Holaa! :)

Hola! Es la primera vez que publico algo asi que espero que os guste y por favor comentad :)

Muchas graciias :)




viernes, 2 de marzo de 2012

Desgraciadamente, abandono.

Señoras y señores, desgraciadamente, tengo que deciros que abandono la historia. Sinceramente cada vez le veo menos sentido y se me han quitado las ganas de escribirla; y supongo que algo que no es agradable de escribir tampoco es agradable de leer. He empezado otra historia pero que no voy a publicar de momento. Con esta me está llendo bastante mejor así que a ver a donde llego con ella. De momento no voy a cerrar el blog, pero no seguiré publicando aquí. Sin embargo, tengo otro blog: http://lavidaestaparavivirlamasdeunavez.blogspot.com/  donde sí que publico algunas cosillas.
Bueno, pues eso, que espero que os paseis por mi otro blog y que os guste y eso. Comentad, por favor, si no, no tengo forma de saber si lo que escribo gusta o no.

Bueno, pues eso es todo, muchos besitos y hasta pronto!

domingo, 11 de septiembre de 2011

Recordatorio de los atentados terroristas del 11-S

Hoy, como todos sabemos, es 11 de Septiembre. Hoy hace 10 años de los atentados terroristas contra Las Torres Gemelas en Nueva York y El Pentágono y el Capitolio en Washington. Hoy recordamos a esas miles de victimas que dejaron esos 4 aviones, a la enorme cantidad de personas que sacrificaron sus vidas para salvar las de otros y a todos aquellos que perdieron a sus familiares y amigos; personas cuya vida se derrumbó de la misma manera que lo hicieron las torres el 11 de Septiembre de 2001.

Ante todo quiero dar las gracias a todas esas personas que, en mi opinión, merecen ser llamados héroes.
A todos aquellos bomberos y policías que perdieron la vida durante los rescates llevados a cabo antes y despues del derrumbamiento de las torres, gracias.
A los pasajeros de los aviones contra el Capitolio y el Pentágono por mantener la calma cuando todo estaba perdido y tener el valor de estrellar los aviones sacrificandose y salvando así a miles de personas, gracias.
A William Rodrigez, el conserje de las torres, quien tenía las llaves de las oficinas y el valor suficiente para subir piso a piso abriendo las puertas y salvando centenares de vidas, gracias.
A los voluntarios que se prestaron para ayudar en los equipos de rescate a pesar del riesgo que conllevaba, gracias.



La verdad es que me parece increible que 19 personas puedan acabar con tantas vidas y causar tanto horror; sin embargo ha quedado demostrado que así es, y no debemos volver a subestimar el poder de quienes son capaces de acabar con millones de vidas sin ni siquiera pestañear. Porque, a pesar de lo que digan los cuentos, el bien siempre lleva las de perder, porque el mal juega con ventaja.

Ahora me gustaría poder dedicarles un minuto de silencio en mi blog. Espero que vosotros al leerlo tambien dediqueis un minuto de vuestra vida a pensar en aquellos que la perdieron aquel 11 de Septiembre de 2001.

sábado, 3 de septiembre de 2011

NUEVO BLOG!

Pues eso, bloggers, he decidido crearme otro blog para dedicar este exclusivamente a la historia. En el otro pondre relatos cortos, entradas, frases.... no sé, lo que me apetezca.
Aqui os dejo la dirección:

http://lavidaestaparavivirlamasdeunavez.blogspot.com/

Por cierto, perdon (otra vez) por tardar tanto en subir los capitulos, prometo (otra vez) darme un poco mas de prisa, pero es que este verano he estado liadisima!
Un besito, bloggers!

viernes, 2 de septiembre de 2011

Capítulo 23.

