Holaa! :)

Hola! Es la primera vez que publico algo asi que espero que os guste y por favor comentad :)

Muchas graciias :)




domingo, 30 de enero de 2011

Capítulo 16

- ¿Estaís bien? - Dijo Anna. Parecía realmente asustada.
- Sí, sí, pero dame la chaqueta.
- Toma. - Me tendió mi chaqueta y me la puse en seguida.
- Vámonos ya, por favor.
- Sólo hemos traído la moto. Rubén.
- Dime.
- Lleva a Lucía, y yo y Diego nos volvemos andando.
- ¡Eh! No es justo. - Protestó Diego. - Yo también tengo frío, además, Rubén a venido en moto así que me toca volver a mí. ¿Verdad que no te importa que te lleve yo, Lucía?
- No, me da igual, pero vámonos.
- A mí no me importa. Anna, yo voy contigo andando.
- Vale.
Diego y yo nos encaminamos hacia la moto de Rubén.
- ¿Sabes llevarla no? - Pregunté un tanto preocupada.
- Pues claro, yo también tengo una.
- Otro día me la enseñas.
- Cuando tú quieras, princesa.
Enrojecí ligeramente, nadie me había llamdo así antes, pero me gustaba, me gustaba mucho. Diego lo notó y soltó una carcajada.
- Venga sube.
Y con una sonrisa arrancó la moto y nos alejamos del sitio dónde más feliz me había sentido en toda mi vida.
No hablamos en todo el camino de vuelta, me conformaba con el contacto de su cuerpo contra mis brazos. Aparcó la moto en la entrada de la casa y nos bajamos. Me dio un suave beso en los labios y con una sonrisa se perdió entre la gente. Genial. Sola de nuevo.
- ¡Lucía!
Vi a Pepe saludando desde el borde de la piscina, estaba empapado.
- ¿Pero que has hecho?
- Nada, que me han tirado a la piscina. Que susto nos habeís dado Diego y tú. ¿Dónde estábais?
No sabía si contárselo, Diego me había pedido que no se lo dijera a Anna, pero, ¿Y Pepe? Era su mejor amigo...
- En un patio de por ahí, me puse a andar, Diego me siguió y nos perdimos.
- ¿Y nada más? ¿No pasó nada?
- No. - Decidí que si Diego quería se lo contaría el mismo.
- Pues mira que es estúpido... - Lo dijo en voz muy baja, pero aún así lo oí.
- ¿Qué?
- Nada.
Lo dejé estar, al fin y al cabo ya sabía a qué se refería.
- Dame un abrazo. - Dijo con una sonrisa burlona.
- ¡No!
Casi se me lanzó encima, me agarró y me dio un fuerte abrazo que parecía interminable. Cuando se separó, mi vestido volvía a estar mojado de nuevo. Parece que era algo inevitable.
- ¿Pero qué haces?
- Un favor.
- ¿Un favor?
- Sí, Diego me ha pedido que te moje.
- ¿Por qué?
- Me dijo que era para tuvieras que secarte. Yo no lo pillo, ¿Tú?
- No...no, yo tampoco. Voy a dentro, ¿Vale?
- Ya. Seguro.
No parecía haberme creído, pero no era culpa mía ser mala mentirosa. Entré corriendo el la casa, y subí las escaleras hasta el baño en el que me había secado el vestido la otra vez, sabía que Diego estaría allí. Llegué a la puerta del baño, pero antes de que pudiera abrirla, alguien me tapó los ojos los una mano y con la otra me condujo de la cintura hasta una habitación cercana.
- ¡Diego!
- ¿Qué?
- Nada, me gusta que me raptes.
- Entonces no será la última vez.
- ¿Cómo sabías que antes vine a secarme aquí?
- Me lo dijo Amina, la chica que estuvo contigo.
- Contigo también.
Me sujetó la barbilla, obligándome a mirarle a los ojos. Aquel azul mar me perdía.
- Con Amina no hay nada, estuvimos saliendo un par de meses, no funcionó y lo dejamos, ya está.
- Pues esta tarde no parecía que lo hubieseis dejado.
- Lo sé, ella se lanzó y yo no me aparté, debería haberlo hecho, pero no fue nada más, en serio, con ella ya no hay nada.
- Vale.
- ¿Quieres ir abajo?
- ¿Me vas a dejar sola otra vez?
- No, te lo prometo.
- Entonces vamos.
Y con una sonrisa tonta en la cara, bajé las escaleras acompañada de aquel chico guapo de los ojos azules, sin saber, que alguien llevaba un rato escuchando detrás de la puerta.

jueves, 27 de enero de 2011

Capítulo 15

Daba vueltas por aquel minúsculo espacio, desesperada. ¿Y si no nos encontraban? Quería volver a la casa de Javier, buscar a Anna y contarle todo lo que había pasado, ella habría sabido qué hacer, qué decirme, sin embargo, Diego, estaba de pie, apoyado en una esquina, mirando al suelo. Tenía la piel de gallina, eran las 10 de la noche y me había dejado la chaqueta en la habitación.
- Tengo miedo, Diego.
Levantó la vista y me miró.
- Ven.
Me acerqué a él y dejé que me atrapara entre sus brazos.
- ¡Pero si estás temblando!
- Me dejé la chaqueta.
Diego se sentó en el suelo y me senté delante de él, entre sus piernas. Tenía la cabeza apoyada en su hombro y él me acariciaba los brazos para darme calor.
- ¿Por qué dices que es muy complicado?
- Porque lo es.
- No. Es más fácil de lo que piensas.
- Diego, creo que te olvidas de que sólo estoy de vacaciones, que mis padres me han dejado salir dos días pero no creo que vayan a seguir así.
- No importa, nos las arreglaríamos.
- Además, ¿Quién ha dicho que yo quiera?
- ¿Tú quieres?
- ¿Y tú?
No respondió, me hizo girarme hasta quedar enfrente de él, mirándole. Entonces me besó. Al principio no reaccioné, estaba como paralizada, pero luego, al notar que iba a separarse al no recibir respuesta, me agarré a su cuello y le devolví el beso. Besaba increíblemente bien, mucho mejor que Carlos... ¿Por qué me acordaba ahora de él? No tuve tiempo de responderme, aquel pensamiento se fue tan rápido cómo había llegado. Entonces, percibí algo que no me gustó, era un sabor o un olor...una mezcla de las dos que identifiqué en seguida. Me separé un poco.
- ¿Qué pasa?
- ¿Has fumado?
- Sólo un poco...estaba nervioso. - Me guiñó un ojo.
- No me gusta el tabaco. Sabe mal...
Se echó a reír y me dio un beso en la frente.
- Entonces, ¿Ya no quieres que te bese? - Me preguntó con una sonrisa irónica. - Lucía, tranquila, todo va a estar bien ya verás. - Algo en mi expresión debió de decirle lo preocupada que estaba por lo que fuera a pasar a continuación.
Se inclinó y me dio un beso muy tierno en la frente. Entonces, justo cuando iba a besarle de nuevo, algo en su bolsillo empezó a vibrar, el móvil de Diego.
- ¡Mierda! - Soltó él al ver que yo me apartaba.
- ¡Eh sin tacos! Venga cógelo.
- Prefiero que me beses. - Dijo él con esa sonrisa descarada.
- Después, ahora cógelo.
- No.
- Diego, como no lo cojas te juro que me voy y te dejo aquí sólo.
- Pues te sigo.
Me estaba desesperando, cuando el teléfono dejó de sonar.
- ¿¡Pero qué has hecho!?
- No me gusta que me interrumpan.
- ¡Diego eres un imbécil! ¿Ahora cómo vamos a volver?
Diego me abrazó, pero yo le aparté enfadada.
- Venga, no te enfades, volverán a llamar.
En ese momento volvió a sonar el móvil.
- ¿Lo ves?
Me fui a la esquina enfurruñada y él cogió el móvil.
- ¿Si?
- ¿Diego?
- Sí, soy yo.
- ¿Está Lucía contigo?
- Sí, está aquí.
- ¿No le habrás hecho nada no?
- Pues claro que no, ¿Por quién me tomas?
- ¿Y yo que sé? En la fiesta había alcohol, podías haber bebido otra vez...
- No me lo recuerdes anda. ¿Te la paso?
- Si.
Entonces se acercó a mí y después de darme un pico me pasó el teléfono.
- Es Anna, quiere comprobar si te he violado o algo. - Volvió a poner aquella sonrisa descarada tan encantadora.
Le dí un golpecito en el hombro. No me gustaba esa broma.
- Lucía, ¿Todo bien?
- Sí, pero nos hemos perdido.
- ¿Qué ha pasado?
- Nada, salí un momento, me puse a andar, Diego me siguió y estamos en una especie de patio interior...
- ¿Hacia dónde habeis ido?
- Pues según sales a la derecha, creo que hemos ido recto al principio pero no estoy segura. Hemos tardado unos 20 minutos en llegar hasta aquí.
- Vale, salimos en seguida. Voy con Rubén en su moto así que no tardaremos.
- Luego me cuentas. Por cierto, traéme la chaqueta. Me muero de frío.
- Vale, un beso.
- Adiós.
Colgué y le dí el teléfono a Diego.
- Vienen ella y Rubén en la moto. No tardarán mucho.
- ¿Se lo vas a contar?
- ¿El qué?
- Lo que ha pasado.
- Pues no sé, ¿Quieres que se lo cuente?
- No.
- ¿Por qué?
- Confía en mí, es mejor que no lo sepa todavía.
- Vale.
Me abrazó y nos quedamos así durante un rato, entonces Diego empezó a juguetear con el cierre de mi vestido, al parecer a todo el mundo le apetecía quitármelo. Llevé una mano a la espalda y la puse encima de la suya, moviéndola de nuevo a mi cintura.
- Vale. - Me susurró.
Entonces me besó de nuevo, aquel fue diferente, posiblemente el mejor que me habían dado nunca. El sabor a tabaco casi había desaparecido, y ya no demostraba ese miedo a mi reacción como las otras veces, ahora parecía más seguro. Mejor. Uno de los dos tenía que estarlo.
De pronto el ruido de la moto nos hizo dar un bote a los dos.
- Ya nos vuelven a interrumpir.
- Que cortarollos, ¿Verdad?
Y sin añadir nada más, yo me senté en el banco y Diego se apoyó en la pared, enfrente de mí. Entonces, a toda prisa, entraron en el patio, Anna, con mi chaqueta en la mano, y Rubén.

