zanjar la conversación.
- ¿A dónde vamos?
- A tomar algo por la plaza y a dar un paseo.

Un cuarto de hora después bajamos del taxi en Jama el Fna, la famosa plaza de Marrakech.
Paseamos por aquel lugar abarrotado de gente durante al menos una hora; dimos una vuelta por las pequeñas tiendas que hay en la plaza, aunque no pasamos en ningún momento por la de Anna, algo que en parte me supuso un alivio ya que la situación habría sido algo incómoda con mis padres delante...
Cenamos en los puestos de comida que aparecían en la plaza cada vez que el sol desaparecía. Al terminar de cenar, mis padres decidieron que era hora de volver, sin embargo, yo insistí en quedarnos un rato más con la esperanza de ver a Diego antes de marcharnos.
Llevábamos ya 20 minutos dando vueltas y mis padres empezaban a preguntarse el porqué de mi repentino interés por quedarnos en la plaza cuando vi a Pepe y a Javier en una de las tiendas del fondo.

- Voy a ver una tienda, esperadme aquí.
- Te acompaño, yo también quiero ver algo para llevarle a la abuela.
- No, no hace falta, además es una tienda de... camisetas, no creo que a la abuela le vayan a gustar.
- ¿Ya has estado?
- Si, el otro dia, cuando fui a dar una vuelta.
- Está bien, yo voy a mirar aquellos bolsos, no te despistes.
- Vale, voy en seguida.

Y con una sonrisa salí corriendo en dirección a la tienda de Anna sin saber lo mal que acabarían las cosas esa noche.

- Hola.
- ¡Hola! - Exclamó Pepe mientras me plantaba dos sonoros besos en las mejillas. - ¿Qué haces aquí? ¿Y tus padres?
- Están mirando bolsos por ahí. ¿Habeis visto a Diego?
- Sí, está abajo.
- Vale, gracias.
Y con una sonrisa bajé las escaleras que conducían a la casa-almacén de Anna.

- ¡Lucía!
- Hola Anna, hola Rubén. - Dije saludándolos a ambos.
- ¿Como estás? - Me preguntó Anna.
- Bien, aunque me he pasado el día durmiendo...
- Ya, a mí me ha pasado igual. ¿Estás buscando a Diego?
- Sí...
- Está alli. - Dijo señalando una puerta al final del pasillo.
- Vale, nos vemos luego.
- Vale.
Me dirigía hacia la puerta que me había indicado Anna, cuando vi salir de ella a una chica morena, de unos 18 años. Era alta y delgada, y a decir verdad, bastante mona. Iba riéndose a caracjada limpia y Diego iba detrás de ella. Al verlos no pude evitar sentirme algo celosa, pero no eran celos malos, era como una especie de envidia sana al ver lo bien que parecían pasarlo juntos.
- Hola...
- ¡Lucía! - Dijo Diego dedicándome una preciosa sonrisa. - Mira, te presento a Macarena; Macarena, ella es Lucía.
- Hola.
- Hola.- Dijo también con una sonrisa. Parecía una chica muy alegre. - Tenía muchas ganas de conocerte, ¿Sabes? Es que Diego no ha parado de hablar de ti en toda la tarde. No veas lo pesado que se ha puesto con eso de que teníamos que conocernos... - Me reí con ganas ante la mueca de exasperación que le dedicó Diego a su amiga.
- Bueno, pues ya nos conocemos.
- Si, pero ahora me tengo que ir, lo siento mucho.
- No importa, ya quedamos un día los tres y hablamos.
- ¿Qué tal mañana?
- No sé si mis padres me dejarán...
- Bueno, pues dame tu movíl y ya hablamos.
- Vale.
Y tras decirle mi número de teléfono y una rápida despedida, Macarena salió corriendo escaleras arriba.

- Vaya, a ver si ahora te vas a llevar mejor con Macarena que conmigo...
- No seas tonto, anda. Vamos arriba, y de paso me cuentas todas las cosas que has dicho de mi esta tarde.
Diego baja la mirada con la cara completamente roja y una sonrisa en la cara.
- Venga, vamos. Conténtate con saber que todo eran cosas buenas.

Subimos arriba seguidos de Anna y de Rubén que mantenían una acalorada discursión sobre una chica llamada Sandra que no tenía ni idea de quien era.

- Bueno, yo me tengo que ir que mis padres deben de estar ya de los nervios.
- ¿Y no te puedes quedar un ratito más? - Sugirió Diego poniendo su cara a pocos centímetros de la mía.
- No, aunque a mi también me gustaría... - Dije sonriendo antes de que Diego hiciera desaparecer la distancia que había entre nosotros y me besase. El beso se prolongó durante un par de minutos, hasta que al abrir los ojos y mirar al exterior de la tienda descubrí horrorizada a Amina caminando directa hacia nosotros seguida de mis padres, que miraban hacia la tienda sin poderse creer que hace unos segundos su hija tuviera la lengua metida en la garganta de aquel chico moreno con los ojos azules.

No hay comentarios:

Publicar un comentario