- ¡Máma, Papá! ¿Qué estais haciendo aquí? - Pregunté haciendome la inocente.
- Eso mismo debería preguntar yo. - Respondió mi madre fríamente. - Vamos.
Y sin decir nada más me cogió de la muñeca y me arrastró hasta el primer taxi que encontramos.
El trayecto hacia el hotel lo hicimos en completo silencio, ninguno de nosotros tenía ganas de hablar, y menos delante del taxista. Cuando llegamos, mis padres se fueron directos a su habitación, dejándome en un pasillo vacío completamente desconcertada. Esperaba al menos una charla.
Me metí en mi habitación y me di una ducha para despejarme. Todo aquello no podia estar pasando; sin embargo, al salir de la ducha estaba todavía más segura de que era real.
Esa noche la pasé entera llorando. No tenía noticias de mis padres pero estaba segura de que estaban preparando algo, y no podía ser nada bueno. Tenía miedo de no volver a ver a Diego, quien, por si fuera poco, no había dado señales de vida. Parecía como si desde lo ocurrido no quisiera volver a saber nada de mi. ¡Pero que estaba diciendo! Eso era imposible, me estaba emparanoyando demasiado. Necesitaba descansar un poco.
A la mañana siguiente, cuando desperté, la almohada seguía húmeda. Debía de haber llorado también dormida, lo que no era de extrañar dadas las horribles pesadillas que había tenido. Estaba claro que ese no iba a ser mi día.
Bajé temprano a desayunar por primera vez desde que llegamos a Marruecos tratando de aplacar un poco la ira de mis padres, aunque sabía que no me serviría de nada, entre otras cosas, porque ellos no bajaron.
Cuando pasé por la recepción del hotel una chica joven, de unos veinte años llamó mi atención.
- Perdona, ¿ha quedado libre ya la 501?
- Bueno, si... Por ahora sí. - No entendía nada. ¿A qué venía eso? Nunca antes me lo habían preguntado.
- ¿Por ahora? Le recuerdo que tiene que dejar la habitación a las 12 en punto.
- ¿Qué? ¿Por qué?
- A las 3 llegan nuevos huespedes y hay que limpiar...
- No, debe de haber un error, todavía me queda una semana... - La voz se me quebró al comprender lo que habían hecho mis padres. Sin duda querían asegurarse de que no volviera a ver a Diego.
- El hombre que hizo la reserva llamó anoche para anular el resto de la estancia. - Mis sospechas quedaron confirmadas.
Un débil "gracias" salió de mis labios antes de que me encaminara de nuevo a mi habitación para recoger mis cosas, aunque sin la menos intención de subirme a un avión.
Cuando acabé de hacer la maleta salí en silencio de mi habitación y me metí en el ascensor dando gracias de no haberme encontrado con mis padres. Pulsé el botón de la planta baja, sin embargo, el ascensor se detuvo en el segundo y, como siempre, solo una persona entró en él, Marco.
- ¡Hola! - Saludó él alegremente. - ¿A dónde vas? Aún es muy pronto. - Miré mi reloj. Tenía razón, las 9 de la mañana. - ¿Y esa maleta? - Continuó. - Pero si te quedaba una semana, ¿no?
- Sí, Marco, pero mis padres me pillaron anoche con Diego y anularon el resto del viaje. - Expliqué con voz cansada.
- ¿Y ya está? ¿Te rindes?
- Me voy, pero no a donde a mis padres les gustaría. - De pronto caí en la cuenta de que sin Marco no lo conseguiría. - Pero necesito que me ayudes...
- Lo que quieras. ¿Qué necesitas?
Cling. Habíamos llegado. Salimos del ascensor y seguimos hablando mientras nos dirigíamos a la calle.
- Tu conoces bastante bien la ciudad, ¿no?
- No toda, pero me oriento bien.
- Vale, me sirve. ¿Sabes dónde vive Diego?
- Ni idea, pero te puedo llevar a casa de Anna, en la plaza.
- No, ahí es el primer sitio donde me buscarán. ¿Sabes donde vive algún otro amigo de Diego? ¿Pepe o Rubén?
- Te puedo llevar a casa de Javier...
Dudé un momento, yo no tenía muy biena relación con Javier. ¿Qué diría si me presentase en su casa a las 9:30 de la mañana? Pero en seguida me decidí. Era eso o volverme a Madrid, cosa queno iba a consentir.
- Vale, vámonos ya.
- ¿Pero como vamos a llevar tu maleta en mi moto?
- No importa, cogeremos un taxi.
- Vale.
En menos de un minuto nos encontrábamos en un taxi camino de casa de Javier.
La verdad es que me sentía un poco culpable por irme así, pero al menos la nota que había dejado bajo la puerta de la 502 dejaría claro que no me habían secuestrado, aunque no por ello esperaba que dejaran de buscarme.
- ¿Y que es lo que piensas hacer exactamente?
- No lo sé, supongo que quedarme aquí otra semana y luego volver en el vuelo que tenía reservado.
- ¿Y si lo han cancelado?
- Pues me entregaré a la policía y ellos me mandarán de vuelta.
- Te vas a meter en un buen lío...
- Me da igual, no pienso irme.
- Tal vez sería mejor que lo hicieras...
- ¿Pero qué dices? ¿Me vas a ayudar o no?
- Sí, sí, solo estaba dando mi opinión...
Resoplé. No entendía a ese chico. Primero me animaba a escapar y luego decía que no le parecía buena idea... Bah, que importa, con que no me delatase...
- ¿No te vas a chivar, verdad?
- No, claro que no.
- Vale.
Hicimos en silencio el resto del viaje.
- Hemos llegado. - Anunció el taxista. - Son 5 euros.
Se los di sin rechistar a pesar de la elevada cantidad que me había cobrado y me bajé del coche.
- ¿Quieres que me quede? Por si acaso...
- No, no hace falta.
- Vale, pero ten mi número, por si me necesitas. - Dijo tendiéndome un trozo de papel.
- Gracias. En serio, muchísimas gracias.
- No... No importa. - Se puso rojo como un tomate. - Bueno, yo me voy. Llámame si me necesitas. - Y dicho esto se alejó caminanado por las calles de Marruecos.
La mano me tembló cuando llamé altimbre de la casa, pero no tenía otra opción.
Al cabo de un minuto escuché unos pasos apresurados al otro lado de la puerta.
- ¡Ya voy! - Gritó una voz chillona desde dentro.
En seguida una mujer de unos cincuenta años me abrió la puerta. Era bajita y muy delgada, tanto que me costaba creer que sus pequeñas piernas pudieran sostenerla. Vestía un camisón de color verde lima hasta las rodillas, yo diría que era de seda. Encima de él, una bata de color blanco cubría sus brazos. Llevaba el pelo canoso recogido en un extraño moño algo despeluchado y presentaba unas grandes ojeras alrededor de unos enormes ojos azules. La nariz puntiaguda y los labios finos. No era una mujer demasiado guapa; sin embargo, a pesar de estar recién levantada, su cara tenía una expresión alegre y vivaracha que llamaba mucho la atención y la hacía parecer más hermosa.
- Hola, ¿Te puedo ayudar en algo?
- Soy... - No me parecía correcto decir que era amiga de Javier. - Necesito hablar con Javier.
- Es un poco pronto, ¿no te parece? Vuelve dentro de un rato, ahora mismo está durmiendo.
- Es que es muy importante. - Supliqué poniendo ojitos.
- Está bien... - Dijo vacilante al ver mi maleta.
- Oh, no, no voy a quedarme. Solo necesito que me ayude en una cosa. - Me apresuré a aclarar.
- Vale. - Dijo tras un suspiro de alivio. - Pasa. ¿Tienes hambre? Si no has desayunado hay leche y tostadas en la cocina.
- Muchas gracias, pero ya he desayunado.
- Oh, vale. Bueno, pues espera aquí un momento, voy a llamar a Javier.
- Muchísmas gracias. - Dije. Pero ella ya había desaparecido escaleras arriba.