martes, 25 de enero de 2011

Capítulo 14

Estaba allí parada, en medio del jardín, mirando cómo la gente se empujaba a la piscina. Entonces, alguien me agarró por detrás. Pegué un grito y me giré. Era Rubén.
- ¿Aún estás seca? Eso no puede ser...
- ¡Rubén ni se te ocurra!
Sin hacerme caso, Rubén me cogió un volandas y se dirigió corriendo a la piscina.
- No, Rubén por favor.
- Va está bien, pero deberías irte de aquí o acabarás empapada.
Rubén estaba de pie junto al borde de la piscina, y justo cuando iba a bajarme, alguien chocó contra él y le hizo perder el equilibrio, haciéndonos caer a ambos.
- ¡Me cago en...!
Mi vestido estaba completamente empapado, por suerte no se transparentaba, pero me estaba muriendo de frío. Salí de la piscina tiritando y con el pelo empapado. La gente parecía no haberse dado cuenta de nada, a fin de cuentas, había más de veinte personas entrando y saliendo de la piscina. Me metí dentro de casa y me puse a buscar el baño, con la esperanza de que hubiera en él un radiador o algo con lo que poder secar un poco el vestido, y de paso, mi pelo. Al fin lo encontré, en el segundo piso, entré y encontré un secador en uno de los armarios. Decidí empezar con el vestido, puse el cerrojo y me lo quité, quedándome en ropa interior. Lo cogí y empezé a pasar el secador por encima, con cuidado de no acercarlo demasiado para no quemarlo o dejar marcas. De pronto, oí unos golpes en la puerta. Mierda. Tenía que dejar el baño libre.
- ¿Está ocupado? - Era la voz de una chica, pero no me sonaba nada.
- Un momento, ya salgo.
Me puse a toda prisa el vestido todavía mojado y abrí la puerta. Sonreí al ver que aquella chica, que, al igual que yo, venía en busca del secador.
- ¿A tí también te han tirado a la piscina? - Preguntó.
- Sí, pasa y compartimos el secador.
- Gracias.
Entró y ambas empezamos a secarnos, durante un rato yo le pasaba a ella el secador por encima y luego cambiábamos. Volvieron a llamar a la puerta, esta vez era un chico, tuvimos que salir del baño aún húmedas y con el pelo mojado. Bajamos a ver si habían terminado de echarse agua. Cuando salimos al jardín, la chica,  salió corriendo y se abrazó a un chico, él estaba de espaldas, pero me pareció reconocerlo. Era Diego, y ella era la chica con la que estuvo antes. La levantó y le dio un suave beso en los labios. Aquello me dolió, era un mentiroso, me había mentido, yo no le importaba. Salí corriendo de la casa y me senté un banco, lejos de todo aquel jaleo que había allí montado. Algunas lágrimas se desbordaron de mis ojos, ya no me preocupaba de detenerlas, las dejé caer, dejando pequeñas marquitas en mi vestido ya casi seco. Tenía el pelo empapado, y tenía frío, pero no importaba, yo no importaba. Entonces alguien me agarró por detrás, de los hombros, y yo, no pude evitar pegar un grito.
- No te asustes. No quiero que tengas miedo de mí.
- No lo tengo.
- Bien. ¿Cómo es que estás aquí sola? La fiesta es dentro...
- Déjame en paz, es por tu culpa.
- ¿Por mi culpa?
- Sí.
- ¿Qué he hecho?
- Me has mentido.
- Nunca te he mentido.
- Ya. Seguro.
- Mírame. Mírame y dime que miento. Me importas, y mucho.
- Déjame, déjame en paz y vete con esa chica, seguro que te está esperando.
- No, yo con ella no tengo nada y además no te voy a dejar aquí sola.
- Además, no te he perdonado lo que pasó hace dos días.
Vi el dolor reflejado en sus ojos, pero lo ignoré. Me levanté del banco y eché a andar. Necesitaba librarme de él como fuera.
- Deja de seguirme.
No respondió, pero no se separó de mí. Llevábamos andando una media hora cuando Diego me detuvo.
- Lucía, ¿A dónde vas?
- No lo sé.
- Para, por favor.
- No, ¿qué más te da? No te importo.
- ¡Deja de decir eso! Me importas mucho, si no, ¿Por qué te iba a seguir hasta aquí?
No pude contenerme más y empezé a llorar otra vez. Él hacía que me creyera sus mentiras, no podía evitarlo. Me abrazó y lloré hasta quedarme sin lágrimas, entonces, Diego, me agarró de la cintura y me condujo hasta un pequeño patio interior que había allí cerca. Miré a mi alrededor, había poco espacio y un banco en una esquina, sin embargo, me solté del abrazo de Diego y me senté en el suelo. Se sentó a mi lado, en silencio, con su mano apoyada en el suelo sobre la mía. No me molestaba, es más, me gustaba.
- ¿Por qué dices que te importo tanto?
- Porque es verdad.
- Pero, ¿Por qué?
- No lo sé. Simplemente es así y punto.
Empezó a acercarse a mí, despacio pero con seguridad, me agarró de nuevo por la cintura.
Sus manos se deslizaban despacio por mi espalda, acarciándome. Me tranquilizaba ese contacto, aunque no debiera ser así, Diego me atraía, y eso no estaba bien, no después de todo lo que había pasado. Me besó en el cuello, los hombros, las mejillas, cubrió mi cara de besos dulces y cálidos, pero no se atrevió a tocar mi boca.
- Perdóname - Me susurró.
Me resultaba casi imposible no hacerlo, pero mi ingenuidad ya me la había jugado demasiadas veces, lo mejor sería no volverle a ver.
- No - Una lágrima desobediente resbaló por mi mejilla, Diego la recogió y sujetándome la barbilla me miró directamente a los ojos. Esa mirada me hizo romper a llorar, estaba cargada de dolor y de culpabilidad, me miraba con sus preciosos ojos azules, suplicando que le perdonara.
- Por favor.
- No puedo hacerlo Diego, ¿No lo entiendes? - Me sorprendió el hecho de que lo había dicho gritando, estaba muy alterada, su presencia a mi lado me ponía nerviosa y con sus caricias...uff...no podía pensar con claridad. Suspiré - Dame tiempo ¿Vale? Todo esto es demasiado complicado.
Y sin darle tiempo a responder, y muy a mi pesar, me alejé de él con la intención de marcharme, pero entonces recordé que no sabía volver. ¡Mierda!
- No sé volver.
- Yo tampoco.
- ¿¡Qué!?
- No me he fijado en el camino, no sé volver.
- ¿Y entonces? ¿Qué hacemos?
- Nada, se darán cuenta de que no estamos y me llamarán.
- ¡Llama tú!
- No tengo saldo, solo puedo recibir llamadas.