Me senté en un gran sillón de cuero blanco en una habitación desconocida; posiblemente sería una de las muchas que habían permanecido cerradas durante la fiesta. Justo delante de mí había una pequeña mesita de cristal con un par de ceniceros y unas flores encima. Las paredes estaban cubiertas de cuadros de los mejores pintores y una gran cantidad de jarrones antiguos y otras reliquias adornaban las multiples encimeras, todas de madera. Estaba claro que la familia de Javier tenía mucho dinero.
- ¿A las 9:30 de la mañana? - Gritó la voz de Javier desde arriba.
- Dijo que era urgente...
- ¿Quien era?
- No ha dicho su nombre. Es morena...
- Ya bajo.
La mujer del camisón verde no volvió a bajar, supuse que se había vuelto a la cama. En seguida oí los pasos de Javier bajando por la escalera.
- Carlota, ¿qué coño quieres ahora? Ya lo dejaste todo claro anoche... - Bramó Javier enfadado. ¿Qué habría pasado la noche anterior?
- Eh... No soy Carlota...
- ¿Lucía? ¿Que haces aquí?
- Pues...esto...yo...
- Oye, date prisa, me muero de sueño.
- Mis padres me quieren mandar de vuelta a Madrid y...
- ¿No pensarás quedarte aquí, no? - Preguntó reparando en mi maleta.
- No, no. Necesito que me ayudes a llegar a casa de Diego.
- Joder... ¿Te vale si lo llamo?
- Sí.
Javier cogió el telefono sin dirigirme ni una mirada más y marcó el número de Diego.
- Diego, a ver, tengo a tu novia en mi casa. Dice que quiere que la vengas a buscar. Sí, ahora.¿Y yo que sé? Dice que sus padres la quieren mandar de vuelta. Vale, date prisa.
Colgó el teléfono y me miró.
-Llegará en unos 15 minutos. Mientras tanto... No sé, haz lo que quieras, estás en tu casa. Yo me vuelvo a la cama.
Y sin decir nada más corrió escaleras arriba dejándome sola en esa casa tan grande.








domingo, 17 de julio de 2011

:S

A ver, siento no haber escrito en tanto tiempo, pero es que estoy de campamento y no puedo conoectarme casi nunca, hasta el 23 no vuelvo, pero a partir de ahi intentare publicar mas a menudo :)
Un besitooo y buen verano!

martes, 28 de junio de 2011

Capítulo 22

Estoy sentada en el metro, con la mano de Diego sobre la mía. Nos miramos y sonreimos, y ese simple gesto hace que me sienta mas feliz que nunca, probablemente sea porque nos dirigimos a casa, a nuestra casa. El tren disminuye la velocidad, hasta que por fin, se detiene en una brusca sacudida. Nos bajamos y subimos las escaleras cogidos de la mano, ambos con esa sonrisa pintada aún en la cara. Tardamos apenas 5 minutos en llegar andando al portal, el numero 17 de la calle Reina Victoria. Está abierto, así que entramos y llamamos al ascensor. Estoy nerviosa y a la vez muy emocionada, no puedo creer que estemos los dos en Madrid, juntos, es como un sueño. Abrimos la puerta del ascensor y nos quedamos de pie frente a la puerta.
 - Tú tienes las llaves, sácalas. - Me dice Diego sin soltarme la mano todavía.
Me apresuro a obedecer y saco las llaves del bolsillo de un pantalón que, a decir verdad, no me suena de nada.
 - Espera, hagamos las cosas bien. - Y sin darme tiempo a preguntar a qué se refiere, me quita las llaves de la mano y me coge en volandas, como en las películas, cuando una pareja entra por primera vez en su casa nueva. Entonces Diego abre la puerta y da un paso adelante, de forma que los dos estamos por fin dentro, y sin dejar de sonreir se inclina para darme el primer beso en nuestra nueva casa. Pero justo en ese momento, un molesto pitido en mi cabeza me obliga a cerrar los ojos, y cuando los abro todo ha desaparecido.

Estaba tumbada en la cama del hotel, con la camiseta del campamento toda sudada y las ideas completamente revueltas. De repente, el pitido que me despertó, vuelve a importunarme, tan irritante como la primera vez; era mi móvil, y esa era la tercera llamada perdida. Tenía que asegurarme de cambiar el tono de llamada.