lunes, 24 de enero de 2011

Capítulo 13

¿Y ahora qué hago? Sabía lo que pasaría si le seguía, o al menos lo imaginaba, y por mucho que lo deseara sabía que no estaba bien, ¿Pero cómo le decía que no quería ir con él? Entonces de repente mientras él trataba de convencerme de que le siguiera una música empezó a sonar en mi bolso, no había tenido tiempo ni de quitármelo.
- ¿Sí?
- ¿Lucía?
- Mamá, ¿Pasa algo?
- No, sólo quería saber si estabas bien.
- Sí, estoy en casa de Anna.
- Lucía, ¿Qué es esa música? Oigo mucho jaleo...
- Emm...sí, esque estamos viendo la tele y la hermana de Anna a puesto la música a tope, esto es un caos.
- Bueno, llámame por la mañana y me dices a qué hora llegas.
- Vale, mamá.
- Adiós, Lucía.
- Adiós.
Colgué el teléfono y enseguida vi a Anna a mi lado.
- ¿Era tu madre?
- Sí.
- ¿Te ha pillado?
- No, no te preocupes. Acompáñame dentro que tengo que dejar el bolso.
- Dámelo, yo lo llevo.
- Te acompaño.
- De verdad, que no hace...
- Anna, que te acompaño.
Por fin pareció darse cuenta.
- Vale.
Me agarró del brazo y nos metimos dentro de casa. Fuimos hasta una habitación en el primer piso, entramos y dejé mi bolso junto a las demás cosas que había allí, todas tiradas sin ningún tipo de orden.
- ¿Pero qué te pasa? ¿Por qué no te has ido con él?
- Porque no quiero.
- ¿No te fías de él?
- No es eso Anna, pero no quiero que pase nada entre nosotros.
- ¿Por qué no?
- Porque todo sería demasiado complicado, además en dos semanas me vuelvo a Madrid.
- Pero siempre es mejor algo que nada, deberías intentarlo, el chico está loquito por tí.
- Por cierto...¿Qué es eso qué te dijo Carlota?
- Que ayer estuvo hablando con Diego.
- ¿Y?
- ¿Qué más te da? Tu no quieres nada con él...
- ¡Anna!
- Venga, volvamos a la fiesta.
- No, yo te conté lo de Marco, así que venga, dime.
- He prometido que no te iba a decir nada.
Y sin añadir nada más desapareció con una sonrisa. Aparté algunos bolsos y me senté en la cama. Anna tenía razón, yo no quería nada con él, no debía importarme nada de lo que dijera, pero lo cierto es, que sí me importaba, y mucho. Entonces la puerta se abrió y la persona más inesperada entró en la habitación. Marco.
- ¿Qué haces tú aquí?
- ¿Y tú?
- Me ha traído una amiga.
- Pues a mí también. Por cierto, bonito vestido.
Le hice una mueca y él soltó una carcajada.
- Lo siento.
- No importa.
- ¿De verdad? ¿Me perdonas?
- Sí, en realidad no llegó a pasar nada que yo no quisiera...
- Cierto. ¿Vamos a fuera?
- Vale.
Salimos juntos a fuera, pero en cuanto pusimos un pie en el jardín, un chico moreno agarró a Marco y lo tiró a la piscina. Marco, completamente empapado y con ayuda de otros dos, tiró al agua al moreno. Presentí que estaba a punto de organizarse una guerra de agua en toda regla cuando vi llegar a Javier con un montón de globos sin inflar en una manos y la manguera en la otra.

domingo, 23 de enero de 2011

Capítulo 12

Llevaba puesto un vestido suelto precioso y unos tacones negros, llevaba el pelo suelto e iba bastante maquillada. Me hizo un gesto con la mano para que me acercase.
- ¡Lucía!
- Hola.
Le di dos besos y me subí al coche, la casa de Javier no estaba lejos, a unos 10 minutos más o menos.
- Me encanta tu vestido, te va bien con los ojos. - Era verdad aquel color verde le iba bastante bien.
- ¡Gracias! ¿El tuyo dónde lo compraste?
- Me lo regalaron por mi cumpleaños. - Llevaba puesto el vestido azul de la otra noche, no había traído nada más.
- Por cierto... ¿Qué era eso que no quisiste contarme anoche?
- Preferiría no hablar de eso...
- Ah no, ahora me lo cuentas.
- A ver, anoche después de cenar, sirvieron un poco de ron y... - Se lo conté todo, desde el baile con Marco hasta la conversación en la puerta de mi habitación.
- ¿Y qué vas a hacer? No parece mal chico...
- Ya... No sé, tampoco creo que le vea mucho así que...
- ¡Tienes detrás a todos los chicos eh!
- No digas tonterías, ese se habría ido con cualquiera.
- ¿Y Diego?
- A Diego no le importo.
- Yo no pienso lo mismo.
- ¿Y en qué te basas?
- En lo que me ha contado Carlota esta mañana.
- ¿Y a qué esperas para decírmelo?
- Te lo cuento después que estamos llegando.
- ¡No me hagas esto!
- Baja y ve entrando que voy a aparcar.
- Pero luego me lo cuentas.
- Que si pesada, ahora entra.
Me bajé enfurruñada del coche, ¿Qué sería eso que le había contado Carlota sobre Diego? Me moría por saberlo...
Tenía ante mí una casa enorme, de unos 4 pisos. Detrás de la casa se oían gritos y risas, así me acerqué. Había un jardín muy grande con una piscina, la mitad de la gente estaba en el agua y los demás bailaban empapados. Intenté reconocer a alguien, pero había demasiada gente a la que no conocía, de pronto, vi una cara que me era familiar. Unos rizos oscuros que caían sobre una cara perfecta, Natasha me estaba mirando con una cara de asco insoportable, ¿Pero qué le había hecho yo a esa niñata?
- ¿Acaso tengo monos en la cara?
- No, perdona, esque eras la única de por aquí que me sonaba, ¿Tú eres Natasha no?
- Sí, ¿Y tú quien eres?
- Me llamo Lucía.
- Ya sé cómo te llamas. ¿Pero qué estás haciendo aquí? Nadie te ha invitado, lárgate.
- Me ha invitado Anna y de todas formas tú no eres nadie para decirme que me vaya, en todo caso que me lo diga Javier que es su casa, ¿No?
- Mira, me da igual de quién sea la casa pero tú no deberías estar aquí, sólo eres una niñata que se aburre de vacaciones, pues ¿Sabes una cosa? Que aquí sobras.
- Me da igual lo que tú digas, pienso quedarme tanto si te gusta cómo si no.
- Eso ya lo veremos. Y por cierto, a Diego ni mirarle, es mío.
- Pues él no parece pensar lo mismo.
Justo detrás de ella, Diego, se estaba dando el lote con una chica de pelo negro, no pude verle la cara porque estaba de espaldas, pero sí vi los ojos azules de Diego recorriendo el jardín y pararse por un momento en los míos. Me molestó que estuviera allí, liándose con una en medio del jardín, pero me consoló pensar que no era la única. Natasha me miró con odio y luego se alejó en dirección a la piscina, mezclándose entre la gente.
- Hola. - Esa voz me hizo derretirme por dentro.
- Hola.
- He visto que hablabas con Natasha, ¿A pasado algo?
- Nada, le molesta que yo esté por aquí.
- No le hagas caso.
- ¿Pero qué más te da, Diego? Yo no te importo...
- ¡Claro que me importas!
- ¿Ah sí? ¿Y por eso estabas ahí comiendole la boca a esa chica?
Intenté alejarme de él, pero me sujetó por la muñeca y me obligó a acercarme de nuevo.
- Me importas. Más de lo que piensas.
- ¡No me mientas! Yo misma te oí decir que sólo soy una más.
- No hablaba en serio.
No sabía si creerle, sus ojos me tenían como hipnotizada.
- ¿Confías en mí?
- ¿Qué?
- Que si confías en mí.
Miré a mi alrededor, ¿Dónde estaba Anna? La necesitaba... Entonces la ví, estaba hablando con otras chicas pero tenía un ojo y un oído puestos en Diego y en mí. ¿Qué le digo? ¡Anna, ayúdame! Entonces Anna esbozó una sonrisa y asintió con la cabeza.
- Sí, confío en tí. A pesar de lo que hiciste.
- Lucía, yo...
- Déjalo, no quiero hablar de eso ¿Vale?
- Vale. Ven conmigo.

miércoles, 19 de enero de 2011

Capítulo 11

- Hola.
- Hola, ¿Qué te pasa?
- Nada, ¿Por qué?
- Porque estás rara y parece que hubieras llorado...
- No es nada, en serio.
- Venga cuéntamelo. Y yo te cuento otra cosa.
- ¿Qué cosa?
- No, tu primero.
- Es que prefiero contártelo en persona...
- ¿Tan mal a ido tu cena?
- Bastante.
- ¿Qué ha pasado?
- Ya te lo he dicho, mañana. Cuéntame lo tuyo.
- He hablado con Rubén.
- ¿Y qué tal?
- Pues no sé, me ha dicho que le deje un poco de tiempo porque no está seguro de nada...
- Ya, lo mismo me dijo a mí.
- Yo creo que le mola otra.
- ¿Por qué piensas eso?
- No sé, simplemente lo creo.
- No seas paranioca.
- ¿Y tú con Diego?
- ¿Qué?
- ¿Que si te has aclarado?
- Eso da igual, no le gusto.
- Pues yo creo que sí, ¿Has visto cómo te mira?
- Cuando iba hacia el patio, le oí hablar con Pepe...
- ¿Y?
- Le dijo que yo solo era una más.
Silencio al otro lado de la línea.
- ¿Anna?
- Si.
- ¿Qué dices?
- Pues que Diego es demasiado orgulloso cómo para admitir que le gusta alguien, pero he hablado con Carlota, ella le conoce más que nadie y dice que está muy raro, se pasa el día encerrado en su cuarto sin hablar con nadie. Además, yo tambien lo he notado, está más triste de lo normal, le gustas.
- Anna, en el hipotético caso de que yo le gustase, sólo estoy de vacaciones, me quedan menos de dos semanas, ¿A dónde llegaría lo nuestro?
- Ya...ahí tienes razón... Pero no sé, algo mejor que nada, eso me lo dijiste tú.
- Bueno, ya veremos. Me voy a dormir, mañana te cuento. Por cierto, ¿Dónde y cuándo quedamos?
- Vamos a casa de Javier, sus padres se van de viaje y va a dar una fiesta, ¿Tienes ropa?
- Sí, no te preocupes. ¿Y cómo llego hasta allí?
- Paso a por tí sobre las 6, ¿Vale?
- ¿Y a qué hora acabaría?
- Pues...probablemente muy tarde...dile a tus padres que duermes en mi casa y listo.
- Vale, un beso, hasta mañana.
- Buenas noches y que sueñes con Diego!
Y sin darme tiempo a replicar, colgó. A veces aparentaba ser mucho más pequeña de lo que era...
Quise volver a dormirme, pero antes de poder conciliar el sueño, unos golpes en la puerta me hicieros volver a levantarme. Serían mis padres comprobando que había vuelto. Fui a abrir la puerta, sin embargo, antes eché un ojo por la mirilla, pura costumbre. Me quedé paralizada al ver sus ojos verdes.
- ¿Qué quieres?
- Hablar contigo.
- Pues habla.
- ¿No me dejas pasar?
- No.
Probablemente estaba siendo muy borde, sin embargo, él se lo merecía.
- Vale, supongo que me lo merezco. Lo siento mucho, sólo quería que supieras que jamás te habría hecho daño y que no soy la clase de persona que tú crees que soy. Se me fue un poco la mano con el alcohol a mí también, aunque no lo pareciera, y aunque esa no es excusa, yo no suelo ser así.
- ¿Ah no? ¿Y cómo eres entonces?
- Si me dejaras demostrártelo...
- Déjame en paz, ¿Quieres?
- Lo he intentado, piénsatelo, ¿Vale?
Suspiré resignada, todos conseguían siempre lo que querían de mí.
- Lo pensaré.
- Buenas noches.
- Buenas noches.
La verdad esque en el fondo no parecía mal chico... Pero bueno, no pasaría mucho tiempo con él y sin duda, no volvería a intimar tanto como la última vez.
Y por fin, después de todas aquellas interrupciones, pude dormir, al menos, lo que quedaba de noche, que no era mucho.
Me desperté cansada, con un dolor de cabeza terrible y el pelo y las ideas revueltas. La verdad esque no recordaba con demasiada claridad la noche anterior, Marco le había hecho algo, habían discutido... mejor no pensar demsiado, me costaba un esfuerzo horroroso.
Esa mañana saldría a dar una vuelta con mis padres, no me apetecía nada, pero mejor tenerlos contentos para poder ir esta noche a la fiesta.
Me di una ducha para despejarme, me vestí deprisa y fui a llamar a mis padres para bajar a desayunar.
Cuando llegamos abajo, nos sentamos en misma mesa de la noche anterior, en lugar del gran escenario ahora había un enorme buffete con todo tipo de repostería, fruta, huevos revueltos, salchichas, bacon, tostadas...estaba muerta de hambre.
- Oye, mamá...
- ¿Sí?
- ¿Puedo quedar esta tare con Anna?
- Sí, ¿A dónde vas a ir?
- A su casa, me ha invitado a dormir.
- No sé, Lucía, la acabas de conocer...
- Pero es muy simpática, ayer me enseñó la ciudad, si quereís hoy is llevo.
- Vale, está bien, pero llámame cuando llegues allí y mañana por la mañana cuando te levantes, ¿De acuerdo?
- Vale, mamá, ¡Muchas gracias!
Pasé toda la mañana con mis padres, esperando a que llegaran las 5 para poder irme con Anna, mi madre no sabía que iba a una fiesta, así que tendría que cambiarme en el coche de Anna.
Por fin dieros las 4:30, así que me subía  ala habitación y me vestí con ropa de calle, luego saqué mi bolso y metí la falda azul con la camiseta blanca de tirantes. Fui al baño y me maquillé un poco, tratando de disimular las enormes ojeras que tenía de la noche anterior.
Salí corriendo del hotel, y justo en la puerta me esperaba Anna con el coche.