10 minutos después bajaba a toda prisa por las escaleras del hotel para reunirme con mis padres en la entrada, sin embargo, cuando llegué abajo, me encontré a la persona a la que menos me apetecía ver en ese momento; Amina me esperaba sentada en uno de los sillones rojos de la recepción.
 - ¿Qué haces tú aquí? - Pregunté bastante cabreada.
 - Vaya, veo que por fin te has dignado a bajar, me estaba empezando a cansar de esperar, no tengo mucha paciencia, ¿Sabes?
 - No tengo tiempo para tus gilipolleces, así que ve al grano, ¿Qué estás haciendo aquí?
 - He venido a advertirte. Aléjate de Diego o te aseguro que vas a desear no haber salido nunca de tu asquerosa ciudad. Natasha está empezando a hartarse de ti, y yo también, y te aseguro que no te conviene cabrearnos.
 - Mira blancanieves, estoy con Diego, yo le quiero y él me quiere y no hay nada que puedas hacer, así que deja de hacer el ridículo y vete a zorrear a otra parte. - En seguida vi como se enfurecía cuando me metí con su tono de piel.
 - Primero, como vuelvas a meterte conmigo, niñata consentida, te aseguro, que te hundo, ¿Entendido Cenicienta? Y segundo, creo que no has caído en que la única que se tiene que ir eres tú, algo que de hecho vas a hacer muy pronto, así que ten algo de sentido común y aléjate de él antes de que sea tarde.
 - ¿Tarde para qué? ¿ Para que tú tengas alguna oportunidad con él? Pues lo siento mucho, guapa, pero eso es algo que perdiste hace tiempo.
 - Tarde para que me harte de ti y de tu rollo de princesita de cuento que por fin ha conseguido a su príncipe, porque siento decirte que solo llevas aquí una semana y que dentro de otra ya nadie va a acordarse ni de tu nombre, ni siquiera Diego. Y aunque sea verdad que te quiero lejos de él, de mi y de esta ciudad, voy a darte un consejo para que ahorres lágrimas, olvídale, y no lo digo por mi, lo digo porque si sigues con esto, cuando le pierdas lo vas a pasar muy mal, no te imaginas lo duro que resulta perder a Diego, así que hazte un favor y suavízate un poco el golpe. - Y mientras pronunciaba la última frase, una lágrima resbaló por su mejilla.
Abrí la boca para contestar, pero al darme cuenta de que no tenía nada coherente que decir la volví a cerrar sin decir absolutamente nada. Amina se secó la cara con la mano y tras una mirada que solo podía clasificarse como la más triste que he visto nunca, salió por la puerta principal como si no hubiera pasado nada.

Dejé pasar un par de minutos antes de salir para asegurarme de que Amina se había ido, y cuando consideré que me había repuesto del todo de nuestra "conversación" eché a andar hacia la puerta, donde esperaban mis padres, ajenos a todo lo que había ocurrido a escasos metros de donde estaban.
- Hola.
- Por fin. ¿Qué estabas haciendo? Has tardado mucho...
- Es que me habeis pillado dormida y me he dado una ducha para despejarme, por eso he tardado. - Me exusé, aunque sabía que no les había convencido.
- Bueno, no importa, vámonos ya. - Nos apremió mi padre, impaciente por zanjar la conversación.
- ¿A dónde vamos?
- A tomar algo por la plaza y a dar un paseo.

Un cuarto de hora después bajamos del taxi en Jama el Fna, la famosa plaza de Marrakech.
Paseamos por aquel lugar abarrotado de gente durante al menos una hora; dimos una vuelta por las pequeñas tiendas que hay en la plaza, aunque no pasamos en ningún momento por la de Anna, algo que en parte me supuso un alivio ya que la situación habría sido algo incómoda con mis padres delante...
Cenamos en los puestos de comida que aparecían en la plaza cada vez que el sol desaparecía. Al terminar de cenar, mis padres decidieron que era hora de volver, sin embargo, yo insistí en quedarnos un rato más con la esperanza de ver a Diego antes de marcharnos.
Llevábamos ya 20 minutos dando vueltas y mis padres empezaban a preguntarse el porqué de mi repentino interés por quedarnos en la plaza cuando vi a Pepe y a Javier en una de las tiendas del fondo.

- Voy a ver una tienda, esperadme aquí.
- Te acompaño, yo también quiero ver algo para llevarle a la abuela.
- No, no hace falta, además es una tienda de... camisetas, no creo que a la abuela le vayan a gustar.
- ¿Ya has estado?
- Si, el otro dia, cuando fui a dar una vuelta.
- Está bien, yo voy a mirar aquellos bolsos, no te despistes.
- Vale, voy en seguida.

Y con una sonrisa salí corriendo en dirección a la tienda de Anna sin saber lo mal que acabarían las cosas esa noche.

- Hola.
- ¡Hola! - Exclamó Pepe mientras me plantaba dos sonoros besos en las mejillas. - ¿Qué haces aquí? ¿Y tus padres?
- Están mirando bolsos por ahí. ¿Habeis visto a Diego?
- Sí, está abajo.
- Vale, gracias.
Y con una sonrisa bajé las escaleras que conducían a la casa-almacén de Anna.

- ¡Lucía!
- Hola Anna, hola Rubén. - Dije saludándolos a ambos.
- ¿Como estás? - Me preguntó Anna.
- Bien, aunque me he pasado el día durmiendo...
- Ya, a mí me ha pasado igual. ¿Estás buscando a Diego?
- Sí...
- Está alli. - Dijo señalando una puerta al final del pasillo.
- Vale, nos vemos luego.
- Vale.
Me dirigía hacia la puerta que me había indicado Anna, cuando vi salir de ella a una chica morena, de unos 18 años. Era alta y delgada, y a decir verdad, bastante mona. Iba riéndose a caracjada limpia y Diego iba detrás de ella. Al verlos no pude evitar sentirme algo celosa, pero no eran celos malos, era como una especie de envidia sana al ver lo bien que parecían pasarlo juntos.
- Hola...
- ¡Lucía! - Dijo Diego dedicándome una preciosa sonrisa. - Mira, te presento a Macarena; Macarena, ella es Lucía.
- Hola.
- Hola.- Dijo también con una sonrisa. Parecía una chica muy alegre. - Tenía muchas ganas de conocerte, ¿Sabes? Es que Diego no ha parado de hablar de ti en toda la tarde. No veas lo pesado que se ha puesto con eso de que teníamos que conocernos... - Me reí con ganas ante la mueca de exasperación que le dedicó Diego a su amiga.
- Bueno, pues ya nos conocemos.
- Si, pero ahora me tengo que ir, lo siento mucho.
- No importa, ya quedamos un día los tres y hablamos.
- ¿Qué tal mañana?
- No sé si mis padres me dejarán...
- Bueno, pues dame tu movíl y ya hablamos.
- Vale.
Y tras decirle mi número de teléfono y una rápida despedida, Macarena salió corriendo escaleras arriba.

- Vaya, a ver si ahora te vas a llevar mejor con Macarena que conmigo...
- No seas tonto, anda. Vamos arriba, y de paso me cuentas todas las cosas que has dicho de mi esta tarde.
Diego baja la mirada con la cara completamente roja y una sonrisa en la cara.
- Venga, vamos. Conténtate con saber que todo eran cosas buenas.

Subimos arriba seguidos de Anna y de Rubén que mantenían una acalorada discursión sobre una chica llamada Sandra que no tenía ni idea de quien era.

- Bueno, yo me tengo que ir que mis padres deben de estar ya de los nervios.
- ¿Y no te puedes quedar un ratito más? - Sugirió Diego poniendo su cara a pocos centímetros de la mía.
- No, aunque a mi también me gustaría... - Dije sonriendo antes de que Diego hiciera desaparecer la distancia que había entre nosotros y me besase. El beso se prolongó durante un par de minutos, hasta que al abrir los ojos y mirar al exterior de la tienda descubrí horrorizada a Amina caminando directa hacia nosotros seguida de mis padres, que miraban hacia la tienda sin poderse creer que hace unos segundos su hija tuviera la lengua metida en la garganta de aquel chico moreno con los ojos azules.

jueves, 26 de mayo de 2011

Capítulo 21

Antes de nada, lo siento muchisimo por llevar tanto tiempo sin escribir. Ya se que lo he dicho mas veces, pero es que estamos a final de curso y estoy liadisima entre trabajos, examenes... en fin, que lo siento. Por cierto, los retos esos que voy subiendo son pequeñas historias que escribo siguiendo unas pautas que me da una amiga. No pensaba ponerlos, pero me gustan asi que, espero que a vosotros tambien. Muchos besoos y lo siento. Ahi va el capítulo:

Cuando volví a salir al patio, la fiesta había acabado. La música estaba apagada, la mayoría de la gente se había ido, y los pocos que quedaban ayudaban a limpiar y recoger el jardín.
- ¡Lucía! ¿Dónde estabas?
- Dentro, ¿Por qué?
- Nada, te estaba buscando por si querías ir a desayunar. Conozco un sitio muy bueno aquí cerca, luego si quieres te acerco al hotel.
- Vale, pero invitas tú.
- Que cara...
Me eché a reir y cogiéndole de la mano salimos corriendo de la casa.