domingo, 16 de enero de 2011

Capítulo 10

Entré silenciosamente en la habitación 515, no quería que mis padres se enterasen de que llegaba 30 minutos tarde, tendría que cambiarme deprisa si quería llegar a la cena.
Fui al baño y me metí en la ducha, el chorro de agua caliente consiguió que me relajara un poco y dejase de pensar en lo que había escuchado apenas una hora antes. Cuando salí me apresuré a vestirme; unas medias transparentes, un vestido cortito de palabra de honor azul eléctrico y unos tacones. Fui a la habitación de mis padres a por la bolsita del maquillaje.
- Hola. - Dije.
- ¡Qué guapa! Pero te falta el maquillaje.
- Gracias. Lo sé, a por eso venía.
- Ven, que te vea tu padre.
- ¡Mamá! ¿Me das el maquillaje? Mira que si no no llegamos...
- Está bien, está bien. Toma.
- Gracias mamá.
Y diciendo esto salí de la habitación. Me metí en mi baño y me puse la raya, de color negro y el rímel, un poco de sombra bien difuminada y brillo de labios, perfecto.
Iba a salir de la habitación, pero al ir a cerrar la ventana una ráfaga de aire frío me hizo estremecerme, así que cogí la chaqueta y cerrando la puerta me metí en el ascensor. Cinco, cuatro, tres...¡Qué ascensor más lento! Entonces se paró, cuando iba a salir me choqué con un chico. Tendría más o menos mi edad, pelo rubio y rizado y los ojos verdes, como los míos. La verdad es que era bastante guapo.
- ¿Vas abajo?
- Emm...si...
- Este es el segundo. - Dijo con una sonrisa. - Por cierto, bonito vestido.
- Muchas gracias, tu también vas muy guapo. - ¡Pero qué estaba diciendo!
- Gracias.
Salimos del ascensor y caminamos juntos hasta el restaurante.
- ¿Cómo te llamas?
- Lucía ¿Y tú?
- Marco. ¿De dónde eres?
- De Madrid ¿Y tú?
- Soy italiano, de Roma.
- Siempre he querido ir a Roma...
- Pues te llevaré algún día.
Le miré extrañada, tenía que estar de broma.
- Es broma, no voy a secuestrarte ni nada por el estilo.
Los dos nos reímos, me había caído bien ese chico.
- Bueno, me tengo que ir, mis padres me están esperando.
- ¿En qué mesa estás?
- En esa de allí. - Dije señalando al fondo de la sala.
- Iré a buscarte luego para pedirte un baile. - Me puse roja como un tomate, él debió notarlo, porque me sonrió y añadió - Si tú quieres, claro.
- Sí, nos vemos luego.
Me alejé de él y me senté junto a mis padres.
- ¿Quién era ese chico? - Preguntó mi padre nervioso.
- Nadie papá.
- ¿Y qué hacías hablando con él?
- Eee....nada papá, le preguntaba si sabía dónde estaba el baño. - No se me daba bien mentir, pero con mis padres siempre funcionaba.
- ¿Y ese qué sabrá? Preguntale a un camarero.
- Tienes razón. ¡Perdone! ¿Dónde está el baño?
- Al fondo a la derecha. - Me indicó amablemente el camarero.
- Muchas gracias.
Me levanté de la mesa y me dirigí a la puerta del fondo a la derecha, siguiendo las indicaciones. Entré en el baño y dejé pasar un par de minutos, después salí y volví a sentarme en la mesa.
- ¿Dónde está la carta? - Pregunté.
- No hay carta, es el mismo menú para todo el mundo.
- ¿Y cuál es?
- No lo sé, ya nos traerán la comida.
En ese momento llegó el camarero con tres platos de sopa. Comimos en silenciolos tres platos y el postre. Cuando acabó todo el mundo y recogieron los platos, los camareros retiraron las mesas y la sala se convirtió en una especie de salón de baile. En una parte de la sala pusiron una mesa con copas de vino, ron y refrescos para los más pequeños. Me apetecía muchísimo un ron con limón, despejaría la mente por un rato, así que, sin que mis padres me vieran me dirigí a la mesa y me llené tres cuartos del vaso de ron y el resto de fanta de limón. Me senté en una esquina y empezé a beber, estaba bueno, así que me puse otro. De pronto una falsa felicidad me embargó y sentí unas ganar irrefrenables de ponerme a bailar, me acerqué al centro de la sala, dónde un montón de personas bailaban agarradas, era una canción lenta. Me quedé allí parada, confundida y mareada por los efectos del alcohol, entonces una mano me sujetó de la cintura y una voz familiar sonó a mi espalda:
- ¿Mucho ron?
- Hola..emm...Marco. Pues sí, demasiado.
- Que poco aguante...
- ¡Oye! - Le di un golpecito en el hombro y ambos nos echamos a reir.
- Vamos a bailar.
Me agarró de la cintura un pegó su cuerpo al mío, pasé mis manos alrededor de su cuello y nos pusimos a bailar, mirándonos a los ojos. Mi mente era un completo desorden, no podía pensar en nada, aunque un nombre no paraba de acudir a  mi cabeza, por suerte, en ese momento no significaba nada: Diego.
Marco comenzó a bajar las manos, lentamente, como si no quisiera que yo me diera cuenta, aunque de todas formas, me importaba poco.
- ¿Te molesta?
- No.
Entonces acercó su boca a la mía, ese gesto despertó algo en mí, por un momento fui medianamente consciente de lo que estaba pasando, y me aparté.
- No.
- ¿Por qué?
- Están mis padres. - No se me ocurrió ninguna otra excusa.
- Ven conmigo.
Mi mente volvió a embotarse.
- Vale. Pero voy a avisar a mis padres.
- Te espero en la salida.
Fui a dónde estaban hablando mis padres.
- Me subo a la habitación, estoy cansada.
- Vale, buenas noches.
Cogí mi chaqueta y salí a fuera. Marco me esperaba allí dado la vuelta, con unos vaqueros un poco desgastados y una camisa de rayas.
- Hola.
- Ven, vamos.
- ¿A dónde?
- A mi cuarto.
- ¿Estás solo?
- Sí.
Me agarró de la manos para que no me cayera al suelo, estaba demasiado mareada, y los tacones no ayudaban demasiado. Me llevó hasta su habitación y me sentó en la cama. Se sentó a mi lado.
- ¿Qué tal estás?
- Mareada.
Se inclinó y me besó. No me aparté pero no le respondí al beso, no tenía muy claro el porqué pero no lo consideré apropiado. Se separó de mí.
- ¿Pasa algo?
- No...no lo sé.
Suspiró y se apartó del todo.
- Lo siento, supongo que no debería haberme aprovechado...
- No importa.
No quería que se apartara, así me acerqué y le besé. El rostro de Diego acudió a mi mente, le quería, le necesitaba... ¿Qué había dicho esa tarde? Ah sí, que solo era una más, poco a poco todo fue volviendo, recuperé la capacidad de pensar. ¿Qué estaba haciendo? ¡A mí Marco no me gustaba! ¿Cómo había llegado hasta alli? No me acordaba... Entonces Marco empezó a desabrocharme el vestido.
- Para.
- ¿Qué?
- Que pares.
No me hizo caso, me desabrochó el vestido y me lo quitó. Todo era igual que aquella tarde, en casa de Carlos... Empezé a llorar, no quería recordar eso, aquella tarde fue su hermana quien le frenó, pero ¿Y ahora? No había nadie para ayudarme... Entonces algo pasó. Marco paró y se apartó de mí tanto como pudo.
- Lo siento, lo siento, no sé que me a pasado...
Llorando todavía me puse el vestido y salí de la habitación. ¿Es que en estas vacaciones iba a ser siempre así? Yo pensé que Marco era un buen chico, no me gustaba pero me había caído bien... Enté en la habitación y me eché en la cama, estuve llorando durante un par de horas y luego me quedé dormida.
De repente una música me despertó, era mi móvil. ¿Quién sería? ¿Marco? No, él no tenía mi móvil. Miré la pantallita, era Anna. Es verdad, dijo que me llamaría.

viernes, 14 de enero de 2011

Capítulo 9

Eché a andar por el pasillo, estaba oscuro, pero entre todo aquel silencio, oí una voz que me era familiar. Venía de una de las puertas laterales, estaba entreabierta, asomé los ojos lo justo para vez de quien se trataba. Alcancé a ver a un chico desgarbado y bajito, pero estaba de espaldas, aunque me dio la impresión de que lo conocía...
- Tío, pero es que no sé que hacer...¿Cómo se perdona algo así? - Esa voz...¡Era Diego! Y...¿Hablaba de mí?¡Diego hablaba de mí! No se porqué pero eso me hizo sentirme eufórica por unos instantes.
- Pues a mí me perdonó y a Javier también. - La voz de Pepe, aquel chico que había visto era Pepe.
- Ya Pepe pero no es lo mismo...
- Lo sé. Pero... ¿A ti te gusta?
Me quedé helada. Quería saber la respuesta, necesitaba una respuesta.
- Solo es una más.
Quería morirme por dentro, ¿Cómo podía haber dicho eso? Yo le había visto mirarme todo el rato y... pensé... ¿De verdad no soy nadie para él? Que capullo... Y después de lo que me hizo... Si solo soy una más que se lo hiciera a otra... Una lágrima se deslizó por mi mejilla.
- Ya, seguro. Pero bueno, dejemos el tema. Yo...te quería contar una cosa...
- A ver, cuentame.
- Me mola tu hermana.
- ¡¿Carlota?!
-¿Tienes alguna otra hermana?
- Joder tío... Pero si está con Javi...
- Sólo de rollo.
- Eso es porque a mi hermana no le gustan las cosas serias, pero le quiere mucho.
- Ya, supongo que no tenía muchas posibilidades...
- Venga Pepe, no te deprimas que hay más tias en el mundo.
- Dijo el enamorado...
- ¿Yo? El dia que yo me enamore...no, eso no pasará nunca.
- Ya, ya, ya...lo que tu digas. Anda volvamos a la sala.
Tuve que salir corriendo hacia el patio para que no me descubrieran. Cuando salí, un viento fresco me acarició las mejillas, no hacía frio, pero estaba oscuro. Me senté en uno de los bancos y me puse a escuchar a mi grupo favorito, Owl City. De pronto una mano me tocó el hombro, me giré y decepcionada comprobé que era Carlota. Me quité los cascos y se sentó junto a mi.
- Siento si antes hemos pasado un poco de ti Javi y yo...
- No, no importa de verdad.
- ¿Podemos hablar?
- Si, claro. Dime.
- ¿Damos una vuelta?
- Vale.
Nos levantamos y salimos por una de las puertas del patio, a la calle y nos pusimos a andar entre toda aquella maraña de personas.
- Quería hablarte de Diego.
Genial, ya estamos.
- Ya sé que estaba borracho y todo eso. Ya está. No sabía lo que hacía.
- No he venido a decirte eso.
- ¿Y entonces qué? - Soné un poco más brusca de que pretendía pero a Carlota no pareció importarle.
- A Diego le gustas de verdad.
- Acabo de oírle decir que solo soy una más.
- Mi hermano es así, nunca lo reconocería. Pero créeme, soy su hermana, y lo he notado. No come nada, duerme poco y no hace caso a nadie. Además una chica sabe esas cosas ¿no? ¿Tú no has notado nada?
- Pues no. -  Mentí.
- No te creo, no se te da bien mentir. A ti te gusta mi hermano.
- Y tú le gustas a Pepe. - ¿Por qué había dicho eso? Yo no quería decirle nada, Pepe era mi amigo.
- ¿Qué?
- Nada, nada.
- Dímelo.
- Que nada de verdad, no sabía que decir.
Puso los ojos en blanco pero sorprendentemente, me creyó. Entonces llegamos a la puerta principal, la misma por la que había entrado con Anna unas horas atrás.
- Buen, Lucía, yo me voy, pero piénsatelo. No me gusta ver así a mi hermano.
Y diciendo esto se alejó con Javier.
Nada más entrar en la sala percibí la mirada de Diego sobre mi espalda, no le vi, pero sabía que me estaba mirando.
Vi a Rubén solo, sentado en un sofá, pensé que quizás sería una buena oportunidad para habar sobre Anna...
- Hola.
- ¡Hola! - Ese chico siempre tan alegre..
- ¿Qué haces aquí solito?
- Pues nada. Pensar.
- ¿Y en qué piensas?
Su mirada se dirigió hacia uno de los sofás del fondo, dónde una chica rubia hablaba animadamente con las demás.
- ¡Ahh! Te mola Anna, te mola ¿A que si?
- ¡Qué va!
- Rubén... se nota bastante.
Suspiró. Reconociéndolo.
- Está bien, pero no estoy seguro. Sé que me importa más que las otras chicas de por aquí, pero aún no sé hasta que punto me gusta...
- Bueno, pero en cierto modo si que te gusta...
- Si.
- ¿Saldrías con ella?
- No lo sé, en eso pensaba, estoy un poco confundido...
- Bueno, no importa.
- ¡Lucííía! - Era Anna quien me llamaba.
- Hablando de la reina de Roma... - Dijo Rubén.
- Bueno, yo me voy que si no llego tarde. - Me despedí con un beso en la mejilla y salí de allí con Anna.
- ¡Cuéntamelo todo! - Dijo ella entusiasmada en cuánto salimos.
- Cualquiera diría que eres tres años mayor que yo..
- Venga anda, dímelo.
- Pues que en cierto modo le gustas pero no está seguro del todo...
- Bueno, algo es algo.
Pasamos el resto del camino hablando de cosas sin importancia. Agradecí que no me preguntase por Diego.
- Ya estamos.
- Vale. Muchas gracias, me lo he pasado muy bien.
- ¿Volvemos a quedar no?
- Si tengo que pasar el resto de las vacaciones sola con mis padres me vuelvo loca.
- Vale, te llamo esta noche y hablamos.
- Pero a partir de las 11, que tengo la cena esa.
- Vale, ¡Hasta mañana!
- Buenas Noches.
Y diciendo esto nos separamos.

martes, 11 de enero de 2011

Capítulo 8

Estaba allí de pie, junto a una chica morena y Javier, el chico de la otra noche. Miraba nervioso hacia el coche, y cuando me vio salir, pude ver un destello en sus preciosos ojos azules, pero en seguida se apagó. Le miré con toda la dureza con la que fui capaz, no le iba a perdonar tan fácilmente como a Pepe. Diego bajó la mirada, y yo pasé a su lado mientras apretaba la mano de Anna.
Entramos dentro. Era un gran salón, con varios sofás y en el centro una mesa con refrescos y patatas fritas de bolsa. En una radio encendiada sonaba música española, parte de la gente de allí se movía al ritmo de las notas que salían de aquella caja mágica, otros hablaban animadamente mientras que los más aburridos, al fondo, veían la televisión. En un rincón, una pareja, se daba besos cariñosos mientras se fundían en una abrazo. Casi inconscientemente miré a Diego. Tenía una mirada triste y caminaba solo hacia un sofá. Se quedó allí sentado, con sus ojos azules mirando a la nada. Entonces, una chica morena, con el pelo rizado y negro, le abrazó por detrás y le dio un beso en la mejilla, no sabía porqué, pero ese gesto tan simple, me produjo unos celos tremendos. ¿Pero por qué? ¿Me gustaba Diego? No, no podía ser, apenas lo conocía, y la única impresión que tenía de él no era muy buena a decir verdad...
- Lucía, ¿Vienes? - Era Anna - Te has quedado como embobada... - Sonrió al ver a dónde se dirigía mi mirada. - Es Natasha, no le hagas caso, entre ella y Diego na hay nada, tontea con todos.
- No, si yo...
- Venga, Lucía, que nos conocemos...
- Es verdad, ¿Y tú que vas a hacer con tu chico?
- Pues...nada, supongo. Somos amigos y paso de estropear lo poco que tenemos...
- No seas tonta Anna, quien no arriesga no gana.
- Mira quién fue a hablar...
- No es lo mismo y lo sabes.
- Cierto pero aún así deberías hablar con él. Está fatal en serio, mírale la cara.
- Uff...pero si esque no puedo, cada vez que lo miro...
- Hagamos un trato, si yo hablo con Rubén tú hablas con Diego.
- Anna, no es lo mismo... Si quieres hablo con Rubén y te digo si le gustas...
- Está bien, pero ni se te ocurra decirle nada ¡eh! Y sobre lo de Diego...ya hablaremos.
- Ya hablaremos. - Repetí.
- Ahora ven, que te presento a los demás.
- Vale.
- ¡Carlotaaa! - La llamó Anna.
Carlota pereció molesta porque le estropeasen su beso con Javier pero no dijo nada y se acercaron juntos.
- Carlota, Lucía; Lucía, Carlota - Nos presentó.
Dos besos, como siempre.
- Hola encantada - Me dijo ella con una sonrisa. - El es Javi.
- Ya nos conocemos...
- Ya, sobre eso... Perdona, no me acuerdo de nada pero por lo que me contaron... - Dijo él.
- No importa, perdonado.
No pareció importarle demasiado que le perdonase o no, antes incluso de que terminase de hablar, se giró y le plantó un beso a Carlota, quien, siguiéndole el juego, se alejó hacia el rincón de nuevo con él.
No paraba de pensar en Diego, en sus ojos azules y profundos, en su rostro perfecto, en su boca perfecta...Uff...necesitaba tomar el aire.
- ¡Lucía! - Anna estaba en frente mío, sentada en el sofá.
- ¿Qué?
- ¿Qué te pasa, que no me escuchas?
- Nada, necito tomar el aire. ¿Por dónde se sale?
- Ve por ese pasillo de allí y la puerta del fondo, sales al patio.
- Gracias.
- ¿Seguro que no quieres que te acompañe?
- No, gracias. - Y dedicándole una sonrisa me fui.