Después de unos 5 minutos en moto, Diego paró delante de un sitio que yo conocía muy bien, no pensé
que hubiera un Starbucks en Marruecos.
- ¡Un Starbucks!
- Me alegro de que te guste la idea. - Dijo con una sonrisa.
- No pensé que hubiera uno aquí.
- ¡Ni que Marruecos fuera un país tan anticuado hombre!
Entramos en la cafetería, no era muy grande, sin embargo tenía un aspecto muy parecido al que tenían todos los Starbucks en Madrid. Mesas redondas que parecían tableros de ajedrez, algunas sillas de madera, un par de sillones, la misma barra, las mismas paredes... Era como estar de vuelta en Madrid, pero con Diego. Como me gustaría que pudiese venir conmigo, entonces no tendría de que preocuparme...
- ¿En que piensas?
- En que me encantaría que esto no acabase nunca.
No dijo nada, solo sonrío y me dio un fugaz beso en los labios.
- ¿Que quieres tomar?
- No se, cualquier cosa, ¿Tú que vas a pedir?
- Un café, ¿Te pido uno?
- Vale, te espero en la mesa.
Elegí una mesa para dos, junto a una ventana enorme que daba a la calle. Era temprano, pero aun así había mucha gente corriendo de un lado para otro, todos vestidos de traje y con un maletin en la mano. No pense que la parte moderna de Marruecos fuese... en fin, tan moderna.

- Ya estoy aqui. - Dijo Diego dejando la bandeja con dos cafes en la mesa.
- Vamos a jugar a un juego. - Dije yo sonriente.
- Miedo me das.
- ¡Calla! - Dije dandole un ligero golpecito en el brazo. - Es un juego que me enseño mi padre. Consiste en elegir a una persona de la calle e inventarse cosas de ella. Cada uno tiene un minuto, el que mas cosas diga de la persona, gana.
- Me parece bien. Empiezo yo.
- Vale, pues hablame de... ¡Esa señora! - Dije señalando a una mujer por la ventana.
- Bien. Esa señora se llama Margarita. Tiene 3 hijos y es viuda. Va corriendo a trabajar, es secretaria y tiene una relacion secreta con su jefe... Emm...Sus hijos de llaman Jaime, Almudena y Paula, se pelean todo el rato y su madre esta harta de ellos. Margarita vive en la parte antigua de la ciudad en una casa pequeña porque no gana suficiente a pesar de que el jefe no hace mas que subirle el sueldo...
- ¡Tiempo! Me toca.
- Vale, hablame del señor ese de a camisa roja.
- A ver, ese señor se llama Joaquin. Esta soltero porque no le gustan las relaciones largas y ademas ninguna mujer quiere estar con el porque es muy mala persona. Su color favorito es el azul, pero el rojo le da suerte, y hoy tiene una entrevista de trabajo para ser camarero, lo que pasa que va de traje para aperentar que tiene un cargo importante. Tiene un hijo que vive con su madre en Australia, pero no lo conoce y no se habla con la madre. Vive en casa de su madre porque se ha quedado sin dinero al hacer una mala inversion. Tiene 7 hermanos y 4 de ellos tambien viven con su madre. Su padre murio en un accidente el año pasado, por eso ya no coge nunca ningun tipo de transporte...
- ¡Tiempo! Esta claro quien ha ganado...
- Yo, obviamente, pero no sufras, es cuestion de practica.
- ¡Pero que mentirosa! Claramente he ganado yo.
- ¡Que dices! Mira, ahora veras. - Dije levantandome de la mesa y acercandome a la de al lado, donde una pareja charlaba animadamente. - Perdonen, ¿Podrian decirle a mi novio que mentir esta mal y que yo tengo mas imaginacion que él? - Ambos se quedaros mirandome sorprendidos.
- Disculpen, esta borracha. - Y dicho esto me cogio de la mano y me hezo volver a la mesa ante la mirada de desaprobacion de la pareja.
- ¿Pero que haces?
- Joder, que sosa es la gente aqui, en Madrid son mas simpaticos...
- Ya, pero esto no es Madrid.
- Venga, Diego, no me digas que no ha sido gracioso.
- Esta bien, ha sido divertido, pero no lo hagas mas, que la verguenza que he pasado... - Dijo mientras una sonrisa se le dibujaba en la cara.
- Tienes que venir conmigo a Madrid, entonces sabrias lo que es pasar verguenza.
- No quiero ni pensar lo que haces alli...
- Hablo en serio, vente conmigo. - Dije sonriendo.
- Lucía, no tengo dinero, ¿Como quieres que me pague el viaje?
- Bueno, es igual, no pensemos en eso ahora. - Dije tratando de cambiar de tema.
- Vale. Ya son las 8, ¿Te llevo al hotel?
- Si, por favor.
- Que pocas ganas tienes de estar conmigo... - Dijo haciendo un puchero.
- Es que estoy agotada, ha sido una noche larga.
Diego sonrio y dio un descarado beso en la boca.
- ¿Esto no te da verguenza o que? - Le dije riendome cuando se separó
- Anda, vamos.