domingo, 9 de enero de 2011

Capítulo 7

Paramos delante de una casa bastante grande, tendría por lo menos tres pisos. Estaba encalada, con los marcos de la puerta y las ventanas de color azul. En la parte de delante tenía un pequeño patio donde había aparcado un coche y un par de bicis. Pepe se bajó del coche y llamó al telefonillo, una voz femenina contestó:
- ¿Quién es?
- Soy Pepe, ¿Está Rubén?
- Sí, un momento. ¡Rubéen!
- ¿Sí? - Tenía una voz bonita.
- Rubén, tio, baja ya.
- ¡Voy! Emm...¿Está...?
- Sí, está en el coche.
- ¿Y qué tal?
- Baja ya anda.
Rubén colgó el telefonillo. Así que ya todos sabían lo que pasó ayer, que fastidio. La voz de Pepe me pilló desprevenida:
- Ya baja.
- Vale.
En ese momento se abrió la puerta azul y apareció un chico alto, de unos 17 años, era moreno, con el pelo negro y unos ojos bonitos, era muy guapo, y estaba bastante bueno, no me extrañaba que a Anna le gustase...
- ¡Hola! - Rubén parecía un chico alegre, no paraba de sonreir.
- Hola. - Me acerqué y le di dos besos, parecía simpático.
- ¿Eres española no?
- Sí, parece que aquí todos somos españoles.
- ¿De que parte? Yo soy de Madrid y Pepe de Almería. - Aquel chico hablaba sin parar.
- De Madrid también, pero voy a Almería todos los años, mis abuelos viven allí.
- Esto y España no se parecen en nada, ¿A qué no? - Rubén parecía emocionado.
- Pues no, en nada - Ese chico me hacía reír. - ¿Qué es lo que más echais de menos de España?
- ¡La fiesta! - Los dos respondieron a la vez, como si estuviera ensallado.
- Joder, eso de salir por las noches, tomarte unas copas y luego meterte a una discoteca hasta que te cansabas y te ibas a hacer el imbécil por la calle con una botella de JB... - Continúo Pepe.
- Sí, aqui, el alcohol está prohibido y no hay discotecas como las de Madrid... - Dijo Rubén poniendo morritos. Parecía un niño de 5 años al que le hubieran quitado su juguete favorito...
- Sí, la verdad es que España es el país de la fiesta - Reconocí.
- ¡Hemos llegado! - Anunció Pepe.
- ¿A dónde? - Pregunté.
- A casa de Anna - Terció Rubén.
La casa de Anna era parecida a la de Rubén, solo que más pequeña y en vez de azules, tenía los marcos verdes. Casi todas las casas eran iguales.
- Anna, estamos abajo. - Era la voz de Pepe. Estaba hablando por el móvil.
- No, ninguno, pero date prisa.
-Venga, xaoo.
- Ya baja. - Nos anunció.
Al poco tiempo vi salir a Anna de la casa y dirijirse sonriente hacia nosotros. Vaciló al entrar en el coche, ya que tenía que sentarse al lado de Rubén, pero solo fue un segundo, nadie se dio cuenta.
- Hola, Lucía, ¿Todo bien?
Pepe se me adelantó.
- Sí, todo bien, me a perdonado - Dijo orgulloso.
Anna me miró, quería saber que Pepe decía la verdad, asentí con la cabeza.
- No voy a odiarle de por vida. - Dije con una sonrisa.
El resto del viaje lo hicimos en silencio, nadie parecía tener ganas de hablar. Decidí romper el silencio:
- ¿A dónde vamos?
- Al instituto - Contestó Anna, agradecida porque hubiera dicho algo. - Allí casi todos hablan español y de vez en cuando quedamos y pasamos allí la tarde. Hay refrescos y tal, y de vez en cuando alguien se atreve a llevar algo más.
Sin duda se refería a alcohol. No era un plan de fiesta pero estaba bien para el sitio en el que estábamos.
Después de otros 10 minutos, el coche se paró delante de un edificio rectangular, las paredes de fuera de un color marrón claro bastante soso, estaban descorchadas.
- Venga bajad, yo voy ahora. - Fue Pepe el que habló.
Y entonces, mientras salía del coche, la sangre se me heló en las venas cuando le vi.

jueves, 6 de enero de 2011

Capítulo 6

Estaba agotada después de mi primer día en Marruecos, era normal, supongo, después del día que había tenido, así que en cuanto me puse el pijama, me metí en la cama y me quedé dormida.
Me desperté con el sonido de Owl City en el móvil. Era el despertador. Me levanté entre protestas de la cama, todavía estaba muerta de sueño, y me metí en el baño. Después de ducharme estaba bastante más despejada, abrí el armario y me puse mi blusa azul clarito y los pantalones cortos vaqueros. Estaba nerviosa y asustada, pero confiaba en Anna, no me harían nada.
Bajé a la cafetería y después de tomarme un café y un par de tostadas, salí a toda prisa del hotel. Eran las 10:05. Miré alrededor, vi unos cuantos coches parados en la puerta, ¿Cuál sería? Entonces el sonido de un claxon me hizo pegar un bote, y le vi. Estaba sentado en el asiento del conductor, parecía tener más o menos mi edad, pelo castaño y de punta, ojos marrones, nada fuera de lo común, no era feo, pero tampoco tan guapo como...Agg! Tenía que dejar de pensar en él.
- Hola - Me saludó como con miedo, sin embargo, la única que debía tener miedo era yo.
- Hola.
Y sin decir nada más me senté en el asiento del copiloto y arrancamos. Estaba muy inquieta, necesitaba que alguien más subiera al coche, la situación era demasiado incómoda.
- Anna me contó lo que pasó. - Dijo él - Yo...lo siento mucho, aunque no sirva para nada.
No dije nada, no sabía que responder, parecía sincero...
- Dime algo por favor. Aunque sea dime que no me perdonas pero dime algo.
- No sé que decirte Pepe, lo que pasó anoche...fue demasiado para mí, necesito pensar.
- Vale. Lo siento mucho.
- Lo sé. Pareces sincero, y Anna me dijo qu eras buena persona, que no me harías daño.
- Entonces...¿Me perdonas?
- ...Si.
- ¡Gracias! - Dio grito de alegría y se lanzó hacia mí para abrazarme. No le rechazé, ese chico me caía bien, empezamos a reir los dos.
- Oye Pepe, ¿Cuántos añs tienes?
- 18, ¿Por qué?
- No lo sé, aparentas menos.
- Ya, todos me lo dicen.
Hizo un puchero. Parecía un niño pequeño enfurruñado, le revolví el pelo, era un gran chico, y eso que no le conocía mucho.
- Me caes bien ¿Sabes? - Le dije sonriendo.
- Tú a mi tambien me caes muy bien.
- ¿Puedo preguntarte una cosa?
- Ya me lo has preguntado - Puse los ojos en blanco - Venga va, pregunta.
- Si Anna no hubiera aparecido ayer...¿Hasta dónde habría llegado Diego?
No respondió, se quedó mirando a la carretera, supuse que no me contestaría.
- No lo sé, probablemente hasta el final. Pero estaba borracho, no se lo tengas en cuenta. Es genial cuando le conoces.
Suspiré, no quería responder a eso.
- Pero, ¿Por qué te ha afectado tanto? Es decir, que no fue para tanto...
- Porque no es la primera vez que me pasa algo parecido...
- ¿Qué pasó?
- ¡Eres un cotilla eh! - Me aguanté las ganas de llorar mientras lo recordaba - Pues yo llevaba 4 meses saliendo con un chico que se llamaba Carlos, le quería muchisimo y pensaba que él también a mi. Tenía 1 año más que yo y quería que lo hicieramos. Yo le decía siempre que no, que no quería hacerlo aún, pero él insistía. Un día fuimos a su casa, estabamos en su cuarto y... em...empezó a...
No podía seguir, las lágrimas me salían descontroladas de los ojos y no podía ni hablar. Pepe me abrazó.
- Tranquila ¿Vale? No sigas. Venga va tranquila.
Poco a poco me fui calmando y llegamos a casa de Rubén, solo habían sido 15 minutos pero me parecieron más.

Capítulo 5

- No, no puedo hacerlo - Le contesté secamente.
- Pero Lucía, es la única forma que se me ocurre...
- Anna...tengo miedo.
- Estaban borrachos, ellos no son así de verdad. Además solo serían 5 minutos en el coche con Pepe hasta llegar a casa de Rubén...
- Anna de verdad que no puedo, no soy capaz...
- Por favor...
Suspiré resignada, debía aprender a decir que no, la gente siempre me acababa convenciendo para todo.
- Está bien, pero habla con ellos y prométeme que no va a pasar nada.
Dio un gritito de alegría y me abrazó. Me caía muy bien aquella chica, aunque fuera...ahora que lo pienso, no sabia cuantos años tenia ella.
- Anna.
- Dime.
- ¿Cuantos años tienes?
- 19 ¿y tu?
- 16...
- ¡Que enana!
- ¡Oye! - Las dos nos reíamos. La diferencia de edad casi no se notaba.
- Por cierto, ¿Tú no tenías que irte a las 7?
- Si, ¿Qué hora es?
- Las 7:10
- ¡Mierda!
- Venga vamos te acompaño.
- Gracias.
Las dos corrimos hasta el café en el que estaban mis padres. Cuando llegamos, mis padres no parecieron percatarse de que llegaba un cuarto de hora tarde. Nunca me prestaban atención, lo que a veces, era una ventaja.
- ¿Qué tal te lo has pasado? - Preguntó mi madre con una sonrisa.
- Muy bien, deberíais ir a dar una vuelta.
- Mañana, mañana  nos enseñas todo esto.
Miré a Anna, que se encontraba un par de pasos por detrás de nosotros.
- En realidad...esperaba que mañana me dejarais ir a dar una vuelta con Anna...
- ¿Quien es Anna?
- Una amiga. Es italiana pero lleva viviendo aquí un tiempo.
Mis padres se miraron, como preguntandose qué hacer. Sabía que me dejarían, siempre lo hacían, y además que Anna no fuera de aquí era un punto a su favor.
- Está bien, ¿Dónde habeis quedado?
- Me viene a buscar al hotel a las 10, le pilla cerca. - Mentí, pero no quería que supieran nada de lo que había pasado.
- Vale, pues a las 8 en punto en el hotel que vamos a cenar y tienes que arreglarte. Y ahora vamos que ya hemos pagado la cuenta.
Y sin añadir nada más, salimos de la plaza, regateamos un poco, como era habitual y volvimos al hotel.

martes, 4 de enero de 2011

Capítulo 4

Era rubia, con el pelo largo y ondulado, los ojos verdes, grandes y expresivos; no era muy alta, más o menos igual que yo, aunque parecía más mayor. En su rostro se dibujó una mueca de horror cuando pareció comprenderlo todo: las botellas de ron vacías en una esquina, las caras de alegría de los chicos, mi llanto desesperado, los frasquitos de cristal...
- ¡Pero que coño está pasando aquí! - Ladró la chica.
- Nada, solo nos divertíamos un poco, ¿Verdad chicos? - Dijo Diego tanquilo.
- Si, no hemos hecho nada malo... - Dijo el chico del pelo negro, del cual, no sabía el nombre.
- ¡Los tres fuera de aquí ahora mismo! - Ordenó la chica rubia.
Pepe y Diego salieron cabizbajos, sin embargo el otro no hacía más que sonreirme, cuando me percaté de ello, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, la chica se dio cuenta y me abrazó.
- Shh...tranquila. ¡Y tú gilipollas vete de aqui!
El chico no se iba.
- ¡Javier he dicho que te vayas de mi tienda!
Javier....así que así se llamaba...Entonces aquel chico con la pose de chulito salió de la tienda, no si antes guiñarme un ojo.
- Me llamo Anna, ¿Y tu?
- Lu...lu..Lucía - Tartamudeé debido a la llantina.
- Tranquila ¿Vale? Ya se han ido, no te preocupes.
Su voz consiguió de veras que me relajara, confiaba en ella.
- Ven, vamos abajo y me cuentas lo que ha pasado.
Me condució escaleras abajo, hacia un sótano supuse; pero, me sorprendió comprobar que el piso de abajo, era una casa, cn su salón, baño, cocina, habitaciones...
- Tu...¿Tú vives aquí? - Le pregunté aun nerviosa.
- Sí, con mis padres. Toma, te sentará bien.
Me dio uan taza pequeña y un sobrecito de azucar. Té. No me gustaba el té, nunca me había gustado, sin embargo, me lo bebí.
- Gracias.
- ¿Que ha pasado Lucía?
Se lo conté todo, con muchos detalles, quería que supiera lo que sus amigos habían hecho. Cuando terminé, suspiró.
- Sé que lo te han hecho está mal, de hecho, si yo no hubiera aparecido...no sé hasta dónde habría llegado Diego... - Lo dijo más para sí misma que para mí. - Sin embargo, estaban borrachos, Lucía, no se lo tengas en cuenta...
- ¿Cómo no voy a tenerlo en cuenta? - Grité mientras empezaba de nuevo a llorar. Suspiré tratando de calmarme. - Lo siento. De todas formas, no importa, no los veré más.
- Bueno, cambiemos de tema ¿Vale? - Anna sonrió.
- Vale.
- ¿Qué hacías sola por la plaza?
- Mirar. Mis padres no querían dar una vuelta y a mí me apetecía mucho así que...Espera, ¿Que hora es?
- Las 6:20, ¿Por qué?
- Porque tengo que reunirme con ellos en el café de Francia a las 7...
- Vale pues a las 6:55 salimos de aquí y te acompaño, está aquí al lado.
- No hace falta, puedo ir sola...
- Lucía, nunca vayas sola por esta plaza, esto no es lo peor que te podría pasar.
Me quedé un momento en silencio, asimilando sus palabras, nunca creí que un sitio tan fantástico pudiera ser tan peligroso. Como una rosa y sus espinas pensé.
- No lo sabía...
- No importa. ¿Estás de vacaciones no? ¿De dónde eres?
- De España, estoy aquí hasta el día 12.
- ¿Eso son 2 semanas ¿no?
- Si.
- Por cierto tengo 2 amigos que también son de España...
- ¿Quiénes? - Pregunté recelosa.
- Pepe y Rubén.
- Rubén no estaba aquí ¿no?
- No.
Silencio incómodo. Decidí romperlo.
- Y tú, ¿De dónde eres?
- Soy Italiana, me mudé aquí por el trabajo de mi madre, como Pepe.
¿Por qué se empeñaba todo el rato en sacar el tema? No lo entendía...
- ¿Y los demás? Ninguno parece de por aquí...
- Javier nació aquí, pero sus padres son españoles. Diego y su hermana Carlota vivieron 6 años en el sur de España, pero a su madre la pillaron sin papeles y los echaron. Y Rubén, se vino a vivir con su tío cuando sus padres murieron.
- Oh! Pobrecito...
- Sí, pero es un encanto. -Dijo Anna risueña.
- A tí te gusta.
- Quién, ¿Rubén?
- Sí.
Suspiró.
- ¿Tanto se me nota?
- Sólo lo notaría una chica, los chicos no se enteran nunca de nada.
- Tienes razón, le preguntaré a Carlota. ¿ Y no te aburre estar sola con tus padres 2 semanas?
- Si, bastante la verdad.
- ¿Por qué no quedas con nosotros?
Pensé en lo que había pasado hace un rato. Anna lo notó.
- No sé, Anna...no creo que sea buena idea.
- No te van a hacer nada, te lo prometo. Confía en mi...
Suspiré resignada. Era una oferta demasiado tentadora como para rechazarla.
- Está bien.
- Vale, pues ¿En qué hotel estás?
- En el Kenzi Farah.
- ¡Ainns! Que lejos...
- No importa decidme un sitio y voy para ya.
- Recuerda, nunca vayas sola si no eres de aqui.
- Pues no sé que podemos hacer...
- Yo sí. Pero tienes que confiar en mí.

domingo, 2 de enero de 2011

Capítulo 3

Cuando quise darme cuenta, el chico guapo de los ojos azules se había levantado y caminaba tranquilo hacia mi. Sentí la tentación de esperarle, de saber lo que quería, pero mi cabeza me pedía otra cosa, cuando estaba a punto de echar a correr, una mano fuerte me agarró del brazo, paralizandome antes de poder dar un solo paso.
- Ven conmigo que tengo unos amigos que te quieren conocer - Me susurró al oído. Supuse que estaba borracho por el modo en que me hablaba.
- Déjame en paz - Le grité - ¡Sueltame!
- Venga vamos
Y diciendo esto me arrastró a donde estaban los demás.
- ¡Eh, chicos, mirad lo que os traigo!
- Uuh, ¡Diego esa para mi eh! - Soltó el que me había señalado.
- Anda, Pepe, no delires, que para algo la he ido yo a buscar.
- ¡Dejádmela a mí y todo arreglado! - Resolvió el tercero con una sonrisa.
- ¡Tu ya tienes suficiente con mi hermana! - Diego reía
Estaba harta de la situación, así que intervine:
- ¡No soy de nadie, dejadme en paz! - Dije intentando soltarme.
- Eh, ¡Diego que se te revela! - Dijo uno de ellos riéndose.
- La tengo controlada.
Y diciendo esto, me obligó a darme la vuelta y me besó. Su boca se movía con soltura sobre la mía, pero había algo en ella que no me gustaba, sabía a tabaco. Fue entonces cuando me di cuenta de lo que estaba pasando, y como un acto reflejo le mordí. Sus labios se separaron de los míos entre maldiciones, y la fuerza que me sujetaba los brazos desapareció. Eché a correr tan rápido como pude, sin embargo, no fue suficiente, los dos amigos de Diego me agarraron por las muñecas y me obligaron a detenerme.
- Metedla para dentro -Dijo Diego dirigiéndome una sonrisa burlona.
Yo intenté resistirme, lloré y les supliqué que me soltaran, pero no sirvió de nada, me metieron en el interior de la tienda. Y mientras Pepe y el otro chico me sujetaban con fuerza Diego comenzó a acercarse de nuevo.
Me acarició la mejilla con la mano, quise pegarle, pero me agarraban con fuerza. Sus manos se deslizaron por mis brazos, apretándome contra él, impidiendo que me moviera. Entonces los amigos me soltaron, pero no sirvió de nada, estaba prisionera en el abrazo de Diego. Entonces volvió a besarme, esta vez fue un beso más violento, como si estuviera enfadado por algo. Entonces caí en la cuenta de que nadie me sujetaba las piernas, así que le di una patada con todas mis fuerzas en la espinilla.
- ¡Joder! - Aulló él.
Separó sus brazos de mi cuerpo, dandome la oportuniad que había estado esperando. Le empujé contra la estantería que tenía detrás, y con el choque, algunos frasquitos calleron al suelo, cubríendolo de miles de trocitos de cristal. Y entonces oi los pasos subir por la escalera.