Tardamos unos 20 minutos en llegar al hotel, esperaba que mis padres estuviesen durmiendo todavía, aunque, a decir verdad, lo dudaba, eran las 8:30 de la mañana y les encantaba levantarse temprano en vacaciones, no los entendia.
Diego paró la moto justo delante del hotel.
  
   - Bueno, yo me subo ya, que estoy agotada.
   - ¿No te despides de mi?
   - No, te dejo con las ganas para luego. - Respondí con una pícara sonrisa.
   - ¿Para luego? ¿Es que nos vamos a ver?
   - ¡Hombre pues claro! Esta noche voy a la plaza con mis padres, pero es tan grande que seguro que me...
No me dejó acabar la frase, me besó. No me pilló desprevenida, la verdad era que lo estaba esperando.
   - Pierdo. - Dije sonriendo cuando acabó.
   - Seguro que yo también me separo del grupo por accidente a eso de las 9...
   - Eso espero. - Y dandole un beso en la mejilla salí corriendo hacia el hotel.
Pedí la llave de mi habitación en recepción y me metí en el ascensor, pero cuál fue mi sorpresa al encontrarme a Marco dentro de él.

   - Parece que es nuestro destino encontrarnos en los ascensores.
   - Hola, Marco, ¿Qué tal la fiesta?
   - Muy bien, aunque casi no te he visto, ¿Dónde has estado?
   - Es una larga historia, no preguntes.
   - Vale. Por cierto, ¿Natasha y Amina son amigas tuyas?
   - ¿Por qué? ¿Que te han dicho?
   - Nada, han intentado convencerme de que me liase contigo en la fiesta...
   - ¡Serán putas!
   - ¿Que pasa?
   - Nada, tú no hagas nada de lo que te digan.

Llegamos y me bajé del ascensor bastante cabreada. Esas chicas eran insoportables, ¿Es que no iban a dejarme en paz?

   - ¡Lucía!
   - Hola, mamá.
   - ¿Y esa ropa?
Mierda. Se me había olvidado cambiarme.
   - Nada, mamá, que... Se me manchó la camiseta y Anna me dejó algo de ropa...
   - Hay que ver, Lucía, tienes que tener más cuidado... Bueno, date prisa y cambiate de ropa, que nos vamos.
   - Mamá, estoy agotada, no he dormido en toda la noche...
   - Está bien, quédate. Pero a las 7 venimos a buscarte para ir a dar una vuelta y a cenar.
   - Vale. Gracias, mamá. Te quiero, un beso.
Mi madre se fue y yo me metí en la habitación. Me quité la ropa que llevaba, era raro que mi madre no se hubiese dado cuenta de que el vestido era mio, pero bueno, mejor para mi. Me puse mi camiseta del campamento, la que usaba para dormir, abrí la cama, apagué la luz y en seguida me quedé dormida.